13-Fault

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Cien amigos es poco.

Pero un enemigo, es demasiado.

Y juro que por un instante se me pasó por la cabeza el hecho de que quien nos estuviese haciendo ésto, fuese algún enemigo acérrimo de alguno de mis amigos... O incluso mío.

Pero cuando las ventanas estallaron y con ellas las bombillas apagadas del techo, supe la verdad.

Era un jodido demonio quien nos acechaba. Era un jodido demonio quien estaba jugando con nosotros. Era un jodido demonios quien había ocasionado el coma de Samuel. Era un jodido demonio el causante de las lágrimas y el terror en mis amigos.

Y yo era la jodida culpable de todo ésto. Porque yo lo había invocado.

No podía andar. Aún estaba débil y los analgésicos que habían inyectado al suero que se introducía por mis venas, me mantenía indefensa.

Sólo podía limitarme a mirar aterrorizada los pasillos por los que pasábamos corriendo, conmigo en brazos de Brady.

Fred venía corriendo el último, dejando que Ally y Sharon fuesen entre medias, para evitar que les pasase algo.

El hospital era enorme, y nos perdimos unas tres veces, hasta que yo pude reconocer la primera planta.

-Las escaleras. Hay que bajar las escaleras- dije en susurro para evitar que nos localicese.

-De acuerdo. Brady, tu ve con Betty por el ascensor, nosotros bajaremos por las escaleras. Ni lograrás bajarlas todas con ella a cuestas- la voz de Ally se fue alejando a medida que bajaba por las escaleras junto a los otros.

No me dió tiempo a estar en desacuerdo, ya que las puertas del ascensor se abrieron y Brady nos introdujo en él.

Desconocía el hecho de porqué el ascensor funcionaba si todas las luces estaban apagadas, pero sólo me limité a tranquilizar mi respiración, al igual que Brady.

Elevé la mirada para mirarle.

Observé su mirada aterrada y su piel casi pálida. Mis ojos se inyectaron en lágrimas.

Apreté los labios.

-Lo siento.

Mi voz salió temblorosa, pero él entendió a qué me refería con ello.

Negó con la cabeza y cerró los ojos. Apoyó su cabeza sobre la mía.

No me gusta que toque a mi Julieta. Mmm... Me pregunto de qué forma puedo acabar rápido con el brillo de vida de sus ojos.

-¡NO!

Pero era tarde.

Cuando grité aquello, el ascensor apagó sus luces para empezar a sacudirse de forma violenta. Caí al suelo y gemí de dolor mientras los gritos de dolor de Brady cada vez eran más fuertes.

Era una jodida trampa.

Chocábamos con el techo y contra los lados de una forma tan agresiva, que me pregunto cómo es que sigo con los huesos en su sitio.

Mi cabeza chocó violentamente contra uno de los azulejos y sentí la sangre manar de la herida.

Me encanta cómo luce la sangre sobre tu piel, Julieta...

Y con eso, los movimientos se detuvieron.

Seguíamos a oscuras, pero podía distinguir sólo una respiración en el cuadrado donde yacía tumbada.

Dios mío, sólo una respiración... Y esa respiración... Era la mía.

-¡BRADY, BRADY! - empecé a palpar a mi alrededor hasta tocar un cuerpo tumbado.

Llevé mis manos a su pecho y mis sollozos aumentaron cuando noté que no subía ni bajaba.

Nada, no hacía nada.

-¡Betty! ¡Betty, la puerta del ascensor no se abre! ¿Estáis bien?

La voz de Sharon llegó a mí y sólo me limité a sollozar sobre aquel cuerpo que no se movía.

Aquel cuerpo muerto.

-Betty, creo que el ascensor se a roto. ¿Que mier...?

Cesó de hablar para dejar paso a un rugido.

Un rugido animal.

Me levanté y me situé delante de donde se supone que estaban las puertas. Apreté a la campanilla de emergencias pero nadie me contestaba.

Los gritos de los chicos eran desgarradores, como si les estuviesen cortando las extremidades una a una.

Los siguientes minutos los pasé entrando en pánico. Golpeaba las puertas como una demente, escuchando los sollozos de los demás.

Y mis sollozos pasaron a un llanto desgarrador cuando noté que los gritos iban disminuyendo poco a poco.

-Dios mío, ten piedad de mis amigos. Dios mío, ten piedad de mis amigos... - repetía como un mantra, una y otra vez-... Dios mío, ten piedad de mis amigos. Dios mío, ten piedad de mis amigos. Dios mío, ten piedad de mis amigos. Dios mío, ten piedad de mis amigos-

Dios no está ésta noche entre nosotros, Julieta.

Dejé de hablar cuando las luces se encendieron en el ascensor.

Me quedé allí de pie, mientras las puertas se abrieron silenciosamente.

Yo a esas alturas estaba como en shock. Ni siquiera miré atrás, ya que sabía con qué me iba a encontrar. Me puse a andar, mirando al frente, hacia las puertas que me indicaban la salida.

No miré a mi alrededor. Creo que estaba temblando entera, y creo que parte de mi orina estaba resbalando por mis muslos, pero no pensaba mirar a mi alrededor.

Me iba a ser suficiente vivir con el dolor de saber que por mi culpa, todos han muerto ésta noche.

Con ese dolor era suficiente, porque me conocía, y sabía que si me daba ahora mismo la vuelta, para ver a quién pertenecían las manchas rojas que salpicaban las paredes y las puertas de cristal... Iba a acabar conmigo misma.

No podría vivir con la imagen que estaba a mis espaldas.

En camisón y descalza, las puertas se abrieron para dejarme en la helada noche.

Luces empezaron a llegar a mí, y supe que se trataba de la policía. Cuerpos del S. W. A. T. empezaron a entrar por las puertas, esquivando mi cuerpo, que estaba de rodillas, en frente del hospital.

Mis manos temblaban, creo que podría estar quemándome viva y ni siquiera iba a poder notarlo.

Una mujer vestida de blanco se arrodilló enfrente a mí. Me hablaba, pero yo no podía reaccionar.

-A todos. Los ha matado a todos. Todos están muertos. Los a matado. A todos. Están muertos. Todos. Muertos...

-¿Quién los a matado?

Fijé mis ojos en los de la mujer, quien formuló esa pregunta.

Entonces yo me doblé sobre mí misma, tapándome las orejas con mis manos.

Y dejando salir un grito desgarrador, supe que mi vida cambiaría.

Cambiaría desde ésta noche, donde yo era la que debía morir.

Y no mis amigos.

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