Volviendo al presente...
El elegante caballero blanco sobre su noble corcel, deambula en las oscuras calles de la ciudad mientras carga entre sus brazos el exánime cuerpo de un muchacho. Había intentado detener esta situación, pero desafortunadamente no lo había hecho a tiempo. Sin duda, este niño no podía morir así sin más.
Es por eso que galopando a toda prisa sobre la desértica carretera que cruza la ciudad y se dirige al bosque, espera fervientemente encontrar una misteriosa flor que los humanos no son capaces de ver, pues solo alguien capaz de admirar la belleza de la fuente de la vida —el aura— puede hacerlo.
«Nicolás Apolonio. Por lo que pude sentir, ese sujeto estaba ocultando otra etapa además de su "Edad de bronce", probablemente ya ha alcanzado "Edad de plata", pero al haber poseído un cuerpo ajeno, debe saber que sus poderes se han debilitado, y que no volverán a ser como antes tan fácilmente», pensaba Arley.
Su corcel ya estaba dejando la urbanización detrás, entrando en una solitaria carretera que se torna perturbadora con los gigantescos árboles torcidos del bosque nocturno. Aun así, ni siquiera los ruidos de esas criaturas de la noche podían perturbar sus pensamientos.
«Si ese sujeto no hubiera ido a por el código, es posible que el combate hubiera terminado en tan solo un movimiento. Eso explicaría por qué pudo vencer a la oscura antes de su despertar, ya que no la necesitaba, simplemente la eliminó. Espero que todo haya ido bien de aquel lado, Isis puede ser algo imprudente.»
El jinete de la conquista sintió un hormigueo en su costado izquierdo, por lo que hizo girar a su noble compañero en esa dirección, abandonado la recta carretera para adentrarse en el oscuro bosque, haciéndose un propio camino con sus pasos. Y aunque debería estar siendo perturbado por las hojas y las ramas, con la ligera proyección de su aura las ahuyentaba, pasando tranquilamente, solo preocupándose por evadir los troncos.
Un destello azul podía verse en la distancia, así que la felicidad llenó la expresión de Arley, mostrando su radiante sonrisa, y mirando alegremente el cadáver en sus brazos.
—Mira eso, Elías. Esa luz es tu salvación, yo, como un experto maestro en la creación de elixires, te prometo que crearé el mejor fuego de la vida para reanimarte. A-Además, si no lo hago, esa bruja me va a matar.
—¡¿Se puede saber a quién llamas bruja?! —ruño una imponente voz que, al sorprender al corcel, lo hizo relinchar, casi derribando al jinete con el cadáver.
Una mujer de cabello largo y oscuro, estaba parada a solo unos pocos metros delante del jinete, y a su lado, una mujer que parecía aterrada y confundida permanecía a su lado.
—I-Isis, ¿qué haces en este lugar? —cuestionó Arley con nerviosismo.
—Sabía que no lo lograrías. Si fuera salvar a una damisela en apuros, serías ágil, pero para un chico, eres bastante torpe. Seguramente estuviste coqueteando con el emperador, ya te había dicho que era un hombre —comenzó a regañar la mujer llamada Isis.
Arley no podía utilizar un solo argumento para defenderse, esa mujer lo conocía demasiado bien, así que solo se quedó escuchando mientras bajaba la mirada como un niño pequeño que es regañado por su madre.
—En vez de regañarme... ¡¿Quién es la belleza que viene contigo?! —curiosea Arley, descendiendo de su corcel con un salto elegante mientras tumba el cadáver de Elías en el mar de hojas secas que adornan el suelo del bosque. Entonces se precipita a la mujer timida y la sostiene de las manos, mirándola con un ardiente brillo en sus pupilas.
Pero es brevemente derribado por un puñetazo en la cabeza, de la mujer de cabello negro que porta una vestimenta similar a la de él.
—Ella se llama... ¿Cómo? —Isis se dio cuenta de que no le había preguntado su nombre, y si lo había hecho, ya lo había olvidado al no darle importancia.
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Código humano: La sangre sacra.
FantasíaLos humanos son seres demasiado complejos, que desde el principio de los tiempos han demostrado sobresalir entre las especies de su planeta. Aislados del resto del universo, escalaron en la cadena alimenticia con su ingenio y se volvieron los reyes...