1-Monster

1.5K 97 10
                                    

-Señorita Betty Jones, se requiere su ayuda en el vestíbulo.

Expulso mi aliento, que empaña el espejo por el frío que hace en la habitación de empleados.

Froto mis manos, escuchando las quejas de mis dos amigas y sus novios, que las abrazan en un intento de darles calor.

-Que me dejes en paz, fumaré si quiero y lo dejaré si me sale de lo que tengo colgado- brama Brady, el novio de Sasha.

Está rueda los ojos y le da una colleja.

-Eres una gili- gruñe rascándose la nuca por el golpe.

Observo con una sonrisa a Sasha.

-Dios... No sabes ni insultar, pedazo animal- ríe burlona.

-Esque lo otro ya te lo has tragado.

Todos le miramos con los ojos abiertos y yo exploto en carcajadas.

Cuando el aviso de que necesitan mi ayuda vuelve a sonar, decido que ya es hora de volver al trabajo.

Dejo a Sasha persiguiendo a Brady por la habitación, mientras Fred y Ally les observan divertidos.

Son una pareja tan calmada que me dan envidia.

Hablando de pareja... El brazo de Samuel me rodea los hombros y me atrae hacia sí para darme un beso en la boca.

Me aparto a tiempo y sus labios caen en mi mejilla.

-Muñeca... - gime dejando el cubo de fregar y muerdo mi labio, conteniendo la risa por lo chistoso que le queda el mono de conserje.

-Que me acueste contigo no quiere decir que te tomes el lujo de besarme en público, Samu- le guiño un ojo y me alejo apresurándome por las escaleras.

El edificio sólo tiene tres plantas así que cuando llego al vestíbulo, solo llego un poco jadeando.

Y la respiración se me va, literalmente, al ver el caos que hay montado a mi alrededor.

-¿Qué está pasando? - le pregunto a otra empleada del lugar, que tocando su bata blanca, intenta disimular su inquietud.

-Han traído a dos pacientes nuevas... ¿Te acuerdas del paciente que se suicidó hace dos meses? - susurró.

-¿El que creía en un juego diabólico? - asintió- ¿Qué pasa?

Señala a las dos chicas que hay en mitad del vestíbulo.

-Han entrado diciendo lo mismo que dijo el otro cuando ingresó aquí- me alejo de ella, sorprendida.

Camino hacia los guardias de seguridad que intentan mantenerlas quietas.

Hay sangre en sus vestimentas y una tiene los pelos tan mal que no dudo de que varios mechones han sido arrancados de sus vestimentas.

Un guardia me da un empujón para alejarme de las susodichas, que sólo miran alrededor, pudiendo ayuda.

Una chica es rubia y la otra morena. Su parecido es notable en los rasgos de sus caras, y están tan alteradas que tienen que inyectarles tranquilizantes.

Minutos después, observo cómo se las llevan en camillas. Camino hacia mi jefe, que se aleja de los guardias de seguridad, tras darles las gracias.

-Nick- le llamo y para para dirigirme una tensa sonrisa.

-Jones, puedes irte a casa por hoy. Otra persona se encargará de limpiar este desastre... - digo mirando pensativo el sucio suelo- Tus horas extras de ayer nos sirvieron de mucho- me guiña un ojo y camina para entrar a su despacho.

A pesar de ser casi un sesentón, no es capaz de esconder sus emociones y se nota que algo le preocupa.

Camino hacia su despacho y entro sin llamar. Me lo encuentro sentado, con la cabeza entre sus manos. Ni me mira.

Supone que soy yo, ya que mi curiosidad y mi talento de fastidiar a la gente, son evidentes.

-Ya nadie habla del caso de García, tras suicidarse, nadie habló más de él. Escuché anécdotas del psicólogo encargado de él... - levanta la mirada y me mira- Anécdotas malignas. Que nunca nadie llegó a creer...

-No vayas por ahí, Jones...

-No, escúchame. Soy solo la que se encarga de limpiar las habitaciones y el suelo, ¿y qué? Te garantizo que en éste manicomio empatizo más con los pacientes que sus psicólogos- bramo sentándome, negándome a irme- Éstas nuevas pacientes también están escandalizadas por un ridículo juego. El mismo que García jugó... Y el cual le llevó a la muerte- me sigue mirando, intentando adivinar a dónde quería llegar- Viste esas marcas de arañazos en el techo, Nick... No pudo alcanzar esa altura... Fue imposible. Y si... ¿Y si de verdad hay un monstruo? ¿Y si el monstruo del que habló es real?

Su carcajada cansada sólo me hace ofenderme.

Se calma y me mira, cruzándose de brazos.

-¿Me estás diciendo que los monstruos existen? ¿Aquellos con garras y cuernos? - me mira burlon- Creí que tu no formabas parte de los locos que hay aquí.

Aprieto la mandíbula.

-No... No un monstruo de esos...pero sí alguien humano- me mira con curiosidad ésta vez- ¿Y si alguien, quien inventó ese juego que la mayoría desconocemos, es el que anda detrás de todo esto?

-¿Dices tipo la ballena azul? - asiento. Se calla y se frota su barba, mirándome con los ojos entre cerrados- Ésto no está en nuestras manos, Jones. Solo somos un manicomio, nos encargamos de acoger a los dementes, no de investigarlos.

Suspiro y me levanto para caminar hacia la puerta.

-Jones- me giro para mirar su semblante serio- Sólo eres una empleada de limpieza aquí... Limítate a seguir las reglas.

Eso fue una amenaza.

Porque me conoce. Gracias a que fue mejor amigo de mi padre. Me crié prácticamente con él como segundo padre, siempre estaba ahí.

Pero sé que es un hombre cabezón y testarudo, y que no dudará en echarme de aquí si incumplo algún mandamiento de mierda.

Caminé lentamente por los pasillos, decidiendo que era mejor dejar ésto en sus manos e irme a mi pequeño y calentito apartamento.

Iba caminando por la segunda planta, donde estaban todas las habitaciones de los pacientes.

Me detengo en las dos puertas del fondo. Son las únicas que estaban vacías, y no dudaba de que las nuevas pacientes fueron ingresadas aquí.

Camino lentamente hacia la primera puerta, y observo que la chica rubia está tumbada, aún se dada.

Suspiro y camino hacia la segunda habitación. Un jadeo sale de mi boca cuando me encuentro a la morena justo delante de la ventanilla que nos permite ver a los pacientes.

No me alejo.

Observo su cabeza temblando, y sus ojos abiertos de par en par, observándome.

-Ayúdame- susurró.

Tragué saliva y di un paso hacia atrás, alejándome de la puerta.

Al hacerlo, ella pareció perder los estribos y empezó a golpear su cabeza y sus manos contra la puerta.

Gritando por ayuda.

Su susurro quedó en mi mente incluso mientras conducía hacia mi apartamento. Su mirada se veía literalmente aterrorizada.

Como si hubiese visto al mismísimo demonio.

ROMEO✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora