Día 4 Bosque Montículo Lunar

10 1 0
                                    

Tras desayunar observé a Mía, me pidió ayuda para trabajar en el huerto.

El paso del tiempo desapareció en un parpadeo, solo quedaron las gotas de sudor en mi frente como constancia del trabajo.

Es una buena idea ir a buscar avellanas en el bosque, ¿vamos juntos?

Asentí cómodamente mientras preparaba mi armamento, sonará ostentoso solo que únicamente es una maza de hierro y el peto de un animal desconocido. 

Mientras caminábamos a través del bosque tuve el ligero recuerdo de qué por los alrededores fue dónde me desperté el primer día. Observaba atentamente cada detalle que fuera capaz de cambiar alrededor, tal vez eran pensamientos infundados ya que se veía muy tranquilo el bosque, vi una pequeña liebre pasar rápidamente y esconderse en su madriguera. 

No te pierdas dijo Mía mientras tomó amablemente mi mano derecha. 

El suave intercambio de nuestras manos tocándose aceleró de manera tenaz mi corazón. 

Mientras deseaba perderme en esa placentera sensación se escuchó a la distancia el estridente grito de un hombre con una voz grave.

¡VAMOS VENGAN, BESTIAS INMUNDAS, AUNQUE ACABEN CONMIGO LAS LLEVARÉ A LA TUMBA!.. Coff.

Aparté la mano de Mía y preparé la maza de hierro. Ella descolgó el arco que llevaba sobre su espalda y tomó una flecha. 

¿Deberíamos ir ayudar?

Mía asintió, entonces emprendí la marcha adelante de ella. Avanzamos a través del bosque como si fuéramos uno, al llegar a una pequeña zona espaciosa sin árboles vimos a un hombre cubierto de sangre con la espalda sobre un árbol y una reluciente espada de metal sobre su mano, la cuál sostenía firmemente y sonreía de manera temeraria.

Frente a él se encontraban 4 bestias, del tamaño de un perro común, delgada con plumas y grandes garras. 

Me acerqué a la más rezagada de las bestias rápidamente e intenté asestar un golpe, lo evadió con suma destreza y se lanzó sobre mi, al momento de esquivarlo me resbalé sobre la tierra y caí de espaldas, mientras veía como veía que mi rostro iba a ser rasgado, la bestia abalanzó sus zarpas sobre mi.

De pronto dos flechas se incrustaron en la bestia y se desplomó en el suelo y me levanté temerosamente, miré en dirección a Mía y le solté una sonrisa de agradecimiento. Se veía como una hermosa diosa guerrera carmesí en mi imaginación, era como si la luz del sol cayera directamente sobre ella aumentando sus delicados rasgos faciales. 

El aventurero herido aprovechó la abertura que creé al distraer a las bestias y acabó con dos de ellas. Mientras la última huyó atemorizada al perder a sus familiares. Tan pronto como desapareció en la distancia, el hombre se desplomó en el suelo como una cometa con las cuerdas rotas. 

Nos acercamos al sujeto en suelo y a simple vista que podían ver moretones y heridas junto con una excesiva cantidad de sangre. Aún respiraba aunque débilmente. 

Mía y yo decidimos cargar al hombre a casa, es de agradecer el hecho de que no es pesado, parece más bien un costal de huesos, aunque no debería comentar esto en voz alta. Me pregunto seriamente como era capaz de producir esa voz tan grave. 

Lo acostamos sobre mi cama, Mía limpió la sangre y trató de curarlo lo mejor posible cuando descubrió que las manchas de sangre que yacían sobre él no era verdaderamente su sangre, únicamente tenía grandes moretones con formas extrañas. Luego dejamos que siguiera descansando el aventurero. 

Decidí quedarme en vela durante la noche entera cuidando de que el sujeto no fuera peligroso, no está de más ser algo cauteloso, ¿no es así? 

En parte de mi guardia salí y observé el infinito cielo estrellado junto con la luna llena. 



Vividor PonienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora