Capitulo 13

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La Antigua Magia.

Neal se encontraba con su alborotadora hermana en medio de una acalorada discusión con la misma en el despacho, lugar que fungía como el campo de batalla de esos dos. Eliza le mantenía la mirada y no se dejaba amedrentar pos las palabras tan hirientes que le decía su hermano las cuales exponían las saltas de estupideces que ella hacia con tal de estar con el actor, a pesar de que este no quería tenerla ni a cinco centímetro cerca de èl, Eliza simplemente se inventaba los pretextos con tal de tenerlo y sentirlo cerca.

-Asi que no me vengas a dar clases de moral, hermanita- con un tono de voz cargado de ironía.

-Tù no eres quien para estar criticando mis acciones-tragando las lagrimas que pretendían formar un nudo en su garganta, pero ella era Eliza Leagan: una mujer fuerte que no se doblegaba ante nada ni a nadie.

-Ah ¿Pero tù si eres quien para andar criticando las mías, eh?- no recordaba la ultima vez que le habia hablado de esa manera a su hermana, juraba que nunca se habia dado una situación similar entre ellos.

-¡si, lo soy, fíjate!-entornando sus ojos alzando su barbilla cual altanera-. Cometiste la peor de las estupideces al casarte con esa mujer que lo único que va a traer a tu vida son desgracias. No sé como se te pudo ocurrir envolverte con esa entre todas las mujeres-posando sus manos sobre el agitado pecho de su hermano-: sabias quien era ella...

-En un principio no, pero...-pero su hermana lo interrumpió.
-¿Pero que...?-buscando la mirada de su hermano la cual intentaba rehuirle.
-La conocì en una reunión, ella lloraba por algo y se trasladaba toda distraída en su silla con la cual majó mi pie con las ruedas de la misma-hizo un ademan hacia los lados y un gesto con su rostro el cual lucia cansado-, entonces, vi al actor ahí y solo quise tomar cualquier excusa para salir de allí y no pensé cuando...

-¿Te la llevaste?-alzando una de sus cejas, adivinando lo que su hermano le diría a continuación. Lo vio a sentir- viste a Terrence allí y a esa mujer la cual encajaba con todas las descripciones de la pobre mujer que habia tenido el infortunio de echar a perder su vida por ese, tu enemigo ¿Y no sospechaste que la mujer a quien te llevabas era su esposa?-un gesto de incredulidad-¡Eres estúpido o te haces!

-No pensé, estaba enojado por estar en el mismo espacio que aquel hombre, pero ella me lo dijo unos minutos después, lo juro.- recostándose sobre el mullido sofá y frotándose sus cansados ojos.-Me dio pena su historia, como no era valorado su trabajo, y que la vieran con pena: tan parecida a ...

-¿Ti?-una incrédula risa.-¡Por favor, Neal! Ni tú eres tan ingenuo como para creerte ese cuento; admite que solo querías una excusa para demostrarle al mundo y sobre todo a ti mismo que eres mejor que Terrence y ya.

-No me creas si no quieres, hermanita-dejando la comodidad que le brindaba el sofá.

-Y luego me diras que ella se fue colando en tus pensamientos sin mas-Lo vio asentir.-No, mentiras tuyas. No se que ganas con todo esto, pero no puedes estar enamorado de esa tipa.

-¿Por qué no?-una vez mas elevó el tono de su voz.

-Porque es imposible, hasta ridículo que quieras unir tu vida con alguien como ella.

-Ella es tan normal como tù y como yo-

-Perdón, hermanito, pero yo soy una mujer bastante completa-señalando su cuerpo- como para parecerme a algo como eso.

-¡Deja de menos preciarla!-señalando con su dedo índice a su hermana: los ojos y las venas de Neal pretendían salírsele del cuerpo.

Eliza le dedicò una malévola sonrisa para segundos después salirse del despacho y dejar salir una carcajada que vibrò en todo el lugar.Ahí Neal se dio cuenta que habia sido una muy mala idea el haberse trasladado a ese lugar por mas que esa fuera su casa, habia sido la peor de las estupideces.

Comenzó a tirar todo lo que le estorbaba al piso: silla, papeles y hasta libros, dejando hecho un caos el despacho. Y para rematar escuchó la irreconocible voz de su madre a su espalda quien lo sorprendió al llegar a èl a abrazarlo para después escuchar una felicitación, cosa que le heló la sangre al moreno-

Nunca, ni en mil años, se le hubiera ocurrido que alguna mujer que se atreviera a enredar sus manos con la de èl fuera del agrado de su progenitora. En mas de una ocasión fue testigo como esta se deshacía de manera admirable de la problemática de los compromisos para con su bebé, ni trabajar le permitia siquiera; para ello, tuvo que caer enfermo su padre quien puso como condición que su hijo se pusiera al frente de la empresa solo si las mujeres Leagan querían seguir teniendo sus cuentas bancarias llenas.

Cómo olvidar el grito que puso Sarah Leagan al escuchar esas palabras dicha por su esposo, quien se encontraba postrado en una cama de hospital renuente en dejar desamparado su barco con toda y tripulación. Neal, viendo una via de escape de los asfixiantes lazos maternales acepto.

Aunque en un principio el moreno lloraba para que se le dejara en paz ya que el trabajo y las responsabilidades eran tantas que lo exasperaban. Incluso, un dia llegò a pensar que todas esos contratos, citas y montones de papeleos mas, eran un teatro montado por su padre para ponerlo a prueba; solo fue cuestión de tiempo y de las eficaces ayuda de Marie Anne para que el mismo se acostumbrara a las pesadas jornadas y a ver con mejores ojos y valorar lo que por años se le habia dado a cambio de nada.

-Madre- solo atinò a decir este con suma sorpresa.

-Vamos, cariño, preséntame a tu nueva familia- pero Neal no salía de su asombro, sentía que le habían cambiando a la madre, ya que la misma no era de ese tipo, era de las que mostraba un poco de afecto para con sus hijos o con la tia-abuela Elroy.

-Es-Esta bien-tan solo dijo con los ojos abiertos como plato, con un pequeño tic nervioso intentando fastidiarlo todo.

-Tengo tantas cosas que enseñarle a tu nueva familia...-comenzaba a dar uno de esos discurso de etiqueta, moda y un montón de cosas que solo las mujeres entendían.

Neal la dejó ser, mientras que sostenía los brazos de su madre, se conducían por el pasillo que los llevaría a la escaleras para luego ir a compartir con su esposa, quien èl se imaginaba que aun estaría enojado; y no se equivocò, cuando al tocar la puerta de sus aposentos, la madre de la rubia la negó con una molesta y ridícula excusa que lo irritó.

Ambas mujeres se presentaron y, aparentemente, quedaron en buenos términos luego de que se pusieran en la disposición de la otra. Sarah apretò un poquito mas su brazo con los de su hijo, una señal que èl supo interpretar para que se la llevara de ahí.

La señora Marlow, quien no habia dejado de hablar, se despidió con un gesto de su mano, una sonrisa y con una frase que irritò a un mas a la señora Leagan quien no tuvo de otra que continuar sonriendo y hacer un breve asentimiento de cabera que mostraba su refinados modales.

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Continuarà...

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