[Capítulo 11]

411 14 1
                                    

Ámbar no durmió nada aquella noche. No podía dejar de pensar en lo que Jazmin le había contado. Al fin sabía dónde estaba Simón, pero no se atrevía a ir. Al fin y al cabo, Simón le odiaba y se había marchado para no estar cerca de ella.

- No, no pienso ir. - se dijo a sí misma, levantándose de la cama. - Simón me odia. No quiere verme. No puedo dejar que me vea así. Estoy horrible.
Fue hacia la nevera y la abrió. Iba a coger una bolsa de bollos de chocolate, pero la soltó al momento. No. No podía seguir afrontando los problemas a base de comida. Debía ser fuerte.
Iba a tumbarse en el sofá, pero tampoco podía seguir así, así que se vistió y decidió salir a dar una vuelta.
Paseó por la ciudad cerca una hora, vagando sin rumbo, hasta acabar frente al edificio de apartamentos donde había vivido con Simón, Luna y Nicolás. Inevitablemente, se puso a llorar. Recordar aquellos momentos la ponían triste. Sobretodo el momento en que vio a su amigo marchar para siempre.
- ¿Ámbar?
Ámbar cerró los ojos. Para una vez que salía de casa y tenía que encontrarse con ella.
- ¿Qué te ha pasado?
Decidió no decirle nada, así que comenzó a caminar de camino a casa.
- Ámbar, ¿es que no piensas hablarme?
Continuó caminando en silencio, deseando que se marchara y la dejara en paz.
- Por Dios, Ámbar. Aquello sucedió hace más de año y medio. ¿Es que no me vas a perdonar nunca?
- Te acogí en mi casa cuando te echó tu marido y te follaste a mi prometido en mi propia cama! - gritó, volviéndose hacia su hermana. - Da igual que solo fuera una vez y que fuera hace casi dos años, me traicionaste y eso no te lo voy a perdonar nunca.
- Lo entiendo. - dijo la chica, mirando con tristeza a su hermana. Había lamentado lo ocurrido desde el primer momento. - ¿Al menos te lo puedo explicar?
- No.
- Iba borracha y Matteo se sentó a mi lado para hablar conmigo. No sé lo que ocurrió, solo recuerdo estar en la cama con él encima y tú en la puerta del dormitorio.
- No me vengas con cuentos. Tú no bebes. - dijo, deteniéndose, mirando al fin a su hermana.
- Exacto. Matteo me invitó a tomar una copa, y tras una vino otra... No sé... No sé lo que ocurrió en realidad. - murmuró.
Ámbar se acercó a su hermana y la miró directamente a los ojos. Su gesto se relajó y abrazó a su hermana con fuerza. Sabía que le estaba diciendo la verdad.
- Te he echado tanto de menos... - dijo Ámbar, poniéndose a llorar. - Te he necesitado tanto en este tiempo...
- Dios, pequeña. ¿Qué es lo que te ha pasado? - dijo, mirando a su hermana. - Estás tan...
- Gorda.
- Diferente.
- Pero muy gorda.
- Estabas demasiado delgada, ahora estás mucho mejor. - dijo, acariciando el rostro de su prima. - Solo me ha sorprendido verte en chándal y con esos pelos de loca.
- Estoy deprimida.
- ¿Es por Matteo?
- Matteo me importa bien poco. Es por Simón. - dijo, sentándose en el banco que tenía a dos metros. - Me enamoré de él y él se marchó. Creyó que hice una cosa horrible, pero yo no lo hice. Le quiero tal y como es. - sacó el móvil del bolsillo del chándal y buscó una foto de Simón. - Es perfecto, ¿verdad?
La chica miró la foto, pero no dijo nada. Nunca creyó que ese tipo de hombre fuera el tipo de su prima. Al menos después de ver los galanes con los que había salido anteriormente.
- Sé que no llama la atención por su físico, pero es tan simpático, amable, buen amigo... Me enamoré de él con el tiempo, pero él nunca ha sentido eso por mí. - comenzó a llorar de nuevo, como siempre que pensaba en Simón. - Solo me dan ganas de comer y dormir.
- Pues tenemos que poner remedio a eso. - dijo su hermana, cogiéndola de la mano. - Tienes que mirar por ti, por ponerte bien. Después miraremos que podemos hacer con Simón.
- ¿Vas a ayudarme?
- Claro que si. Eres mi prima pequeña. Tengo que cuidar de ti.
- ¿Después de lo mal que te he tratado?
- Prefiero pensar en los buenos momentos que pasamos juntas. Venga, vamos a mi casa. Tenemos que arreglar esa mata de pelo.
Ámbar rió y se dejó llevar por su prima hasta el apartamento de ésta.
Tras una larga sesión de peluquería, Ámbar se miró al espejo y sonrió por primera vez en meses. Se sentía como nueva con ese cambio de look.
- El rubio te queda de lujo.. ¿No te gusta? He pensado que te quedarían muy bien, y no me equivocaba.
- Me gusta mucho. - dijo Ámbar, abrazando a su hermana. - Creo que es lo que necesitaba. Un cambio para empezar de nuevo.
- Simón se va a quedar de piedra cuando vea lo buena que estás. - dijo su hermana. Ámbar le había contado lo ocurrido y le había dicho lo mismo que Jazmin. Tenía que ir a buscarle para contarle la verdad.
- Seguro que no querrá verme.
- Lo hará. Y te escuchará. Aunque tengamos que atarle a una silla. - dijo su hermana, haciendo reír de nuevo a Ámbar. - Nos marcharemos en un par de días.
- ¿Tú no trabajas?
- Cogeré la semana de vacaciones que me deben.
- Gracias, Por todo.
- No es nada. - se encogió de hombros y fue a servir un par de copas de vino. - ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro. - cogió su copa de vino y bebió un par de sorbos.
- ¿Por qué vas en chándal?
- Mi ropa se me ha quedado pequeña. - dijo, bajando la voz. - He engordado veinte quilos.
- Bueno, pues mañana nos vamos de compras. - vació su copa y volvió a llenarla. Hizo lo mismo con la copa de Ámbar.
- No sé a que tiendas ir. A donde yo iba, no venden ropa grande. - dijo, señalándose a si misma.
- Yo si conozco sitios. - dijo, sonriendo. - Y encontraremos ropa de lo más estilosa.
- Quiero comprarme unos vaqueros. - dijo Ámbar, bebiendo. De repente, se puso a llorar.
- ¿Qué es lo que te pasa ahora?
- Simón y yo nos emborrachamos una vez bebiendo vino. - sollozó. - Todo me recuerda a él. Ni siquiera me pudo beber un té sin ponerme a llorar.
- Pronto lo solucionaremos. Iremos a verle y hablarás con él.
- No sé si tengo valor.
- Eres una Smith. Logramos superarlo todo porque somos las mejores.
Ámbar sonrió. Su hermana siempre tan optimista.
Esa noche bebieron, hablaron y rieron como tantas veces habían hecho en el pasado.
...
Simón se despertó cuando oyó un tremendo golpe. Se iba a levantar para ver qué era lo que había pasado, pero cuando oyó risas, se quedó al otro lado de la puerta. La abrió un poco y vio a Luna y Ruggero al lado de la puerta de entrada. Se estaban besando.
- Gracias por esta noche tan maravillosa. - dijo Ruggero, posando sus manos sobre la cintura de Luna. - Sabía que eras divertida, pero lo de hoy ha sido maravilloso.
- También me lo he pasado muy bien. - dijo Luna, acariciando los brazos de Ruggero. - Lamento que Simón se marchara así, de repente. Pero tu prima fue muy cruel con él
- Lo lamento mucho.
- Tú no tienes la culpa.
- Pero me sabe mal por Simón. Por lo que me has contado y lo poco que vi, me di cuenta de que es un buen chico. - dijo Ruggero. Simón sonrió. - Aunque por lo que me contabas, me lo imaginaba distinto. Físicamente.
- Antes era un poco diferente, pero gracias a tu prima y a sus amiguitas, se vio obligado a dar un cambio muy radical. - dijo Luna con voz triste. - Pero poco a poco va volviendo a ser el mismo. Los ojos vuelven a brillarle. Eso es lo más importante.
- Claro que si. - dijo Ruggero, dando un breve beso a Luna en los labios. - Debería marcharme.
- ¿No quieres entrar a tomar una copa?
- Claro que si, pero creo que debería volver. Quiero pasarme a ver a Jazmin. No la he visto bien hoy.
- Si... Yo la he visto distinta. - dijo Luna. La había visto más humana.
- Que coincidencia, ¿verdad? Que se hubieran conocido antes
- Era el destino. - dijo Luna. Besó a Ruggero en la mejilla y le abrazó. - Gracias por esta noche.
- Y por las que están por venir.
Se besaron en los labios y Ruggero se marchó. Simón se limpió las lágrimas, se había emocionado al ver tan feliz a su amiga, y fue a cerrar la puerta, pero Luna la abrió de golpe y, sin querer, le golpeó con la puerta en la cara.
- Au! Que daño!
- ¿Pero qué estabas haciendo detrás de la puerta? - dijo Luna, mirando el pómulo de Simón. - Dios, ¿te he hecho mucho daño?
- No. Me has hecho cosquillas. - ironizó Simón, saliendo hacia el cuarto de baño. Tenía el pómulo rojo, tirando a morado. - Siento haber estado escuchando, pero oí un golpe y miré a ver qué era.
- Tranquilo.
- ¿Eres feliz? - dijo Simón. Luna asintió con la cabeza con vehemencia. - Entonces yo también lo soy.
- Ya va siendo hora de que nuestra felicidad sea completa, ¿no?
- Por supuesto.
- ¿Qué te dijo Jazmin? Cuando te siguió por el despacho.
- Me pidió perdón por lo mal que me había tratado e insistía en hablar de Ámbar. - dijo, maldiciéndose por haber mencionado aquel nombre.
- ¿Qué decía de esa?
- Que yo pensaba que había hecho algo y que no era verdad. - dijo, recordando la conversación de Jazmin.
- ¿A qué se refería?
- No lo sé. Le pedí que me respetara y me marché.
- Simón... - suspiró acariciando el pómulo herido de su amigo. - No mereces sufrir tanto. Tú eres un buen chico que nunca ha hecho daño a nadie. ¿Por qué tienen que hacértelo a ti?
- Olvidémoslo, por favor. - Luna asintió. - Me voy a dormir.
- Voy contigo.
Luna se tumbó en la cama con Simón y le abrazó. Cansado de fingir ser fuerte, lloró y lloró hasta quedar dormido. Asumió que aun amaba a Ámbar y que nunca iba a poner olvidarla. Pero debía ser fuerte e intentar dejar escondidos aquellos sentimientos.
...
Era sábado por la mañana y los tres amigos se levantaron temprano. Ruggero había mandado un mensaje a Luna y habían quedado en desayunar todos con él y un par de amigos suyos.
Ramiro y Jim eran primos y conocían a Ruggero del instituto. Eran amigos desde entonces. En cuanto entraron en el restaurante, Jim se fijó de inmediato en uno de los chicos. Simón sonrió. Como siempre, Nicolás había ligado, pero se quedó enormemente sorprendido cuando Jim se sentó a su lado y, en la mitad del desayuno, colocó su mano en su muslo. Simón, que no estaba acostumbrado a ello, se puso nervioso. Muy nervioso. Luna, que se dio cuenta del estado de su amigo, con disimulo levantó un poco el mantel de la mesa y sonrió al ver como Jim acariciaba el muslo de Simón por debajo de la mesa.
- Simón, ¿me acompañas? Acabo de recibir un mensaje que tienes que ver. - dijo Luna al ver los ojos suplicantes de Simón.
- Claro. - dijo Simón, agradecido.
- Disculpanos. Enseguida volvemos.
- Claro. Vayan tranquilos. - dijo Ruggero, guiñándole un ojo a Luna, que se sonrojó.
- ¡Dios mío! dios mío! - exclamó cuando metió a Simón en el baño de los chicos. - Esa tía te quiere comer completito!
- No chilles!
- He visto cómo te ha mirado al verte entrar y encima estaba a punto de por debajo de la mesa!
- Dios, no me lo recuerdes. - dijo Simón, cuyo rostro era de color rojo intenso. - Que vergüenza.
- Casi me meo de la risa. - dijo Luna, riendo sin disimulo.
- Y yo. - reconoció Simón.
- Pues tírate-la.
- Yo no sé hacer eso. - dijo Simón, a quien le avergonzaba hablar de aquellos temas. - Además, no la conozco de nada.
- ¿Y qué?
- Que podría ser una loca.
- Podría ser. - dijo Luna, intentando controlar el ataque de risa que le había dado. - Y podría ser el cambio que necesitas.
- La verdad es que es simpática.
- ¿Ves? Ya tiene algo bueno. - se acercó a él y le cogió de la mano. - Y es guapa.
- Mucho.
- Ruggero me ha dicho que es muy buena onda.
- Lo han planeado todo - exclamó Simón. Luna sonrió. – son.......
- Tus mejores amigos. - Luna abrazó a Simón, que sonrió. A pesar de los pesares, su amiga nunca cambiaría. - ¿Volvemos?
- No sé si quiero volver. - dijo Simón, lavándose la cara.
- ¿Como que no? - dijo Luna, dándole una nalgada. - Mueve este precioso trasero de vuelta al comedor.
- De acuerdo. - suspiró. - supongo que sería raro que me quedara aquí encerrado.
- Venga, vamos, machomen. ¡ve por ella!

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora