Capítulo XVIII

6.7K 383 48
                                    

—¡Me duele!

—Y yo te digo que lo siento.

Uno se pregunta qué demonios estamos haciendo ___ y yo. Prácticamente le estoy quitando la ropa para que se dé una buena ducha. Tiene algunas partes de su piel quemadas a causa del sol. Y yo soy el responsable, ya que no la cuidé bien. La pobre. Le está costando horrores. Obviamente, estamos en mi casa. Deseaba que durmiera hoy conmigo y verla dormir y despertar con ella. Creo que hoy no podremos jugar en su estado. Mírala. Pone puchero como una niña pequeña. ¡Te juro que me dan ganas de abrazarla y no puedo!

Pues sí que le quedó la marca del traje de baño. Y me siento responsable ante ello. Lo único que puedo hacer es reconfortarla a besos por todo su rostro y acariciar con lentitud su piel. Y ella se queja de dolor. El problema es que Snow no está quieto y me pone nervioso. Podría hacerla daño y no me gustaría para nada. La guío hasta el baño mientras me desnudo también para bañarme con ella. Tengo que cuidarla; sobre todo, su espalda. ¿Podré controlar las ganas de empotrarla en la pared? Debo hacerlo, ten la mente fría, viejo pervertido.

Ella me mira con vergüenza al verme en este estado. Oh, por favor, como si no me hubiera visto. No sé cuántas veces me ha visto desnudo, pero ya debe de estar acostumbrada a mi presencia. Nos metemos en la ducha y abro el grifo, dejando que el agua recorra por nuestra piel lentamente. Escucho un pequeño quejido por su parte y me acerco un poco más, besando con ternura sus manos. De sus labios sale un pequeño suspiro. No dejo de tocar su piel, mis dedos lo rozan con cautela. Hasta masajeo con lentitud sus cabellos, ya mojados por el agua, mientras ella posa las suyas en mi cabeza. Está vez me dedicaré a mimarla todo lo posible.

—Estás muy mimoso. ¿Dónde está el Smoker pervertido que conozco? —pregunta un tanto risueña.

—El Smoker pervertido tendrá un día de descanso —contesto, siguiendo el juego—. Si hacemos el amor, sufrirás por las quemaduras.

—Que lindo por tu parte.

Esbozo una sonrisa de enamorado perdido. Esta niña me va a matar de ternura. Poso mis manos en su trasero bien firme y redondo, acariciando esa forma que tanto me encanta. Como me gustaría azotarla y escuchar ese sonido que hace que me excite. Cojo el champú y comienzo a enjabonar su cabellera, formando espuma. Ella aprovecha para hacer lo mismo conmigo. Ambos tenemos los ojos cerrados, disfrutando de este masaje. Yo ronroneo muy satisfecho. Le voy dando tiernos besos en sus labios, teniendo la oportunidad de estar así con ella. Dios, me he vuelto empalagoso.

Y no me importa serlo. Por ella hago lo que quiera. Ya terminando con el baño, nos cubrimos cada uno con una toalla mientras busco en la estantería una crema, para que se le quite aquel quemazón. Esperemos que a la hora de dormir no tenga problemas. Ella se dirige al cuarto para secarse bien y ponerse el pijama. ¿Por qué no me deja hacer esa tarea? Desde mi posición, admiro su belleza natural. Esas curvas proporcionadas, aquel trasero que dan ganas de apretarlo, esas estrías que se marcan en su piel... Ella es perfecta para mis ojos. Y quien diga lo contrario, es que no sabe disfrutar tal belleza.

Ella se gira, notando incomodidad, y sus mejillas se tornan de ese rubor de color rosa. Parece una niña pequeña. Camino hacia ella y le quito la toalla, mostrando la crema. ___ entiende lo que significa, por lo que vuelve a su posición, apartando sus cabellos para que no sea molestia. Sin embargo, la hago acostarse en la cama, boca abajo, aprovechando en ponerme encima de ella, posando las rodillas a cada lado de su cintura. El tacto de la loción es fría. La unto sobre su piel, donde se eriza completamente y ella arquea la espalda. «Mierda», contrólate que no la estás follando. Es que en esa posición ya podría meter mi polla en su cavidad.

Doy un leve masaje en su espalda, recibiendo suspiros, satisfecha de lo que hago. Sonrío ampliamente y me acerco para implantar besos en su nuca, dejando de lado las caricias. Es mi niña. Es mi novia. La quiero demasiado como para dejarla. Es tan tierna y tan inocente. Le doy la vuelta para seguir con mi labor. Ella me mira expectante, atenta a mis movimientos. Nuestros ojos se conectan al instante y alzo mi mano para acariciar lentamente su mejilla. Me acuesto, apoyando mi cabeza entre sus pechos, disfrutando del sonido de los latidos de su corazón.

Amar a una "gorda" (Smoker x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora