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—¿Por qué moviste mi celular de su sitio? Lo dejé cargando —preguntó Peter, observando a su hermano con recelo

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—¿Por qué moviste mi celular de su sitio? Lo dejé cargando —preguntó Peter, observando a su hermano con recelo. Estaba demasiado acostumbrado a sus trastadas como para no darse cuenta de los pequeños detalles.

—Se cayó —dijo Frank.

—Se cayó —repitió Sam, encogiéndose de hombros, mientras trataba de no entablar contacto visual con nadie.

—¿Realmente esperas que me crea eso? —Peter se cruzó de brazos ante aquella patética excusa.

—Si no quieres, no lo hagas, a mí me da igual —contestó Frank, reacomodándose en su lugar.

—A él le da igual —Sam permaneció mirando el centro de mesa cómo si fuera la cosa más interesante del mundo. Ryan levantó una ceja, seguro de que Sam estaba mostrando deliberadamente su culpa, después de todo, era su hermano pequeño, quien siempre se salía con la suya.

—Me voy al cuarto y me llevo esto, más te vale que no le hayas hecho nada —espetó, con cierto tono de amenaza en su voz. La situación tan extraña hizo que a Peter se le olvidara el tema del libro, aunque casi con seguridad una hora después saldría dando voces con respecto al tema.

Cuando el chico cerró la puerta, Frank le dio un manotazo en el hombro a Sammy.

—No creas que no me he dado cuenta que está siendo parcial con Peter —dijo frunciendo el ceño.

—Me lo he pensado bien y quizás no fue el mejor curso de acción bloquear a su ex —el chico se encogió de hombros y tenía la cara roja.

—¿Ustedes hicieron qué? —Ryan levantó una ceja hacia ambos. Frank dejó escapar un resoplido.

—Fue idea de Sammy —dijo, señalándolo con el pulgar.

—Me declaro culpable de ser el autor intelectual del crimen —Samuel levantó la mano derecha, llevándosela al corazón mientras le dedicaba una sonrisa divertida a su hermano. La culpa no le duró demasiado.

—Ustedes dos son malvados —Ryan se quedó pensativo un instante antes de continuar hablando—. ¿Qué es eso de ex?





Peter observó su teléfono, que parecía en buen estado, lo único raro era que nadie le estaba llamando. A decir verdad, aunque aquello sonaba deprímete, se dio cuenta que no extrañaba el contacto con otras personas, no tenía muchos amigos y estaba de vacaciones. Su lista de contactos incluía solo a sus familiares cercanos y algunos amigos, además, ahora estaban Sam y Ryan, quienes insistieron en intercambiar números.

Fuera de eso Peter ni siquiera se molestó en mirar al resto de sus contactos, en primer lugar, porque no le apetecía hacerlo en ese momento y en segundo porque temía encontrarse con el número de John. El solo pensamiento le daban ganas de vomitar.

El continúo dándole vueltas al asunto, mientras los días se volvían eternos al lado de Frank, de su novio y del hermano de su novio, que no dejaba de coquetearle a cada oportunidad. Él hubiese estado feliz con simplemente permanecer en su cama todo el día, pero Frank ya tenía preparado todo para celebrar y no le dio la opción de escaquearse ni una vez.

Sin embargo, lo peor de todo fue el muérdago. Muchas veces estuvo a punto de olvidar que aquellas cosas estaban colgando en cada esquina de la casa y terminó siendo besado en incontables ocasiones por Frank, quien siempre maldecía por lo bajo, como si sus planes hubiesen estado a punto de cumplirse y fallaran de último momento.

Mal por él.

En un par de ocasiones le toco besar a Sam, no podía decir que fuese un evento desagradable. Para empezar Sam era un muchacho muy guapo, tan guapo que era una lástima no hacer válida la tradición del muérdago navideño. Para seguir era tan dulce que valía la pena besar mil veces a Frank por besar una vez a Sam. Y para finalizar disfrutaba el doble al ver la expresión de Frank cada vez que coincidía con su novio en una puerta, aunque aquella felicidad se anulaba después de notar la expresión de Ryan.

De todas formas, con respecto a Ryan las cosas cambiaron un poco desde la conversación en el auto. De repente se dio cuenta de que solamente era un tipo estúpido diciendo estupideces e intentaba tomarlo lo menos en cuenta posible. Aunque era difícil cuando se trataba de alguien que le resultaba tan atractivo.

—Entonces...—comenzó a decir alguna de aquellas noches.

—¿Sí? —pregunto el sin muchas ganas.

—¿Vendrá a verte tu novio? —inquirió, casi en un murmullo. Peter trato de permanecer impasible, pero no estaba seguro de haberlo logrado.

—No tengo novio, terminamos —dijo llevándose a la boca un montón de palomitas de maíz. Ryan asintió pensativo mientras miraba a la televisión, pero a Peter no podía concentrarse en la película—. ¿Por?

—Bueno...—nuevamente pareció dudar un poco antes de hablar, hasta que una pequeña risa se le escapó de los labios—. Estaba pensando que tenemos muy buen ambiente aquí ¿Debería comenzar a coquetearte?

—¿No lo estabas haciendo ya? —respondió, tratando de actuar como si aquello no le importara.

—Créeme, cuando comience a hacerlo, te darás cuenta.

Peter le miró, luego se giró hacia la pantalla y siguió comiendo palomitas. No quería ni iba a continuar con aquella conversación. Sobre todo, porque Ryan parecía disfrutar haciéndole sentir incómodo. "Pero que cabrón" Pensó hundiéndose en su lugar.

Eso podría resumir todos los encuentros que tuvo a solas con Ryan, los cuales fueron tantos como los besos que Frank le dio y el veinticuatro de diciembre Peter estaba seguro de que era una especie de táctica de tortura ideada por su hermano. Ryan era un monstruo que no se rendía y eso comenzaba a agradarle.

 Ryan era un monstruo que no se rendía y eso comenzaba a agradarle

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Navidades con los MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora