Ámbar, su hermana y Jazmin se dirigieron hacia el gimnasio al que iban Simón y Nicolás, deseando que este último todavía siguiera allí. O que alguien que les conociera, supiera donde encontrarle a aquella hora.
- Menos mal. - dijo Jazmin, al ver a Nicolás en la puerta del gimnasio. Estaba hablando con unos cuantos chicos. - ¿Vamos?
- No sé...
- ¿Como que no lo sabes?
- Estoy un poco nerviosa.
- Un poco dice. - ironizó su hemana, recibiendo un puñetazo en el hombro por parte de su prima. - Vamos. Has dicho que él es el único que puede ayudarte. - dijo Bella. - Tienes que hablar con él.
- ¿Me acompañás?
- Me lo he pensado mejor. Creo que mejor me quedo en el coche. - dijo Jazmin. No estaba preparada para lo que se le venía encima.
- Pero te necesito a mi lado.
- Seguro que no me quiere ver. Me porté mal con ellos...
- Por favor, Jazmin...
- No quiero ir, Ámbar.
- Pero yo te necesito a mi lado. - dijo Ámbar, tomándole de ambas manos.
- Vale. - suspiró, nada seguro de lo que iba a hacer. - Venga, vamos antes de que nos arrepintamos de estar aquí.
Las tres salieron del coche y, con Ámbar a la cabeza, se dirigieron hacia Nicolás. Al llegar a su lado, los chicos comenzaron a mirarlas con obscenidad y a saludarlas, con lo que ellos creyeron que era picardía, pero solo tenían ojos para Nicolás.
- Hola Nicolás. - dijo Ámbar, tras respirar hondo un par de veces.
- Hola, nena. - dijo sin fijarse bien en ella, pero al ver a Jazmin, miró mejor a la chica que le había hablado. - ¿Ámbar?
- Si.
- Dios, estás...
- Diferente. – dijo su hermana.
- Guapísima. - dijo Nicolás, asombrado, al ver el nuevo aspecto de Ámbar, la cual no estaba tan delgada y cuyo peinado le favorecía mucho. - ¿Qué estás haciendo aquí?
- Estoy buscando a Simón.
Nicolás se tensó. Miró a los chicos que le acompañaban y les hizo un gesto para que se marcharan.
- No deberías estar aquí.
- Pero tengo que hablar con él. - suplicó.
- Pero él no quiere hablar contigo. No después de lo que le hiciste.
- Pero es que yo no le hice nada, salvo amarle. - dijo, sorprendiendo a Nicolás. - Tenías razón. Me enamoré de él.
- ¿Entonces por qué le hiciste aquello?
- Que yo no le hice nada, diablos! - gritó, notando como las lágrimas empapaban sus mejillas. - ¿Por qué todos creen que le hice daño?
- Le pusiste laxantes en la comida.
- Yo no fui.
- Nunca entendí lo que pasó. Sé que le amabas, ¿por qué ibas a querer cambiarle?
- Nunca quise que cambiara.
- ¿Y entonces quien fue? - preguntó confuso. Creía a Ámbar. - ¿Quién le hizo aquello a Simón?
- Fui yo. - dijo Jazmin, haciendo que todos la miraran asombrados. - Lo siento mucho, Ámbar. Nunca creímos que pudiera sucederle nada malo. Solo queríamos...
- ¿Querían?
- Delfina pensó que era buena idea ponerle laxantes en el té para que adelgazara un poco... Y como dejó de tomar té, se colaba en el despacho pasa echárselo en la comida...
- ¡Estás enferma! - gritó Ámbar, a la que tuvieron que sujetar para que no se lanzara sobre Jazmin. - ¡Las dos lo están!
- Lo sé y lo siento.
- Has fingido ser mi amiga durante todo este tiempo. - dijo, llorando de nuevo, siendo sujetada solo por Nicolás, ya que su hermana se había acercado a Jazmin y le dio un tremendo bofetón que la hizo tambalearse.
- Esto por haberle hecho tanto daño a mi hermana!
- Soy tu amiga.
- Lo eras. Antes de que le hicieras eso a Simón.
- ¿Tanto te molestaba ver a Simón? - dijo Nicolás, soltando a Ámbar y acercándose a Jazmin, la cual se asustó ante su imponente presencia. - ¿Qué es lo que te hizo para que le odiaras tanto? - no respondió. - ¿Tanto te molestaba que estuviera gordo? - Jazmin continuó en silencio. - La gente como tú me da asco.
- Lo siento... Yo... No sé por qué lo hice...
- Deberías hablar con un psiquiatra, porque lo tuyo no es normal. - Jazmin comenzó a llorar. Todos tenían razón. Era una mala persona que se merecía todas esas palabras y más. - ¿Lo de que Ámbar tenía novio también era mentira?
- ¿Qué? - exclamó Ámbar, apartando a Nicolás de su camino. - ¿Qué le dijiste a Simón? - gritó, cogiendo a Jazmin por los hombros. - ¿Qué es lo que le dijiste?!
- Fuimos a verle al hospital y Delfina le dijo que ahora que había adelgazado, tu estarías más contenta, por que daba mala imagen en la empresa. Y que no habías ido a visitarle por que estabas con tu novio. Que no se lo habías dicho por que no erais tan amigos. - dijo de golpe, deseando que todo aquello terminara. - Lo siento tanto, Ámbar. Nunca creí que él creyera que eras vos. No pensé que fuera tan grave.
- Vos qué vas a pensar. - dijo, soltándola de golpe. - No quiero volver a verte nunca.
- Pero Ámbar, eres la única amiga que tengo. - suplicó, poniéndose de rodillas y abrazándola por la cintura. - Lo siento, lo siento. Por favor, perdóname. Yo nunca quise haceros daño. Por favor, no quiero estar sola. Iré a un psiquiatra, lo juro.
- Levántate del suelo, por favor. - dijo, al ver como todo el mundo les estaba mirando. Jazmin no se movió, salvo para estrechar más su abrazo. - Jazmin, por favor. Deja de montar el numerito. - Negó con la cabeza.
- Ámbar, le creo. - dijo su hermana acercándose a ellas. - Jazmin es quien ha buscado a Simón y te ha llamado para que vengas a verle. Es obvio que intenta enmendar los errores del pasado. - Ámbar asintió con la cabeza y miró a Nicolás. Él pensaba lo mismo que la hermana de Ámbar. - Tal vez debamos darle otra oportunidad.
- Quiero ser buena persona. - murmuró Jazmin. - Necesito ayuda.
- De acuerdo. - suspiró Ámbar. - ¿Puedes ponerte en pie?
Jazmin asintió con la cabeza y se puso en pie poco a poco. Ámbar la miró a los ojos y pudo ver que realmente estaba muy arrepentida de lo que había hecho. Nicolás le pasó un pañuelo y Ámbar le limpió a la cara, que tenía llena de churretes, con el maquillaje todo corrido.
- Lo siento tanto, Ámbar.
- Has tenido todo un año para decirme la verdad. ¿Por qué no lo has hecho?
- Tenía mucho miedo. - se sinceró Jazmin. - Y te veía tan mal, que no quería verte peor. De verdad que lo siento.
- De acuerdo. Te creo.
- ¿De verdad?
- Si.
- ¿Podrás perdonarme algún día? Haré lo que sea.
- Solo sé mi amiga de verdad. - dijo, recibiendo un fuerte abrazo por parte de Jazmin.
- Nunca más haré nada que pueda dañarte, lo prometo.
- Te creo. - dijo Ámbar, correspondiendo al abrazo. - Ayúdame a solucionarlo todo.
- Lo he intentado, Ámbar. He hablado un par de veces con él y he intentado decirle que tu no habías sido, pero no me dejaba hablar.
- Ha sufrido mucho. - dijo Nicolás. - más de lo que podáis imaginar.
- Pobrecito. - murmuró su hermana, que se había emocionado.
- Pero ahora estaba bien.
