Lo primero que pensarás, una vez hayas leído todo esto, es que estoy loco.
Quiero prepararte de antemano, sobre todo porque yo nunca creí en leyendas, pareciéndome cuentos tontos. Y sé que tú pensarás lo mismo cuando leas esto. Entonces te preguntarás por qué escribo esta historia, entre las hojas de una vieja libreta que encontré por mi casa.
Todos guardamos secretos, algunos los soportamos y viven justo encima de nuestros hombros, acompañándonos como uno más. Otros viven en la boca, esperando a que la abramos para salir al exterior. Los secretos pueden vivir en cada parte de nosotros, de una forma u otra, pero los peores son los secretos del corazón.
Los secretos del corazón son esos que viven en nuestros sentimientos y que, de vez en cuando, se trasladan a los pensamientos de cada noche. Son los que nos vuelven más vulnerables, pues pueden llegar a doler, y lo peor de todo es que son los más fuertes. Son esos secretos que te marcan, que dicen quién eres, pero es una parte de tu ser que te niegas a que la vea el mundo. Entonces residen ahí, haciéndose más y más poderosos, mientras tú deseas librarte de ellos.
Pero no puedes.
Lo único que puedes hacer es calmarlos, y aquí esta mi forma: escribir esto como si fuera un diario para luego tirarlo, con la intención de que un desconocido lo lea. Si así es, una vez termines, tíralo tú también. Así la cadena continuará.
Pero ándate con ojo; siempre he creído que, cuando contamos nuestra historia, le cedemos al oyente (o en este caso lector) una parte de nosotros. Esa parte la pueden romper, moldear o incluso manipularte. Claro está, que también pueden darle amor y cariño. Aunque nunca lo sabrás hasta que pase.
Por eso mismo, querido lector o lectora, querida persona que tenga esta historia entre sus manos, te pido que la trates de la mejor manera posible. Porque te acabo de ceder una parte de mí y con las personas no se ha de jugar.
Jamás.
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La aldea de las desapariciones
Mystery / ThrillerLo último que esperaba Hikaru, al irse de vacaciones a una aldea perdida del norte de Japón, era encontrarse con una persona muerta. Como si de una trampa hecha por sus padres se tratara, Hikaru se ve obligado a visitar durante un mes Fubasa, una al...