Bienvenido a la familia.

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  El incidente de la residencia Kakyoin ya estaba llegando a oídos de todos, eso incluía a los padres de Noriaki, quienes llegaron al lugar, encontrándose su hogar reducido a cenizas, todo fue devorado por la veracidad de las llamas, cada cosa costosa que tuvieron se redujo a simple ceniza. Karl enloqueció ante aquello comenzando a patear los restos de lo que alguna vez fue su hogar, maldiciendo a diestra y siniestra, notando que alguien no estaba ahí, llorando por la pérdida.

-... Kakyoin... Seguro él hizo esto...- fue lo que salio de sus labios llenos de ira, su mujer solo pudo negar, ese niño nunca le guardaría rencor a nadie, menos a ellos que eran sus padres, más allá del maltrato que sufría, eran conscientes de ello pero quizás ¿Noriaki quiso vengarse por todos esos años? ¡No! Imposible, él nunca haría una cosa así ¿Cierto? Aquello no podía ser real.

-¡Todo esto es tu culpa! ¡Todo por meter con personas que trabajan de manera sucia!- señalo acusadoramente Susan a su esposo recibiendo un grito y siendo ella señalada de la misma forma, ambos comenzaban a echarse la culpa, pero en ningún momento se preguntaron donde estuvo su hijo, todo aquello fue escuchado por Jotaro, en un árbol algo alejado de ello, gruñó y se largo del lugar, dándose cuenta que esa gente era pura mierda, si llegaban a preguntar por el de ojos violetas él mismo iría a decirles una coartada perfecta, pero noto en ese momento que sería mejor si no sabían donde estaba Noriaki, sería mejor para todos, más para Kakyoin, no se merecía aquello, ya había tenido suficiente hasta ahora.

  Noriaki despertó producto de una nueva pesadilla, gruñó agarrándose el cabello, odiaba aquello, noto su ropa pegada por el sudor, el corazón palpitarle a tal punto que le torturaba los tímpanos, aquello lo tenía irritado, así que tardo unos minutos en darse cuenta que no estaba en su casa, no estaba en su cama ni muchos menos tenía su pijama. Ante aquel reconocimiento rápido noto que había un aroma diferente en esa amplia habitación, vio su bate de metal a un lado de la cama, el cuál tomo de repente cuando la puerta fue abierta dando lugar a un hombre alto, de 1,95 de altura junto con una mujer que sonreía dulcemente.

-¡Good mor...- Joseph vio aquella imagen de aquel muchachito con el bate fuertemente apretado entre las manos, su labio inferior estaba siendo firmemente mordido por sus dientes y su mirada temblaba en un sentimiento de enojo y miedo, ante eso, Joseph calmo su mirada, quizás entrar de manera tan escandalosa alerto a ese muchacho -baja el bate-

-No... ¿¡Qué quieres!?- grito alterado, cuando noto a la muer detrás de la espalda de aquel hombre entendió que no querían lastimarlo, respiro agitado, los últimos recuerdos nocturnos de la pesadilla seguían pasando delante de sus ojos y aquello lo tenía muy alterado, respiro a si mismo para calmarse viendo como aquella mujer de sonrisa maternal se acercaba lentamente sacando una toalla húmeda pasandola por el rostro de Kakyoin.

-Soy Holly ¿Cómo te llamas cariño?- pregunto con tono dulce, sentando al chico y tomando lugar a su lado, mientras quitaba las banditas viejas de las heridas y revisaba el moretón del abdomen del chico.

-Noriaki... Kakyoin Noriaki- dijo con voz calmada - lo lamento por lo de recién yo...- intento explicarse nervioso.

-No te preocupes, es normal cuando hace tan sólo unas horas atrás acabaste de enfrentarte a tipos de la mafia- menciono aquel hombre suspirando pesadamente, realmente como esto siguiera tendría que ir hablar con la jefa de ese grupo personalmente. -¡Aún así! Gracias a ti obtuve lo que estuve buscando, así que gracias- su voz volvió a escucharse jovial y sonrió estruendosamente, eso desoriento un poco a Noriaki que seguía siendo atendido por la agradable señora -ella es Holly, mi hija- dijo señalando a la mujer que volvió a saludar alegre con una sonrisa llena de alegría, sin dudas eran padre e hija, pensó por un segundo Noriaki haciendo que sonriera ante aquello.

Clean Contract.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora