XVIII. Impotencia.

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México- Neo Guadalajara

Quinta.

Era de noche en Quinta, y las calles se estaban vaciando poco a poco porque la gente tenía miedo de lo que había estado pasando los últimos días. Las personas que se volvían locas repentinamente y mataban incluso a sus propios familiares era el tema central en cualquier conversación.

Al desconocer el origen de estás trágicas situaciones, la gente comenzó a atribuírselo todo a posesiones demoníacas. Incluso la iglesia se atrevía a promover bendiciones con agua bendita para prevenir las posesiones, y por supuesto, los más religiosos ya habían ido para intentar prevenir una posesión.

Y por más ridículo que pareciera, Elías escuchó decir de la enfermera Nayeli que esas personas estarían a salvo, ya que el agua bendita realmente puede repeler espíritus maliciosos, pero si un espíritu no es malicioso y es obligado a poseer a una persona, el agua bendita no surtirá efecto.

Elías caminaba por una de las calles principales de la ciudad, ya que Arley se lo había pedido. Necesitaban separarse para conseguir información que pudiera resultar útil en la investigación sobre la causa de las posesiones de los Thujial. No había comido mucho por su entrenamiento, así que su estómago ya le exigía comida, pero no quería distraerse de su misión.

Fue en ese momento que entre la poca gente que había, notó a dos personas conocidas merodeando afuera de una librería.

―Sí que la tiene ―dijo el moreno con lentes.

―Pero debe ser cara, es una edición limitada ―dijo el de cabello largo recogido en una coleta.

―¿Se puede saber que hacen aquí? ―preguntó Elías desde atrás, haciéndolos saltar de la impresión.

―¡N-No llegues de la nada, que te la rajo, cabrón! ―dijo Gael al descubrir la presencia de su amigo.

―Ya nos estábamos preguntando si estabas muerto, no fuiste a clases desde que acompañaste a Rosario por las decoraciones del día de muertos ―mencionó Norberto con una mirada afilada para analizar cada gesto de su amigo.

―Tuve un pequeño accidente, se supone que debía descansar en casa por unos días, pero ya estoy bien.

Gael y Norberto decidieron seguir a Elías, aunque no sabían lo que estaba haciendo, pues hablaban y hablaban pero él lucía muy distraído, como si estuviera buscando algo en los alrededores. Al menos hasta que Gael hizo la pregunta clave...

―¿En dónde está Rosario?

Elías se quedó helado ante esa pregunta, ciertamente sabía a donde se había ido porque se lo explicaron cuando lo resucitaron, pero no se había puesto a pensar en que la gente lo comensaría a cuestionar, porque él fue la última persona que estuvo con ella.

―Ella está desaparecida, al menos, eso fue lo que nos dijeron los profesores. Nadie sabe lo que realmente pudo haberle pasado, y no habías ido a clases en los últimos días ―argumentó Norberto.

―Ya veo a donde va esto, creen que la asesiné o la secuestré, ¿verdad?

―En realidad pensamos que se habían dado una escapadita, pero esas opciones son razonables también ―dijo Gael con una sonrisa amarga, y en un breve impulso de valor, el de cabello castaño sujetó a Elías del cuello de su camisa. ―Tienes tierra en la piel, pareces agotado, pero tu ropa se ve impecable. ¿Qué nos estás ocultando? ―interrogó con una expresión sombría.

―No tengo tiempo para estás cosas ―eso fue lo que Elías dijo sin emoción alguna, apartó la mano de Gael y siguió su camino solo.

Elías no debía mencionar nada sobre lo que estaba pasándole desde aquel día, no quería que sus amigos se metieran en una vida llena de riesgos, aunque no planeaba ocultárselo para siempre. Solo, quería encontrar un momento más adecuado para hablar de ello.

Código humano: La sangre sacra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora