III

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Estoy sentada con mi cuerpo rígido, incomoda y casi sin poder respirar. ¿Cómo paso tan rápido todo esto?

Un instante casi mato a un extraño que había entrado a la casa y al otro aparece mi madre abrazándome y dándome la gran sorpresa de que mis tíos habían venido a cenar pero había pasado todo esto de la tormenta quedando atrapados en el tráfico.

Una palabra, Peste.

Estamos todos sentados en el comedor a oscuras con unas simples velas que decoran la mesa y algunas linternas que ayudan por las paredes.
Ni tormenta, tornado, terremoto o un Dylan muerto puedes aguar esta cena.

Obviamente, estoy más que sorprendida con todo esto y no he podido hacerle el millón de preguntas que he querido a mi madre.

¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora? ¿Por qué Dylan entro a la casa? ¿Por qué no me llamaron? ¡¿Cómo se les ocurre dejarme así de aislada de todo?!

Al parecer la única gran preocupada de todo soy yo, porque todos parecen muy felices comiendo y divirtiéndose.
No me quejo que estén aquí, solo que mi madre no se interesó ni lo más mínimo por mí.

Lo sé, parezco una niña pequeña, pero realmente estaba asustada de que algo les hubiera pasado.

Ahora, todos están muy cómodos con sus ropas pero yo estoy con mi simple pijama de tortuga. Me debo de ver patética.

Lidia y Dylan están muy cambiados, grandes y muy bien dotados, ¿Qué me esperaba? Si los tíos parecieron buscar a la pareja perfecta para tener Bebés hermosos.

Cuando me encontré con Lidia fue como si viera a la tía Sarah pero mucho más joven, esta hermosa. Lidia no es una chica delgada pero tampoco gorda, es una chica curvilínea con mucho de todo, pechos y trasero, una cintura que la hace lucir muy bien. Para tener diecisiete pareciera que ya tuviera veinte de lo bien formada que esta, ¿Las chicas en Alemania son así?

No hablare de lo bueno que esta Dylan Sperron, si, al parecer los chicos en Alemania crecen mucho más pronto que aquí en los Estados Unidos, o eso creo. Aunque, pensándolo de otra forma, los chicos de aquí también están bien formados…

Ya basta, deja de pensar en estupideces y sigue comiendo.

—Y ¿Cómo te ha ido, Sam? Tu madre nos contó que eres una excelente tutora de alumnos. –la tía Sarah me pregunta mientras lleva un trozo de pollo a su boca.

Sigue igual de bonita, con su melena rubia con visos, con un poco de arrugas que delatan el paso de los años y unos ojos avellanas que en sus largas pestañas lucen sensacionales.

—Eeeh, si –es lo que logro decir después de masticar —ayudo a escribir ensayos, la apreciación de la literatura y cosas por el estilo. Nada importante –sonrió bebiendo de mi soda.

—Siempre tan modesta Samantha –sonríe el tío Will haciéndonos reír a todos.

—Y ¿Cómo están mis sobrinos favoritos? No pude hablar mucho con ustedes por toda esta locura. –pregunta mamá refiriéndose a la feroz tormenta.

—Bueno –comienza Lidia —estaba en el equipo de porristas en Alemania, hacíamos un montón de cosas con las chicas, los entrenamientos, las fiestas, las acampadas. Era muy divertido.

—Oh, que belleza –se sorprende mamá, el tema de las porristas es algo sensible para ella. Desde muy pequeña mi madre quiso que estuviera en el equipo de porristas del instituto pero a mí me llamaba mucho más la esgrima, por lo que su sueño de verme con el uniforme, pompones y coletas se desvaneció. Nunca me presiono para que lo fuera, respetó mi decisión pero sé que le hubiera encantado tener una hija porrista y que estuviera dando vueltas por toda la casa con sus amigas chillando por los pasillos. —Samantha podría ayudarte con eso ¿no?

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora