[Capítulo 3]
Era su primer día de trabajo y estaba de los nervios.
Tal y como la chica del bar les había dicho, había ojeado el curriculum de Simón y quedó gratamente impresionada. A pesar de que su socio se había opuesto, ella le ignoró y llamó a Simón para contratarle. Habían quedado en que esa misma mañana se verían en la empresa, donde conocería a sus compañeros y su nuevo lugar de trabajo.
Simón siempre se ponía nervioso cuando conocía gente nueva, pero junto a Luna, que se había comprometido a acompañarle, el camino hacia la oficina se le estaba haciendo un pelín más llevadero.
- No te pongas nervioso, Simón. Ya estás contratado. - dijo Luna, cuando detuvo el coche ante el impresionante edificio. - Solo sé tú mismo y trabaja tan eficientemente como siempre. Y te los meterás en el bolsillo.
- Ya... - se limitó a decir, intentando respirar con calma.
- Va, ves. Y llámame en cuanto puedas. Quiero saber como te va.
- Vale.
- Muchos ánimos. - Luna abrazó a Simón y besó su mejilla.
Simón logró sonreír un poco y salió del coche. Miró el impresionante edificio que tenía ante él. Se dirigió hacia el ascensor y pulsó el botón número veinte. Era la planta de la revista Todo moda. Allí su labor sería ser el secretario de una de las socias. La impresionante mujer que había conocido en el bar. Era una mujer muy guapa y ello le imponía aún más.
- Señor Álvarez. - dijo la chica, apareciendo ante la puerta del ascensor mientras esta se abría. - Soy Ámbar Smith, la mujer que le ha contratado. - dijo, tendiéndole su mano, que Simón estrechó al momento.
- Encantado de estar aquí, señora Smith.
- Señorita.
- Disculpe, señorita Smith. Estoy encantado de estar aquí y muy agradecido.
- Espero que esté dispuesto a trabajar mucho. - dijo, yendo hacia un pequeño despacho. - Este va a ser su despacho. - señaló la puerta. - Mi despacho está al lado. En cuanto le llame, venga. Lo que le pida, lo quiero al momento. A la mínima que falle, se irá a la calle. ¿Entendido?
- Si. - dijo Simón, tragando con dificultad.
Veía que iba a ser una jefa dura, pero a él nunca le había dado miedo el trabajo duro.
- Venga. Entre y acomódese. Su trabajo comienza ya.
Ámbar se marchó hacia su despacho y, tal y como había advertido a Simón, no dejó de pedirle cosas. Que si vaya a buscarme el desayuno, que si vaya a buscar unas muestras a tres manzanas de aquí, que si quiero los números del último año, que si tal, que si cual... Seis horas después, Simón logró respirar, aceptando la última orden del momento. Vaya a comer y vuelva en cuarenta y cinco minutos.
Simón salió del despacho y fue hacia la cafetería. No comió nada, pero pudo tomarse un té de menta y llamar a Luna, que no dejaba de darle ánimos.
- Guau, Simón. Esa mujer parece toda una todoterreno. - dijo Luna, que estaba en su consulta comiendo con una amiga, que había llevado comida china para ambas.
- No veas como la obedecen. Incluso antes de que diga las cosas, ya las hacen. Es increíble el poder que tiene esa mujer. - dijo Simón, que justo en ese momento vio entrar a su jefa en la cafetería. - Vaya. Aquí está.
- Nos vemos esta noche en casa.
- ¿Es que vas a colgarme?
- Por supuesto. - dijo antes de colgar.
Dejó el teléfono al lado de la taza y continuó bebiendo té, observando de reojo a su jefa, que en ese momento hablaba con un par de chicas. Miró su reloj y vio que ya había llegado la hora de volver a su despacho. Todavía le quedaba bastante papeleo sobre la mesa.
Terminó de ordenar todas las facturas del año 2017 más deprisa de lo que había creído. Iba a llevarle la carpeta a su jefa cuando oyó que no estaba sola en el despacho y decidió esperar a que se quedara sola.
- ¿Cómo es que has contratado a ese chaval? - dijo una voz que no conoció.
- Es horrible. Vamos. De lo peor que he visto en mucho tiempo. - dijo otra voz que tampoco conocía.
- Es eficiente. A mí eso me vale. - dijo la voz de su jefa.
- ¿Pero es que no le has visto? Tiene el nopal en la frente. - dijo la segunda voz.
- Es inteligente. - dijo Ámbar, sentándose en su silla, deseando que esas dos se marcharan de su despacho. - ¿Qué más da a quien contrate? Ustedes ni siquiera trabajan en esta planta.
- Pero tenemos que verle por la cafetería. - dijo Jazmin. - Es horrible. - repitió.
- Pues no le mires. - espetó Ámbar, encendiendo el ordenador. - Tengo mucho trabajo.
- ¿Y?
- Pues que quiero que se vayan.
- Ay, que seria eres cuando quieres. - dijo Delfina, la primera que había hablado al entrar al despacho. - Es solo que no entendemos porque has contratado a ese hombre.
- Le he contratado por que quiero a alguien inteligente en mi empresa, no quiero más secretarias como ustedes. - dijo, viendo la cara de sorpresa de sus amigas.
Ambas pusieros morritos, indignadas, se cogieron de la mano y se marcharon moviendo las caderas y el pelo, dejando embobados a los chicos que se cruzaban por su camino.
Ámbar se levantó de la silla al ver una sombra bajo la puerta que comunicaba su despacho con el de su secretario y la abrió, encontrándose a un sorprendido Simón, al que habían pillado por sorpresa escuchando a través de la puerta.
- Yo... Yo... Yo iba a...
- Pasa. - se hizo a un lado para que Simón entrara y fue a sentarse a su mesa.
Simón estaba rojo de la vergüenza por haber sido pillado escuchando a hurtadillas, pero también estaba triste por lo que acababa de escuchar. Esas chicas tenían razón. Daba asco.
- Señor Álvarez. ¿Se encuentra bien?
- Si. - mintió. - Yo... Venía a traerle las facturas del 2017 y... No quise interrumpir...
- ¿Ya las tienes todas? - preguntó, sorprendida.
- Así es.
- Asombroso. - murmuró, cogiendo la carpeta que le entregaba Simón. - Me pondré a ello de inmediato. Espera. - dijo cuando vio a Simón levantarse. - Una cosa más. No quiero que hagas caso de nada de lo que Delfina o Jazmin puedan decirte.
- No se quiénes son. - dijo, aunque imaginaba que se trataba de las chicas que habían hablado con su jefa hacía unos minutos.
- Cuando mientes te tocas la oreja. - dijo Ámbar, que se había fijado en ese pequeño detalle. Simón bajó la mano y la metió en el bolsillo de su pantalón. - No quiero que les hagas caso. Ellas son... En el fondo no son malas personas, es solo que son un poco...
- ¿Superficiales?
- Si, bastante. - dijo Ámbar, dejando entrever una sonrisa en sus labios.
- Tranquila. No me importa lo que digan. - dijo, cerrando la mano en un puño, para no llevarla de nuevo a su oreja. - Pero gracias por preocuparse.
- Sé que pueden ser muy dañinas con sus comentarios. - dijo, poniéndose en pie.
- Ya... Bueno... Voy a volver al trabajo.
- Tu tarea terminó.
- Pero si aún me queda hora y media de trabajo.
- No tengo nada más que encomendarte hoy. Ya lo has hecho todo. - dijo Ámbar, orgullosa de haber elegida a Simón como su ayudante. - Ve a casa y coge fuerzas para mañana. Tendremos mucho que hacer.
- Pero...
- Es una orden. - dijo en tono autoritario.
Simón asintió con la cabeza y salió del despacho. Cogió sus cosas y se marchó hacia casa.
Ámbar le miró marchar y sonrió. Sus amigas tenían razón respecto a su aspecto, pero algo en sus ojos le llamaba la atención. Debajo de ese enorme cuerpo, se escondía un hombre encantador, con una mirada atrayente. No pudo dejar de pensar en esos ojos oscuros en toda la noche.