- Vuelve a estar mal por mi culpa. - murmuró Jazmin. - ¡Solo sé hecharlo a perder todo! - se gritó a si misma. - No sé hacer las cosas bien ni cuando quiero ayudar a la gente.
- Tranquila... Es solo que el dolor fue muy profundo. Todavía no ha logrado recuperarse de aquello. - dijo Nicolás, posando su mano sobre el hombro de Jazmin, que sintió un escalofrío. - Debes contarle la verdad.
- Lo haré.
- ¿Lo has visto? - preguntó Nicolás a Ámbar, que negó con la cabeza. - Está muy cambiado. Ahora está fuerte y sano.
- Está buenísimo. - dijo Jazmin.
- Para mí siempre lo ha estado. - dijo Ámbar, haciendo sonreír a Nicolás.
...
Luna, tras dar varias vueltas a la ciudad en coche, después de ver que en casa de Ruggero no había nadie, volvió al apartamento que compartía con Simón y su primo, pero allí no encontró a nadie.
- ¿Simón? - dijo, entrando en el dormitorio de este, pero no obtuvo respuesta. - Simón, te oigo respirar. - mintió. No podía oírle, pero algo en su interior le decía que estaba escondido en su habitación.
Simón le había contado que, cuando era niño y cuando iba al instituto, cuando se sentía mal, se escondía en el armario. Decía que con lo grande que era su ropa, nadie podría verle.
Luna dedujo que esa vez también estaba escondido en el armario, así que se acercó a él y abrió la puerta. Vio a Simón encogido, sentado en el suelo, abrazado a sus rodillas. Luna suspiró y, en lugar de hacerle salir, apartó un poco la ropa y se metió dentro del armario, sentándose frente a su amigo, que no se movió, aunque sabía que Luna estaba allí con él.
- ¿Te encuentras bien? - preguntó Luna con dulzura, cuando Simón alzó la vista tras un cuarto de hora en silencio.
- Si. - mintió, secándose las lágrimas con el puño del jersey. - Necesitaba estar solo.
- ¿Quieres que me vaya?
- No. Ya me encuentro bien.
- ok ¿quieres que salgamos a tomar una copa? - Simón la miró con alarma. No quería salir de casa. No quería encontrarse con ninguna de aquellas mujeres. - Me refería a salir al salón. Nos sentamos en el sofá y bebemos.
- De acuerdo. - suspiró.
Ambos salieron del armario cuando hubo caído la noche. Luna abrazó a Simón y fueron hacia el sofá. Este se sentó mientras que Luna servía el alcohol. Una vez servido, se sentó al lado de su amigo.
- Soy un cobarde. - dijo Simón, bebiendo de su copa.
- No eres un cobarde, es solo que ya has sufrido bastante. - dijo Luna, acariciando su brazo. - Creo que deberías salir con Jim algún día.
- Si... Antes de huir le dije que la llamaría.
- Pues hazlo. Y sal con ella. Te gusta, no?
- Me siento muy cómodo con ella. - dijo Simón, sonriendo levemente. - Es una chica muy simpática.
- Pues adelante. - dijo Luna, pasándole su teléfono. - Te dejo intimidad.
Luna dejó a Simón en el salón mientras llamaba a Jim. Cuando entró en su dormitorio, su móvil comenzó a sonar. Era Nicolás.
- Dime, pesado.
- No te creerás quien ha venido hoy al gimnasio.
- El trío calavera. - dijo Luna, haciendo reír a su primo. - Simón me lo ha contado.
- ¿Ya han hablado con él?
- No tiene nada que hablar, con ninguna de las tres. - dijo Luna, enfadada.
- Creo que debería escucharlas.
- ¿De qué parte estás tú?
- Estoy de parte de la verdad. - dijo Nicolás, poniéndose serio. - Hoy he escuchado cosas, que han hecho que me dé cuenta de que no todo es como parece
- No te entiendo.
- Ven en una hora a la cafetería que hay al lado del gimnasio. Esta noche tenemos la cena de la verdad.