Simón,Luna y Nico

723 23 6
                                    

[CAPÍTULO 2]


Nicolás abrió la puerta al oír el timbre y Luna se lanzó a sus brazos, abrazándolo como si hiciera siglos que no se veían, cuando hacía apenas un mes. Luna le había llamado hacía dos días para decirle que ella y un amigo se mudarían al apartamento, y él estaba encantado de tener a su prima con él. La echaba mucho de menos, aunque nunca lo reconocería en voz alta. Le encantaba picar a la pequeñaja diciéndole que era una pesada y que le molestaba su presencia. Aunque ella nunca se lo tomaba a mal, sabía que su hermano solo le tomaba el pelo.
A pesar de ser familia, no se parecían en nada, salvo por sus ojos.
Simón miraba la escena desde el descansillo del décimo piso del edificio en el que viviría en breve. Le encantaba ver a Luna tan feliz.
- Nicolás, este es mi mejor amigo Simón. - dijo Luna, cogiéndole de la mano. - Simón, este es el gigante de mi primo Nicolás. Aunque no te asustes por sus músculos, no le haría daño ni a una mosca.
Simón rió y estrechó la mano que el sonriente Nicolás le tendía.
- Encantado de conocerte al fin. - dijo Nicolás, dejándoles pasar al piso. - Esta pesada no ha dejado de hablar de vos con Simón esto, Simón lo otro... Al fin nos conocemos.
- Encantado de conocerte también. - dijo Simón. - Y gracias por dejar que me quede aquí.
- Los amigos de Luna son mis amigos. Vamos. Les ayudo a meter vuestras cosas.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Habían pasado tres meses desde la llegada de Simón a Buenos Aires y nada de lo que había planeado se había cumplido. No tenía trabajo, no se había emborrachado (plan de Luna)...
- Simón, vamos. Seguro que allí necesitan a algún economista.
- Hoy no me apetece que me rechacen más. - dijo Simón, soltándose de la mano con que le sujetaba Luna. - Hemos ido a doce empresas y en todas me han rechazado sin apenas coger mi curriculum.
- Pero... A lo mejor si... Tal vez...
- Doy asco, eso es lo que pasa. - exclamó, sintiendo como se le formaba un nudo en la garganta. - No me quieren trabajando con ellos porque soy mexicano y feo lo que les dejaría mal ante los clientes.
Simón se quedó de piedra cuando Luna le abofeteó en medio de la abarrotada calle.
- Que sea la última vez que dices eso de ti. ¿Ha quedado claro?
- Pero...
- Que te calles o te vuelvo a dar otro! - gritó, enfadada. – No eres feo y tampoco es porque seas mexicano. Eres Simón, el chico más increíble que he conocido nunca. Eres una gran persona y muy inteligente. El chico más listo que nunca conoceré. Si no te quieren en esas empresas es porque son unos incompetentes ¿ok?
- Pero...
- ¿ok?
- Ok. - se rindió al fin. – Me pegaste.
- Para ver si dejabas de decir tonterías. - dijo, acariciando la marca que había dejado en la mejilla de Simón. - Te quiero como a un hermano. Lo sabes, ¿verdad?
- Si...
- Aunque reconozco que cuando te conocí, hubiera sido tu novia
- ¡Luna! - exclamó, sonrojándose por momentos. - ¿estás borracha?
- ¿Por qué? ¿Es que no puedo decir que estás guapo?
Simón sonrió.
- ¿Quieres que seamos novios para que veas lo apetecible que eres?
- Por el amor de Dios, Luna. Deja de decir esas cosas. - dijo, separándose un poco de ella.
- ¿Por qué te cuesta tanto hablar de estas cosas? - dijo, sujetándole del brazo para impedir que se marchara. - Tienes muy mal concepto de ti mismo, Simón. Y no me gusta. Anda, vamos a tomar algo.
- ¿No tenía que seguir llevando currículums?
- Mejor lo dejamos por hoy. - Luna cogió a Simón de la mano y entraron en la cafetería que tenían delante.
Mientras que Luna se tomaba un café y se comía dos enormes trozos de tarda, Simón se tomó un té de menta. Era su favorito.
- Quiero que encuentres a alguien y lo quiero para ayer. - dijo una voz de mujer tras ellos. Luna miró a la chica, que estaba sentada en la mesa de al lado hablando por teléfono. - Deja de traerme a esas barbies siliconadas con la cabeza vacía y tráeme a una secretaria de verdad. - hizo un pequeño silencio para coger aire. Su socio a veces le ponía de los nervios. - Quédatelas todas para vos, yo quiero a alguien que sepa de números, no solo que sepa pintarse las uñas y hablar de chicos.
- Perdone. - dijo Luna, estirando su brazo y tocando el hombro de la chica. - Discúlpeme.
- Un momento, ahora te llamo. - dejó el teléfono encima de la misa y miró a Luna. - ¿Qué ocurre?
- No he podido evitar escuchar que busca a alguien que sepa de números para trabajar en su... oficina?
- Así es. ¿Y ahora me dirás que sos secretaria?. - dijo con cierto aire de superioridad, mirando a la exuberante Luna.
- No, yo soy psicóloga. Pero aquí mi amigo, es licenciado en económicas y derecho por la mejor universidad de México.
- ¿Estudió usted en la UNAM? - dijo la ejecutiva, mirando a Simón, que asintió levemente con la cabeza. - ¿Y usted pretende que le contrate como secretario? - dijo, mirando de nuevo a Luna.
- Se licenció en seis años en las dos carreras. Es muy inteigente y muy muy trabajador.
- ¿A qué viene todo esto?
- Luna, para.
- Tú te callas. - dijo, mirando a Simón. Y se volvió de nuevo hacia la chica. - Usted parece una ejecutiva de éxito, inteligente e íntegra. He pensado, que ya que busca lo mejor para su empresa, debería contratar a mi amigo Simón, que es el mejor empleado que podrá encontrar nunca.
La chica, de grandes ojos color azul, examinó atentamente a la persona que tenía delante. La verdad es que ese chico no era la clase de persona que hubiera elegido para su empresa, pero no perdía nada por ojear su curriculum.
- Déjeme su curriculum.
Luna sonrió e hizo un gesto para que Simón se moviera. Abrió su maletín y sacó un curriculum. Aunque estaba seguro de que lo guardaría y lo tiraría.
- No voy a tirarlo, si eso es lo que piensa, señor. - dijo la chica, al ver la expresión de Simón. - Si creo que es apropiado para mi empresa le llamaré. Si no le importa ser secretario.
- Lo único que quiero es trabajar. - dijo Simón, haciendo que la chica sonriera levemente.
- Muy bien. Tal vez nos veamos pronto. - la chica se puso en pie, se despidió de ellos con un gesto de la cabeza y se marchó, volviendo a hablar por teléfono.
Simón seguía desesperanzado hasta que, tres horas más tarde, su teléfono sonó.

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora