Capítulo I

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Lunes por la mañana. Odiaba ese día de la semana, siempre me daba mala espina. Es como si algo iba a ocurrir y siempre lo adivino. Me levanto desesperada y con algo de sueño. Ojalá sea viernes de nuevo y estar en mi cama todo el día. Observo detenidamente mi cuarto que estaba patas arriba porque anoche me volví loca buscando mi pincel para seguir pintando. Siempre me ha gustado desde muy pequeña pintar y, realmente, se me daba bastante bien. No obstante, no me atrevía a enseñárselos a nadie, me daba vergüenza ajena.

Camino lentamente por todo mi cuarto no sin antes pararme en el espejo observando detenidamente mi cuerpo. Lo odio. Sinceramente lo odio. Siempre he sido objeto de burla por aquellos niños que no paraban de mirarme, señalarme y llamarme "foca". Mi cuerpo se tensa al recordar todos esos momentos dolorosos que hasta me abrazo intentando calmar ese dolor. ¿Por qué no lo cubrí con aquella sábana? Con furia, lo tapo no queriendo volver a ver ese cuerpo tan horrendo que tengo.

Salgo de mi habitación, caminando perezosamente hacia la cocina. Tenía que desayunar y al mismo tiempo no quiero. Abro con pesadez la nevera que estaba casi vacía. Solamente había un bote de leche, una botella de agua, lechuga, y unas cuantas rodajas de tomates. Esa era mi comida definitivamente. No había nada más. Sé lo que hago está mal porque puede darme anemia o algún de enfermedad cardiovascular. Pero eso era de menos, al fin y al cabo, quería ser "perfecta" para ojos de cualquiera.

Law me matará si ve la nevera vacía. Sí, es mi médico particular y era quien me cuidaba y me aconsejaba que debería comer bien. Pero, con lo terca que soy, no lo hago. Tan solo me gustaría morir en paz y que ya todos se olvidasen de mi nombre. Lleno el vaso agua y me tomo una de las pastillas que me recomendó Law para estabilizar mi apetito. En realidad, ser "gorda" no es bueno para mí. Ni para nadie.

Camino lentamente, levantando mis pies con algo de pesadez, hacia el salón recogiendo todos los cuadros que había pintado todo el fin de semana. Mi mente es creativa cuando quiere. Todos mis cuadros representan como siento cada vez que me miro o me visto. Las ropas que utilizo no son bonitas, más bien son holgadas intentando esconder cada michelín de mi cuerpo. Ya me gustaría ser como Nami, ella sí que es guapa.

Y hablando de ella, escucho como suena la alarma de mi móvil notificando que la chica de pelo naranja me estaba llamando. Obviamente, se lo cogí, es mi amiga, al fin y al cabo.

—Buenos días —contesto aún somnolienta.

—¡Buenos días, ¿cómo has dormido?! —Me pregunta con mucho ánimo la joven.

—Pues como si me hubieran dado una paliza —escucho una pequeña risa al otro lado del móvil.

—Eso te pasa por estar todo el fin de semana dibujando y pintando —¿Me estaba regañando?

—Es lo único que podía hacer para entretenerme —busco alguna excusa barata para que me entienda.— ¿Para qué me has llamado?

—Te llamo porque los chicos y yo vamos a quedar este fin de semana, hace tiempo que nos no reuníamos.

—Bueno, eso es mentira. Nos vimos la semana pasada.

—Pues para mi es una eternidad y Luffy se desespera.

—¿Cómo puedes soportarlo?

—Es mi novio, no tengo más remedio.

Nunca me imaginé que ella y Luffy fuesen pareja. La verdad es que es una bonita pareja. Sonrío con timidez recordando esos momentos en que Nami golpeaba la cabeza de Luffy cada estupidez que decía. Y ese amor-odio que se tenían, se convirtió en algo más. Y el chico de sombrero de paja, hacía mucho tiempo, que sentía algo por Nami y no era el único. Hasta que dieron el paso. Algo que no le sentó muy bien a cierta persona que conozco yo.

Amar a una "gorda" (Smoker x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora