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Michael se asomó por la ventana de la pequeña casa, tratando de asegurarse de que no se encontraba en el lugar equivocado

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Michael se asomó por la ventana de la pequeña casa, tratando de asegurarse de que no se encontraba en el lugar equivocado. Sin embargo, el nombre de John West estaba en la placa de la entrada, junto al de Peter Miller.

La casa estaba casi desvalijada, pero no había duda, estaba en la dirección correcta.

Él trató de suprimir el impulso de meterse dentro y buscarle por todos los rincones, pero finalmente y como siempre, se dejó llevar hasta terminar encontrando una llave de repuesto en las macetas.

Así, contra todos sus conocimientos legales, decidió que era buena idea meterse a pesar de que aquello podía ser considerado, como mínimo, allanamiento de morada.

—Esto es tan estúpido —se dijo a sí mismo apretando los labios, justo antes de prender las luces de la sala y cerrar la puerta a sus espaldas.

Se trataba de un lugar pequeño, muy personal, tenía una sala, una cocina, una habitación, Michael apretó los labios tratando de pensar porqué aquel sitio se le antojaba extremadamente incómodo. Después de todo era una casa completamente normal.

Soltando un suspiro hizo memoria, encontrando la respuesta de inmediato.

Aquel era el lugar en el que West vivió con Miller cuando eran estudiantes. El lugar donde siguieron viviendo tiempo después de graduarse. De repente se quedó parado, incómodo en la mitad de la sala, preguntándose si ellos dormirían juntos en aquella época y se acurrucaban en el sillón para ver una película.

No.

Michael sabía que lo hacían, pero aun así se lo preguntaba, como si eso negase el conocimiento que ya tenía.

De alguna manera se sintió muy mal al respecto. Luego notó el vacío. Aquella casa había visto días mejores. Las paredes tenían la pintura descascarándose, había un sillón sin funda, la cocina estaba sin nada, probablemente todos los objetos personales habían sido removidos.

Miller quizás se llevó algunos objetos al departamento que ahora compartía con Ryan y el resto probablemente estaban en su propio hogar.

Entonces, Michael sintió un agujero en el estómago, un vacío tan profundo que entorpeció su respiración.

Quizás aquella noche nevada, cuando lo encontró congelándose en la calle, West se sentó solo en el sillón, miró a su alrededor y notó cómo había desaparecido todo rastro de Miller. Luego, tal vez, examinó la casa y encontró esas marcas grabadas en la pared, en el suelo, en todos lados y se dio cuenta de que esas marcas no eran otra cosa que recuerdos de la relación que se había terminado.

El horrendo fantasma de lo que fue asechaba en cada esquina y no había podido soportarlo, se marchó de ahí y terminó estacionándose en casa de Michael, cargando todo a cuestas, escapando de esa madriguera de melancolía.

Y ahora West se había ido, con una nota tan lamentable que daba risa ¿Volvería realmente para las fiestas? Quién sabe, pero había dejado a Michael atrás junto con toda esa mierda que ya no necesitaba.

Michael se sentó en el sillón, con las manos, sobre el rostro mientras pensaba en lo que estaba ocurriendo.

¿Realmente le importaba tanto que se hubiera ido? ¿Acaso lo extrañaba o era simple nostalgia? Quizás la rutina le tenía confundido, no sabía y tampoco quería saber.

Michael tomó aire, apagó las luces, cerró la casa, devolvió las llaves a su lugar, tomó su bicicleta y se largó.

De repente estaba un poco enfermo así que no cenó, se fue directo a la cama mientras pensaba en lo que estaría haciendo aquel idiota en esos momentos.

¿Estaría divirtiéndose?

Había pedido el número de Miller así que quizás estaba rogándole para que volvieran.

No sería raro, lo había dicho con anterioridad, West no era de los que rogaban, pero con Miller siempre terminaba dando su brazo a torcer. Tampoco es que culpara a Miller por algo, en realidad era un amigo al que apreciaba un montón y debía reconocer que West la cagó de la peor manera con él, ambos lo hicieron.

Aun así, el pensar que hubiese una posibilidad de que regresasen le ponía mal.

—Esto no está bien —murmuró enrollándose en las sabanas de su, ahora, solitario cuarto.

Suspiró.

West solía dormir en el sillón las primeras veces. El mueble era amplio y cómodo, además el sitio aseguraba que su lugar en la casa era temporal. Sin embargo, el tardó relativamente poco en meterse en la cama.

Michael recordaba que había sido una noche especialmente fría y le había dado lástima porque una ventisca reventó una ventana en el piso de abajo, así que la sala estaba helada. Michael le había invitado a regañadientes al cuarto y se acurrucaron juntos debajo de las sabanas, buscando el calor del otro.

Había sido una sensación extraña, nueva. Michael estaba acostumbrado a la soledad, a menudo salía con los Miller durante las fechas festivas y en las fiestas del trabajo se la llevaba larga, pero jamás se preocupó por el hecho de vivir solo.

En realidad, él era muy privado, le gustaba la idea de tener un lugar íntimo, un sitio donde esconderse del resto del mundo. Él a veces iba a quedarse en casa de algún Miller, pero ellos jamás fueron a su casa porque el odiaba que la gente invadiera su espacio.

Sin embargo, ahí estaba West, durmiendo en su cama, viviendo en su casa, comiendo en su cocina y compartiendo los cajones de su ropero.

Michael lo maldijo interiormente por acostumbrarle tanto a su presencia, porque ahora la soledad pesaba demasiado.

Apretó los labios y miró al techo, se quedó muy quieto esperando a dormirse, pero era muy difícil, se sentía incapaz de cerrar los ojos, estaba hasta cierto punto aterrorizado y no sabía por qué. Era horrendo.

Al final terminó bajando una vez más para ver una película y encontró un maratón de Friends en la televisión, el cual no le hizo sentir mejor porque ¿Quien quería ver una serie sobre amigos estando completamente solo?

El definitivamente no era de los que se sentía bien observando lo que no podía tener y a media noche estaba desesperado por encontrar algo para distraerse, así que volvió a salir al patio en la pequeña playa privada de la casa, donde se sentó sobre una toalla, envuelto en algunas mantas para contemplar el mar.

Por culpa de la nieve, el cielo estaba cubierto de nubarrones que ocultaban las estrellas.

Michael suspiró.

El clima lo ponía nostálgico y pensó que quizás si West estuviese con él aquello sería más fácil de sobrellevar, sin embargo, ese era un deseo estúpido para pedir.

El clima lo ponía nostálgico y pensó que quizás si West estuviese con él aquello sería más fácil de sobrellevar, sin embargo, ese era un deseo estúpido para pedir

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Navidades con los MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora