IV. El emperador loco.

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El inconsciente muchacho yace tirado en el suelo después de impactar contra la pared por la extraordinaria fuerza del extraño brazo oscuro, el cual regresa al interior de la habitación. Demostrando que todo sucede en una fracción de segundo, tanto Rosario como la enfermera despegan sus pies del suelo como en cámara lenta para ir a socorrerlo, no obstante, un sentimiento inquietante detiene a la mujer de ojos esmeraldas.

Una risilla inocente suena en la biblioteca.

Soy libre.

Unas cadenas se arrastran por la vieja madera, y provocan que la enfermera voltee hacia atrás. Sus ojos demuestran el horror que la aborda al encontrarse con el cuerpo malherido envuelto en las sombras, que al dar dos pasos se baña de la luz de la biblioteca y deja ver su apariencia completamente.

Un cuerpo sumamente maltratado, que posee una piel pálida. Heridas desde pequeños cortes hasta grandes rajadas, moretones, mugre, y ojeras oscuras debajo de los ojos. Unos profundos ojos violetas almendrados, y un cabello que pareciera hecho de hilos de oro. "Orden y libertad" reza la oración un poco por encima de sus pechos, aunque escrito en un alfabeto ajeno al convencional.

Esa chica malherida le sonríe a Nayeli, y la saluda amablemente. Si no fuera por tantas heridas, se podría notar algo adorable.

Adiós.

Un par de brazos oscuros emergen de la espalda de la chica, que serpentean como víboras mientras se dirigen a la enfermera, la cual por instinto junta sus palmas y forma una barrera invisible. El impacto hace sonar un estruendo, como el impacto de un relámpago al caer del cielo.

¿Huh? No parecías ser ese tipo de persona —menciona la chica malherida.

Descargas eléctricas azotan los brazos oscuros que se mantienen determinados a destrozar la barrera que la enfermera se esfuerza en mantener.

«¡Lo sabía! ¡No debí abandonar las enseñanzas del templo!», se reprocha.

La chica malherida salta repentinamente hacia la barrera y azota con fuertes golpes una y otra vez, las descargas eléctricas envuelven sus delicados brazos, pero no parece importarle, es como si no sintiera el dolor, como si todo el dolor de tantos años le haya vuelto prácticamente inmune.

Las extremidades de la enfermera tiemblan ante los constantes embates, pero no cede ni un poco.

«¡Esto es muy malo! ¡Si rompe mi barrera será el final de todo, no tengo la energía para contraatacar!», se dice la enfermera. —¿Qué clase de demonio eres?

¿Demonio? No soy un demonio. Soy algo más aterrador.

Seis brazos más emergen de la espalda de la chica y golpean la barrera frenéticamente, a lo que a barrera se rompe inmediatamente. Los golpes continúan volando en todas direcciones, impactando muchas veces en la enfermera debilitada, siendo el último, un impacto directo de un brazo maltratado por cortes.

El cuerpo de la enfermera sale disparado contra las escaleras del lado opuesto al de la biblioteca y las rompe, además de que levanta una gran nube de polvo.

Sería un poco problemático llamar la atención con tanto escándalo, podría pedirte que no hagas ruido cuando te golpee, pero sé que pido imposibles. Afortunadamente, este cuerpo posee habilidades útiles.

Mientras esto sucede, Rosario recarga a Elías en la pared, y observa con horror como la enfermera Nayeli es derrotada derrotada tan fácilmente. Al dirigir su mirada hacia la chica malherida, siente que no tiene el valor de verla directamente por mucho tiempo, aun así, la observa, si va a morir, quiere conocer la apariencia de su asesina.

Código humano: La sangre sacra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora