III. El heredero de la sangre sacra -Parte 3-

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—¿Qué es esa chica? —pregunta la enfermera Nayeli, entrecerrando los ojos para distinguir mejor la figura desnuda escondida en las sombras. Aun así, no podía decir con certeza si lo que estaba adentro era humano o no.

Por otro lado, la pobre Rosario aparta la mirada con temor. Intenta pensar en algo distinto, queriendo eliminar la imagen de esa piel pálida tatuada con cortes por todos lados, y esa mirada muerta, cosas que la hacen pensar: «Esto es aterrador».

—Orden y libertad. El seguimiento para alcanzar la iluminación, es un camino difícil y aterrador, más que una tierra cubierta por tinieblas. Eso es lo que dice ella —dice Elías de pronto, mirando con sus ojos humedecidos por las lágrimas, mientras sostiene su playera a la altura del pecho con fuerza. —No está muerta, pero su dolor ha perdurado con el paso de los años, jamás ha disminuido.

—¿Qué te pasa Elías? ¿Por qué estás llorando? —cuestiona la enfermera, pues no comprende las palabras del alumno, ni los sentimientos que desborda con tanta emoción.

«Jamás hubiera imaginado que lo vería llorar, el alumno más temido de la secundaria. Incluso así se mira muy guapo», pensaba Rosario, con sus mejillas rosadas y una alegre sonrisa en su rostro. Esto la había hecho olvidar por un instante el cuerpo malherido.

—Los humanos hicimos esto, somos culpables de causarle dolor a "ella". Todo este tiempo ha estado esperando a alguien que pueda romper sus cadenas. Tengo que romper sus cadenas —menciona el muchacho, y sus pies se mueven hacia adelante lentamente.

—¡Detente! —la enfermera interpone su brazo izquierdo para impedirle el paso. —Esa cosa podría ser peligrosa.

—Tengo que romper sus cadenas. Nosotros somos culpables de su dolor. Nosotros somos seres insignificantes que no podeos entender el verdadero sufrimiento —unos ojos inundados de ira se vuelven hacia la mujer de cabello castaño y ojos esmeraldas.

—Piénsalo bien, niño. Esa cosa no puede estar viva de ninguna manera, es probable que algún espíritu maligno se quiera apoderar de tu cuerpo. Acercarte sin saber nada sería realmente estúpido.

La ira en los ojos de Elías se disipa tras esas palabras.

—¿Q-Qué pasa? —pregunta desconcertado.

«¡¿Ah?! ¿Acaso estaba poseído? Bueno, sea quien sea el responsable, no debe tener mucho poder actualmente», analiza Nayeli. —Tenemos que irnos y avisar a las autoridades sobre esto.

—¿Y la prueba de la herida de Elías? —pregunta Rosario.

—No importa...

—Muéranse todos... —Una sicofonía angelical los alerta.

Elías mira delante suyo algo que se acerca peligrosamente de entre las sombras, como dos brazos que serpentean mientras se disparan hacia adelante. Sin tener tiempo de pensar en algo mejor, empuja a la enfermera y la tumba en la madera rota. Los brazos emergen de la oscuridad y lo impactan como si fueran misiles. Se intenta defender, cruzando sus brazos en su pecho. La palma de ambas manos lo azota, y lo hace retroceder. El impacto es tan fuerte que sus pies se despegan del suelo y es empujado frenéticamente fuera de la habitación.

«¡Esta cosa es realmente fuerte!», piensa Elías.

Aunque Elías realmente tenía un aspecto débil a los ojos de todos, la verdad detrás de su persona es otra. Se ha convertido en el alumno más temido por todos, incluso logró dominar al estafador Nor, y a la bestia sanguinaria Gael, ambos, sus mejores amigos, fueron reformados por su fuerza y pureza. Ser movido con tanta facilidad y lanzado por los aires como un juguete, pocos podrían imaginar ver una escena así.

Código humano: La sangre sacra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora