Día 15 Sin Apoteosis

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Soñaba, me fundía con el espacio sin percepción alguna del tiempo, de la tierra creían los árboles y en un abrir y cerrar de ojos perecían, estaba allí inmóvil era únicamente un espectador.

Me desperté con ligeras gotas de sudor sobre mi frente.

El día avanzó de manera habitual, bien entrada la tarde, mientras me encontraba tomando un descanso en la entrada de la cabaña, ya debía ser la hora del sonar de las imponentes campanas del pueblo.

¡TING, DONGG!

Se me hizo extraña la falta del sonido siguiente, debió sonar 4 veces. ¿Seguirá siendo efectivo contra las bestias, qué habrá ocurrido? un par de preguntas de arremolinó en mi mente. 

A la distancia se oyó el clamar de una trompeta proveniente de la torre vigía del poblado. El sonido perecía en mis oídos sin significado alguno para entender la situación.

¿Mía, qué está ocurriendo?

Notablemente alarmada corrió, tomó la daga de obsidiana, el arco sencillo de roble y provisiones.

Estamos en peligro, sin la protección del campanario las bestias mágicas deberán ir en dirección al pueblo, con tantos años de protección de fácil dejar desatendidas las tareas de seguridad del pueblo, será difícil...
Los animales habrán ido acumulando su rencor hacia los habitantes, descubrí qué con el sonar del campanario las bestias huían lastimosamente sufriendo cuando estaban en el margen de protección, la venganza sería un acto natural.

Verdaderamente mientras mantenía la conversación con Mía ella no dejó de moverse en ningún momento de un lado a otro.

Siguiendo su ejemplo tomé mis escasas pertenencias.

Mientras salíamos de casa para evaluar la situación en dirección oeste de Escarclus a la distancia, corriendo a través de la llanura había una bestia gigante con grandes colmillos curvados. Medirá alrededor de 20 metros y emitía un resplandor purpúreo, las demás criaturas la acompañaban a su lados como si fueran guiadas de manera audaz a la batalla.

Debe ser un Mamut, aunque desconozco el motivo para su color púrpura.

Tuve una fuerte sensación de peligro. Desvíe la mirada al norte de nuestro hogar y también habían bestias moviéndose hacia nosotros. 

Vamos Mía, no es seguro quedarnos aquí.

Nos dirigíamos al arroyo rápidamente, el cual vía al sur se llegaba a cruzar con un río. Debíamos llegar y pasar por ahí. Atrás las bestias nos seguían con sus punzantes ojos y la mirada de un cazador hacia su presa.

La corriente era suave, ya teníamos nuestras pertenencias mojadas también íbamos a mitad del río. Este poseía un diámetro de 40 metros.

Está fría, ojalá no consigamos un resfriado.

Miré hacia arriba acercándose a gran velocidad una gigantesca ola, nos arrastró.

Maldecía en mi corazón la incapacidad de proteger a Mía.

Pronto perdí el conocimiento.


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