Capítulo V

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Tomé el dije entre mis manos, y con caricias suaves, me dispuse a retirar las capas espesas de polvo y telarañas con que los años lo habían envuelto, un sopló delicado casi dio término a la tarea de limpieza, excepto por una capa endurecida de óxido que se negaba a salir.

Quité el pasador de plata de mi estrafalario peinado, y con el, comencé a raspar energética mente el óxido. Transcurridos unos segundos logré retirar la ultima porción de ese parásito que se adhería al metal.

Pasé sobre la superficie, el pañuelo de seda que me acompañaba en todo momento siempre escondido en el escote de mi vestido.

Mis ojos se abrieron del tamaño de platos, al observar grabado sobre el metal unas iniciales: A.S

--¿Como pude haberlas pasado por alto?

Tal vez, el cruel castigo de mi padre me había hecho ignorar este detalle, o tal vez el hipnótico retrato que celaba en su interior había opacado mi capacidad de análisis.

De cualquier manera, ahora estaba al descubierto, el secreto metálico había salido a la luz.

O al menos eso llegue a sentir en ese punto de mi alucinación.

Desde niña he tenido este tipo de ataques fantásticos, en los que mi cerebro me juega bromas con su desvarió. Tal vez por eso mi padre me mantiene aislada del mundo con esos espesos muros de roca sólida que rodean la casona.

En ocasiones llegaba a relatar de manera inconsciente cada una de mis aventuras psicóticas, pero mi padre siempre me decía que eran sueños infantiles, epifanías inocentes que se manifestaban en mi porque era una niña muy especial, destinada a ser algo maravilloso.

La emoción por el reciente hallazgo me había distraído de lo sucedido en la habitación oscura, o el rincón de los ojos claros, como me dispuse a llamarle.

De hecho, ahora que lo pienso, no ha pasado por mi perspicaz comprensión regresar en su búsqueda.

Me sorprendí al darme cuenta que ya era de mañana, se escuchaba el trinar de algunas aves que habían decidido no emigrar hacia el cálido sur, y quedarse al cuidadoso resguardo que les proporcionaban unas pequeñas pero cómodas pajareras que Eva había colocado para que las aves alegraran un poco el lúgubre y gris lugar.

Los endebles rayos solares se asomaban por una esquina de mi ventana, apresurados por anunciar a llegada del nuevo día.

Sentí como si se me quemaran las retinas al entrar en contacto con la luz, pero no disipaban mis pensamientos arraigados hasta lo más profundo de mi mente.

Entonces decidí afrontar el riesgo de una posible sanción paternal y embarcarme en una investigación para poder saciar de una vez esa sed de conocimiento que incineraba cada célula de mi cuerpo.

Me disponía a levantarme de mi lecho y salir en busca de la aventura, cuando la ama de llaves me intercepto casi a punto de llegar a la puerta de caoba amarronada.

- Buenos días señorita Clara, su baño está preparado, y el desayuno listo. -dijo en una tonalidad afligida, que reflejaba una profunda tristeza, mientras sus ojos cristalizados me miraban de manera lastimosa

Coma cada mañana, Eva me acompañaba a tomar un baño de agua caliente y aceites esenciales con olores dulces, lo odiaba, siempre todo estaba inundado de fragancias aromáticas que propiciaban en mi un sentimiento de fatiga que perduraba durante todo el día, me impedía mantenerme alerta, y hacer otras actividades que no consistieran en lectura o la costura.

Había descubierto una técnica para evitar este tipo de efectos secundarios, este consistía en tomar mi pañuelo de seda y con él, cubrir mis vías respiratorias, y con ello filtrar las azucaradas toxinas florales.

El doctor le daba esas sustancias a mi padre mes con mes, él decía que me mantendría tranquila, pero solo adormecían mi cuerpo, encerrando a mi mente hiperactiva y ansiosa en un cuerpo inútil.

Llámenme ingenua, pero era la primera vez que cuestionaba porque siempre me acompañaban a todas partes, porque siempre me perseguían como si fuera una reclusa en una prisión, desde ese instante comencé a sentirme como en una. También era la primera vez que reñía contra la idea de tener que recibir esas sustancias como si me encontrara en un sanatorio mental.

Tomé mi baño como siempre, y nuevamente fui custodiada por Eva hasta el comedor donde me esperaba un vaso de leche de cabra y un plato típico de Inglaterra, mortadela, salchichas y huevos.

Ese día el plato de comida era excesivamente abundante, soy un poco robusta pero tampoco al grado de comer todo eso.

Cuando llegue a la mitad del colosal plato, Eva me dijo que debía de terminar todo, o habría reprimendas para ambas, la miré, y como niña caprichosa me negué a su pedido y me levante de la mesa.

Tuve que salir corriendo para evitar que me obligaran a regresar al comedor, me quite los zapatos para no ser escuchada por Eva o alguien más, y con la agilidad de una joven gacela me escabullí entre las sombras, conocía ¡cada milímetro de la casa, así que escape fácilmente.

Internada en las profundidades de la casa, decidí iniciar mi búsqueda de respuestas de una vez por todas, anduve entre los laberintos cubierto con papel tapiz, poco a poco las zonas se iban tornando más oscuras y sombrías, podía sentir que la temperatura bajaba, y era más intenso al traer puesto un delgado vestido de seda violeta, era como si el invierno se colara entre los muros y se combinara con el tétrico ambiente.

Y después de lo que parecieron horas, encontré el reloj de ébano negro que me había ocultado en aquel encuentro, pero después de él no había nada, la puerta había desaparecido como por arte de magia.

Las frustraciones se apoderan de mí, sentía una decepción y una rabia monumental en mi corazón. Solo quería llorar de la ira que me consumía por dentro.

La decepción se transformó en miedo cuando el mismo susurro que escuche el día que Marco apareció, se manifestó:

- Clara, Clara, aléjate de aquí lo más pronto posible, Clara escúchame, vete por favor. - era una voz femenina y lúgubre, pero en un todo de insistente advertencia.

Sentí un escalofrió que recorriómi espina dorsal cuando al unísono del susurro, sentí un aliento helado en mi cuello.

AlítheiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora