Capitulo 15

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Susana habia madurado en los últimos días: se le le notaba mas feliz y decidida. No prestaba atención en absoluto a las provocaciones de su querida cuñada, quien no perdía tiempo alguno en molestarla.

Eliza se la pasaba caminando cerca de los lugares donde Susana estaba leyendo algún libro de auto ayuda o revista, esto ayudaba a la rubia a hacer de la espera menos pesada ya que su esposo habia partido hace unos días atrás a resolver algunos asuntos de negocios, y de eso la pelirroja se agarraba para meter cizañas en el matrimonio, pero estas, aparentemente, no hacían efecto alguno ya que la rubia se quedaba tranquilamente con una sonrisa en sus labios escuchando a su hermana política.

En el corazón de Susana ya no habia cabida para los rencores y envidias, para malos entendidos y mucho menos para las dudas que pudieran afectar la dicha que sentía y que la llenaba plenamente; dicha felicidad o falta de atención a lo que decía Eliza, hacia que la misma terminara retirándose vuelta una furia a lo que Susana se le quedaba mirando por sobre lo que tuviera en la mano con una amplia y divertida sonrisa.

Ella sabia mas que nadie que lo único que tenia retrasada la vuelta de su esposo era la búsqueda que este estaba haciendo de un buen médico que la pudiera tratar, orientar y, mas tarde, operarle el pequeño muñón (1) que tiene en la parte baja de su rodilla, para luego, al fin, colocarle su anhelada prótesis. Todo eso fue idea suya, para sentirse mas segura consigo misma y con la nueva vida de casada que estaba compartiendo con quien consideraba su compañero de vida.

Suspiraba una y otra vez en medio de la lectura, mientras las expectativas de asistir a uno de esos bailes del brazo de su flamante esposo se veía cada vez mas y mas cerca. La felicidad que sentía se le habia tatuado en el rostro, ya que al parecer no podía dejar de sonreír según palabras expuesta por su madre, dicho comentario hizo que de la blanca piel de la rubia salieran unos cuantos sonrojos que la hacían lucir más hermosa, mas radiante y más joven de lo que aparentemente era.

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Las copas tintineabas al ser chocada por el pequeño brindis que se estaba haciendo en ese momento, el cual no tenia motivo en aparente pero fue dedicado a la presencia de los mas allegados a la familia Leagan.

Era una sencilla fiesta de jardín; palabra que no definía en lo absoluto al derroche que solo un Leagan podía hacer. Habían grandes mesas repleta de todo tipo de alimentos donde quiera que se ponía la vista, y una mesa en el centro, la cual sostenía la enorme fuente de chocolate.

Los servicios que prestaban los empleados de servicio simplemente era exquisito, por la rapidez y eficacia de estos al cumplir con las tareas encomendadas.

El dia estaba hermoso, un dia ideal para hacer una fiesta de ese tipo.

Las risas y palabras se escuchaban como pequeños murmullos ante los oídos de Neal quien en ese momento se encontraba arribando luego de unos días de ausencia.

Todo su cuerpo habia estado sufriendo en todo el camino, ansioso por ver el hermoso rostro sonriente de su amada esposa para luego poseerla hasta que sus cuerpos, rendidos, protestaran por la manera que su amor pretendía hacerlos polvo.

Sentía como cada dia ese amor que creyó momentáneo, se hacia cada vez mas y mas palpable; eso lo hacia sentir verdaderamente dichoso y único. Pero al ver esa sorpresiva fiesta que se estaba llevado a cabo en su casa y sin su consentimiento, reemplazando toda esa alegría por el desconcierto.

Su madre y hermana, incluso, hasta su esposa sabían que la empresa no estaba pasando por un buen momento. No era que estuvieran tan mal de dinero, pero no estaban para estar dándose el lujo de estar haciendo esos tipos de fiesta como solo su madre y hermana sabían hacer.

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