Con la determinación dictando su camino como una flecha, el joven Elías corre hacia el grupo de espectros que se arrastran cerca del edificio de la escuela. Grita una y otra vez el apodo de aquel alienígena. Aunque no recibe respuesta, sabe que esa criatura lo debe estar siguiendo muy de cerca.
«Esta situación es una completa locura, aunque me alegra haberlo descubierto. Los alienígenas existen, los espectros son reales, la humanidad puede obtener poderes con el suficiente entrenamiento. Hay tantas cosas por las que podría estar realmente eufórico, pero...». Elías recuerda la condición de su compañera de clases, una de las pocas personas que se han logrado ganar su respeto desde el primer momento. «No te preocupes, Rosario. Voy a ganar el tiempo que sea necesario para que la señorita Nayeli te resucite».
Una silueta luminosa desciende con elegancia del cielo. De su espalda brotan cuatro brazos oscuros como si fueran serpientes que se mueven por voluntad propia. Su rostro es tal como lo dicta su apodo una expresión hecha y derecha de alguien retorcido, una expresión de locura.
—Así que tienes el valor para sacrificarte por una humana insignificante, y una oscura muerta. No comprendo si eres idiota, o realmente eres alguien valiente. En fin, estoy por lo que realmente importa, tu código, espero que al menos valga la pena.
—Un emperador. No sé si es la sangre de un emperador o como funciona esto, pero tengo un código de esos. Al menos, es lo que dijo la dueña del cuerpo que posees.
Una mano oscura se dispara a una velocidad imperceptible para el ojo humano, y un duro puñetazo sofoca al muchacho, entonces, otro brazo se desplaza y lo sujeta del cuello, alzándolo en el aire.
—Esto no es divertido. No me gustan las personas mentirosas. No eres un emperador como yo, alguien insignificante como tú no puede serlo. De ser así, dime cuál es tu tipo de sangre.
El emperador loco estruja el cuello de Elías con su brazo oscuro, pero como no quiere matarlo, lo arroja al suelo. El cuerpo azota contra la tierra y dibuja una línea de polvo hasta impactar con un árbol.
—¿Cuál será? ¿Eres positivo o negativo? ¿Qué letra eres? ¿Qué tipo de poder podrías estar ocultando? Espero que no tengas una habilidad idéntica a la mía, sería un desperdicio de tiempo tratar contigo.
Elías no se puede ni levantar, ese último ataque del emperador loco lo ha dejado sumamente lastimado. Siente como si su cuerpo fuera machacado con piedras una y otra vez, pero recordando los quince minutos prometidos, se arma de coraje, y apoyándose en el árbol, se levanta.
—¡Eres increíble! Sin descifrar tu código ya eres bastante resistente. Mencionaste lo de las artes marciales, ¿realmente son tan efectivas?
Elías escupe un poco de sangre y se limpia la tierra de su rostro.
—Cierra la boca un rato. Me mareas con tu estúpida voz femenina, no intentes confundirme.
—¿Acaso te gusta cómo luzco? Ven y dame un poco de amor. Ah, es verdad, tu corazón le pertenece a un alienígena con el objetivo de exterminarte, lo había olvidado. Aunque ya la maté, así que no quedan impedimentos entre nosotros —dice el emperador loco en un tono burlón.
—¡No vuelvas a hablar de Rosario como si la conocieras! ¡Ella no es ese tipo de persona!
—¿Eh? ¿Y cómo piensas evitar que siga hablando de esa escurridiza criatura? No eres más que un humano en tu estado actual, no puedes hacer nada, no tienes poder, no tienes inteligencia, no tienes los huevos de venir e intentar golpearme. Solo eres un chiquillo con un mal temperamento. ¿Acaso papá no te pone demasiada atención?
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Código humano: La sangre sacra.
FantasyLos humanos son seres demasiado complejos, que desde el principio de los tiempos han demostrado sobresalir entre las especies de su planeta. Aislados del resto del universo, escalaron en la cadena alimenticia con su ingenio y se volvieron los reyes...