(LGBT+) "Navidades con los Miller" es una recopilación de historias, donde todo lo que puede salir mal, se convierte en un divertido desastre navideño.
Frank es un chico que solo quiere conseguir un ligue para pasar las vacaciones, pero en cambio t...
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Frank tenía un feo complejo.
Desde pequeño él siempre fue guapo, muy guapo, inteligente y exitoso. Venía de una buena familia así que asentarse no le había costado demasiado, era trabajador y tenía actitudes progresistas con respecto a su tipo de vida. Él era quien quería ser, había seguido sus sueños hasta alcanzar el éxito a una edad temprana.
Ahora tenía veintiséis años, no era demasiado mayor, pero tampoco se consideraba un jovenzuelo, sin embargo, aún no conseguía superar aquel trauma que le seguía desde siempre.
No podía sentar cabeza.
Desde niño su madre siempre le recordó que él sólo debía estar con alguien que se encontrara a su nivel. Alguien con futuro, con quien pudiese formar una familia. Una persona que tuviese asegurado el éxito. Para ella no era importante la apariencia física, claro que adoraba a Frank, era su bebé bonito, pero eso no era un factor que afectara en sus preferencias, tampoco la posición económica aseguraba que ella estuviera de acuerdo con su elección de pareja.
Para Minzi Miller lo más importante era la actitud.
A ella le daba igual que el novio de Frank no tuviese trabajo o que luciera cómo un perdedor y su familia no tuviera dinero, lo que ella necesitaba era ver la chispa en los ojos del chico, esa ansia de superarse que no muchos tenían. Quería verlo todos los días corriendo de un lado a otro, tratando de conseguir un empleo o trabajando en algún proyecto con miras al éxito. Tenía que ser alguien apasionado y, sobre todo, capaz de cumplir sus sueños.
Para Minzi ver a su hijo con un aburrido oficinista que no aspiraba siquiera a un ascenso sería la peor tortura de la vida, cómo si la metiesen viva en aceite hirviendo, así que había sido muy clara con él sobre las expectativas que tenía para su futura pareja.
Y claro, sin darse cuenta, Frank había tomado las aspiraciones amorosas de su madre cómo suyas y eso lo había metido en un terrible problema: odiaba a los "hombres de éxito". La mayoría eran estirados y se creían mejores que el resto, observaban a Frank cómo si fuera un chico juguete cualquiera y eso no le gustaba en absoluto.
¿Para qué iba a mentir? Él nunca tuvo pelos en la lengua, así que cuando algo le desagradaba lo decía, él tenía mucho carácter, por lo que "los hombres de éxito" siempre terminaba siendo secretamente intimidados por él. No había nadie en el mundo que no pensara que Frank Miller valía un millón de dólares, como mínimo, tenía tantas cualidades que parecía un buen trofeo, era un chico muy lujoso para traer colgado del brazo y eso atraía a una cantidad exagerada de idiotas a su vida.
Aun así, siempre aparecía uno que otro bastante decente en comparación: estos pretendientes solían ser buenos hombres, serios y divertidos al mismo tiempo, buenos con los niños, caritativos y miraban a Frank cómo una persona.
Ahí era donde aparecía su complejo, Frank odiaba a los chicos buenos, sobre todo a esa clase de chicos buenos. Había algo en sus sonrisas que lo volvían amargado, eran aburridos, desabridos, no tenían ningún chiste. Él de por sí ya era una persona que se aburría con facilidad, los fanfarrones lo mataban de pereza, las demostraciones excesivas de dinero, los intentos de impresionar y los detalles caros eran capaces de mandarlo a hibernación, pero ¿Los chicos buenos? Esos hacían que Frank quisiera matarse, colgarse del árbol más alto o del rascacielos más cercano, eran odiosos y también capaces de hacerlo caer en coma.