Antes de que si quiera me levantara de mi asiento, ese hombre alto y fornido que se había adjudicado el título de padre me interceptó, esta vez tenía una aura de ternura en su ser, reflejaba una calidez extraordinaria como jamás en mis casi 19 años de existencia había atestiguado.
Me tomó suavemente del brazo y me ayudó a levantarme:
-- Está ha sido una broma de pésimo gusto señores --- reclamó en un tono protector.
En ese instante que se distrajo escondí el pañuelo entre mis vestiduras, mi padre regresó a mi lado y ofreciéndome su mano me acompañó a la sala.
Mientras el eco de nuestros pasos se ahogaba entre los pasillos, observé una pequeña lágrima en los ojos de aquel hombre de acero que jamás se había doblegado ante nada, ese hombre que era la definición de masculinidad parecía tener emociones, e enterradas en lo más profundo de sus ropas negras.
-- ¿Qué te sucede padre mío? --- le pregunté sin dejar de mirarlo a los ojos.
--- He recordado a tu madre, no es nada querida-- respondió con un tono titubeante.
Pasó un pañuelo de seda por sus ojos humedecidos, y me sonrió
Todo parecía ser tan auténtico que hacía tambalear un pequeño lago de rencor que se había creado dentro de mí alma al paso de los años, pero al mismo tiempo había algo inexplicable, tal vez el instinto o una especie de sexto sentido que gritaba y reclamaba la falsedad de esta escena, estas advertencias luchaban por ser escuchadas ante aquel torbellino de emociones que causaban un estruendo infernal en mi interior.
Con la ingenuidad de una niña, preferí creer que él en realidad tenía sentimientos, me esperancé a la idea de encontrar un punto de quiebre en aquel frío trozo acero hecho hombre.
Se sentó a mi lado en uno de los sofás de gamuza, recubiertos por una tela suave de color magenta (hacía juego con los muros de tonalidad tinta) con algunas salpicaduras de hilos dorados que formaban espirales y lazadas es patrones indistintos. A veces me quedaba por horas observándolo, cada vez que lo hacía parecían moverse de lugar, sus hilos rebeldes e inquietos me atrapaban y a la vez me consternaban.
Una energía dispar emergió dentro de mi, tal vez era ese sentimiento desconocido que solo había experimentado a través de los libros, tal vez y solo tal vez era ese calor de una familia que tanto ansiaba, eso me llenaba de emociones que casi llegaban al nivel de felicidad absoluta.
Esta cadena de sentimientos insólitos se hacía cada vez más extensa, estaba eufórica, me consumía la alegría de que ese hombre,que era mi única familia, revelara la zozobra que habitaba en su interior, sin utilizar una sola palabra me había hecho sentir todo un mundo invito de emociones desconocidas que hacían vibrar a mi alma.
Tal vez era una reacción un poco exuberante, pero jamás había recibido interés paternal, era algo nuevo y extraño que despertaba en mi el ansia de recibir un poco más.
Sentados en el absoluto silencio, donde nadie era capaz de tener el valor para destrozarlo en mil pedazos, yo solo lo miraba con una sonrisa tímida tratando de incitarlo a tomar la iniciativa de la conversación, y de una vez y por todas desgarrar su mutismo, pero él súbitamente se quedó enfrascado, solo observaba el piso, ensimismado, parecía contar cada una de las estrías en los antiguas pisos de madera terracota, como si el mundo se concentrara en cada una de esas ránulas huecas, parecía que cada uno de esos surcos añejados eran capaces de narrar lo remoto de su pasado.
Acabé por rendirme y yo también baje la cabeza, entonces sin que lo advirtiera salió de su trance hipnótico y puso sus pálidas manos sobre mis hombros, y sin decir una sola palabra se levantó suavemente y se fue, lo único que pude escuchar era el sonido de sus pasos alejándose, cada segundo su sonido se perdía entre los pasillos, resonando en las paredes con un eco leve y rítmico.
Toda esa utopía personal que había creado en lo más profundo de mi aliento se desvanecía, se desmoronaba cruelmente ante aquel acto de frialdad que me había helado hasta los huesos.
Me fui a la habitación de huéspedes donde mi padre me había enviado, aun non entendía el porque estaba allí y no en mi habitación como sucedía cada noche, estaba agotada, mi cuerpo resentía ya la fatiga, así que dejé de preguntarme cosas y me propuse a dormir.
Estaba acostumbrada a la gótica melodía del reloj, esa sinfonía que provocaba escalofríos y parecía hacer alusión la esencia de la muerte misma, era tan tétrica que petrificaba los músculos y podía hacer que un segundo se tornara en horas, por lo menos así lo sentía.
Esa noche me despertó ese cántico funesto, a pesar de haber convivido con él durante toda mi vida, esa noche me turbó de una manera insólita, se había vuelto un sonido insufrible que ocasionaba padeciera de dolores más allá de lo material que se manifestaban en mi espíritu.
Intenté recuperar el sueño nuevamente, pero solo conseguí dar vueltas en la cama sin conseguir ni un bostezo.
Decidí levantarme e ir por un libro a la biblioteca de mi padre, tome una linterna, y me levante de mis aposentos, ya en pie, abrí suavemente la puerta evitando cualquier sonido que diera pista de mi salida, así en camino hacia ese lugar dotados de infinitos libros tuve cuidado con cada duela, evitando que estas emitieran sus estridentes rechinidos. Traté de fusionarme con la oscuridad apagué la linterna y me transformé en una sombra, rápida y sagaz para evadir la mirada de aquellos ojos que se pudiesen despertarse y atraparme rondando por los pasajes de la casa.
Pasé frente la puerta de mi habitación sellada, iba a continuar mi camino cuando repentinamente escuché unos suaves susurros, era como si dos personas conversaran en su interior murmurando para evitar ser escuchadas.
Observé como la puerta se abrió ante mí, como si mi invitara a pasar, desconfiaba de cada paso que daba al acercarme a ella, extrañamente no tenía miedo sino más bien un sentimiento de ansiedad, eran unos nervios exóticos que más se parecían a la curiosidad que al pánico.
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Alítheia
Mystery / ThrillerMe he despertado esta mañana sin un sentido aparente, perdida, extraviada en mi propia esencia. Aunque ahora dudo si realmente me pertenece. Mi poesía, mi arte, mi alma; parece ser todo un montaje teatral de una vieja tragicomedia. La realidad parec...