Ambiente de trabajo.

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  La llegada del nuevo pintor a la casa había movido un poco la rutina de todos, pero todo seguía dentro de los parámetros pre-escritos, al menos nada se había movido demasiado de su lugar, después de todo la mansión era grande y pudieron darle un cuarto grande a Kishibe Rohan donde pudiera trabajar libremente siendo la única condición de que compartiría ese espacio con Noriaki. Después de todo el pelirrojo había llegado antes y se había apropiado por así decirlo de un cuarto al fondo, con puerta al patio trasero que era amplio, el roñoso muchacho acepto siempre y cuando aquel chico no fuera ruidoso y vaya sorpresa se llevó al ver que Noriaki era tan silencioso como apasionado con lo que hacía, lo único que solía escucharse cuando ambos estaban ahí era el sonido de los pinceles llenos de pintura chocar contra la paleta y el lienzo o la arcilla en la máquina, los suspiros cuando debían volver a empezar, era un ambiente cómodo de trabajo y eso a Rohan le gustaba.

Se dice que el ambiente de trabajo debe ser optimo para quién va a estar ahí haciendo largas tareas, pero ese no era el caso de Jonathan, él solía estar constantemente nervioso y a la espera de algún ataque por parte de Dio, era estar con los sentidos de alerta todo el tiempo, pasaba que no podía descuidarse ni un segundo que ya el rubio estaba provocándolo por mera diversión o porque en realidad tenía ganas de ser follado. A Jonathan no le desagradaba el sexo, para nada, mucho menos si era con Dio pero digamos que la oficina con papeles importantes sobre la mesa no era el mejor escenario para hacerlo, evitaba a toda costa que aquello sucediera pero digamos que muy pocas veces salía él victorioso. Se dice que el ambiente de trabajo no se debe perturbar, ni mucho menos alterar ¿Se podía considerar la cabeza como un lugar de trabajo? Si era así, vaya que Jonathan Joestar debía hacer un esfuerzo titanico para que su lugar de trabajo no fuera perturbado por ese desgraciado de Dio Brando.

  Eran completamente distintos eso se sabía desde ya, eran tan contrarios que se decía que su convivencia era forzosa, hasta se solían esparcir rumores de que peleaban mucho porque se escuchaban ruidos de muebles moviéndose. Jonathan no podía hacer otra cosa más que enrojecer ante eso, si esas personas supieran que esos ruidos de muebles se debían a otra situación, una donde él estaba siendo consumido por un placer que lo nublaba de toda razón y lo "obligaba" a arremeter contra el cuerpo del rubio hasta que se encontraba finalmente saciado, era algo morboso, pecaminoso, algo impensado por una persona como él, tenía un perfil bajo y prefería mantenerlo así.

-¡Jonathan! ¿Donde colocaste los informes donde se habla del dinero recaudado en los puertos de Osaka y Tokyo?- la voz del rubio saco de su ensoñación a Jonathan que hace una hora se estaba torturando mentalmente, dándose reprimendas a si mismo por haber caído tan bajo.

-Están en la gaveta superior, a tu izquierda, sección 4- dijo desde su escritorio. A veces los días eran así, trabajan como si nada, como si todo fuera normal y otros días, Jonathan era sometido hasta que esa bestia en su interior se liberaba, aquella que terminaba sometiendo al rubio en un mar turbulento de placer y perversidad, un agujero del cuál él ya no quería ni deseaba salir.

   Él se encontraba firmando unos documentos y sacando algunas cuentas, últimamente las recaudaciones estaban aumentando pero de repente caían abruptamente, se rumoreaba que la mafia albina estaba detrás de esto y si eso pasaba, Jonathan era el encargado de dar informes detallados al jefe y ahí era donde finalizaba su trabajo, por suerte su labor era pasiva y no debía salir a matar personas como Jotaro, golpear pandillas como Josuke o ir a arreglar asuntos personales que terminaban con un grupo exterminado como Giorno, en Italia. Agradecía que su pasividad fuera tomada en cuenta, aún así, eso no le quitaba importancia a su trabajo que ya de por si demandaba mucho de él, pero tenía tiempos de descanso tenía tareas que hacer, trabajos y tal. Firmo el último documento estirándose sobre su silla, escucho sus huesos de espalda y hombros crujir junto con sus dedos, suspiro y sonrió, un trabajo bien hecho, se levanto y se dejo caer en el sillón amplio que había en la sala, tomo una novela que estaba en la mesita de té para retomar tu lectura de la noche anterior. Se hubiera cautivado más con las letras pero una leve somnolencia le invadía lo que le hizo dejar el libro sobre su pecho y cerro los ojos cayendo en un pequeño sueño, despertó cuando el cierre brusco de la puerta le hizo sacar el arma que se encontraba debajo de los cojines del sillón, apunto y suspiro pesadamente al ver que era Dio con sonrisa de maldad.

-¡No hagas eso otra vez!- estaba realmente molesto, un día de esos por culpa de esas bromas se le escaparía un disparo de verdad.

-Hago eso por qué que eres lo suficientemente cauteloso como para mirar antes de disparar y eso esta mal, el enemigo no esperara a que tú decidas si disparas o no, tiene que ser automático Jojo- dijo completamente tranquilo dejando unas bolsas sobre la pequeña mesa, quitándose su abrigo para sentarse en el sillón individual enfrente del sillón de 3 piezas donde el otro estaba hechado, se cruzo de piernas mirándolo con sus ojos rubíes iridiscentes, buscando en los azules de Jonathan una respuesta a una pregunta que no tenía ni pies ni cabeza. -¿Dormiste bien?- pregunto tranquilo, apoyando su mejilla en la palma de su mano, teniendo el codo apoyado en el apoya brazos derecho.

-¿Q-qué pasa?- sus mejillas se sonrojaron levemente al sentirse observado de esa forma, era incómodo ser observado por miradas como las de Dio que parecían calarse profundo en su ser y profanar todos sus pensamientos.

-Sólo me preguntaba que es lo que tienes que me hace odiarte tanto, odiar tanto al punto de amar- dicho aquello se levanto de su lugar, dirigiéndose donde estaba un sorprendido Jonathan, agachándose a un lado del sillón, para depositar un beso sencillo sobre los labios anchos de aquel muchacho, deseaba morderlo y sacarle sangre pero a la vez deseaba comerselo a besos lentamente, eran sentimientos contradictorios siempre, sobre el querer y desear. Y se podía decir que Dio Brando anhelaba tanto a Jonathan Joestar que aborrecía tener esa necesidad de mantenerlo a su lado, era una obsesión que se tornaba un afecto tremendo cuando de ese enorme idiota se trataba.

-Dio...- Jonathan siempre terminaba sorprendido ante esa sinceridad que le daba al rubio cuando se encontraban solos, en esa oficina donde nadie podía verlos ni escucharlos. Dio era una persona muy orgullosa y no mostraba emociones afectivas delante de otros, pero cuando la soledad y las paredes eran las únicas testigos se mostraba como era, una persona sincera y algo altanera, pero sincera con respecto a lo que sentía.

-Cállate Jojo- dicho aquello volvió a besarlo, siendo elevado por esos fuertes brazos que Jojo poseía, siendo depositado con cuidado sobre ese amplio pecho, unas cálidas manos recorrieron su piel fría y el beso se intensifico un poco más. Amaba ese lado de Jonathan, ese que no se ponía tantas barreras y se dejaba querer, se dejaba manchar. Amaba ser quién diera vueltas patas arriba el ambiente de trabajo de Jonathan, aunque obviamente sería un secreto que se llevaría a la tumba, nadie debía saberlo, sólo él y nadie más.

***

Un poco de JonaDio que es bueno para el corazón.

Atte: Eris.

Clean Contract.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora