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Al entrar por los pasillos de Corwell lo primero que veo es un gran letrero con grandes letras amarillas diciendo “¡Águilas, A ganar!”, siendo colgado por el equipo de porristas.

Vaya que se lo han tomado en serio, los pasillos están decorados con los colores del uniforme, Rojo y Negro, se ven globos pegados y serpentinas colgadas. La verdad no entiendo porque tanto ajetreo, ni si quiera sabemos si vamos a ganar.

Aunque según el grupo científico, tenemos un 79% de probabilidades de hacerlo. Tenemos esperanzas y como van las cosas, lo más certero es que así sea.

Mi primera clase es Literatura, por fin algo que me llama y me encanta. La literatura más que ser palabras escritas en un papel, es como las personas aprecian el mundo desde otros ojos, como lo viven y como lo sienten, cada quien es un mundo, un libro diferente de otro y eso es lo interesante de todo esto, de saber que cada quien tiene diferentes palabras para describir sus desgracias o sus logros.

Entro al salón cuando ya todos están dentro, menos el profesor. Entre tantos, Michel está ahí.

—Hola lindura –se da vuelta para hablar conmigo.

—Hola, Michel.

—¿ya viste todo ese espectáculo de fuera? ¡En serio nos apoyan! –se ve emocionado, siempre lo está cuando se trata de partidos importantes.

—todos los estamos apoyando, Michel. Estoy segura de que ganaran. –saco mi libreta de apuntes y un lápiz.

—Sí, porque tú estarás ahí –veo a sus ojos y es solo coqueteo puro, no me gusta que Michel me vea de esta manera, se lo he dejado en claro que solo quiero su amistad pero pareciera que él se empeña en salir de la zona de amigos en la cual lo deje.

—Michel…

—Tranquila, solo bromeaba –miente, yo sé que sí. Suspiro y le doy una sonrisa que pronto me devuelve, es un chico atractivo, muy guapo. ¿Por qué no está con alguna chica del equipo de Porristas? ¿Demasiado cliché?

—Muy bien clase –entra el profesor con sus cosas, libros y un termo con el logo de Starbucks —hoy tendremos mucho que leer así que preparen sus ojos para ser quemados. –algunos se quejan y otros como yo solo nos mantenemos celebrando en nuestros interiores.

Al fin, algo que amo.

Pero antes de que el maestro pueda llevar el termo de café a su boca, tocan a la puerta haciendo que su mirada se fije en ella. No es de mi importancia quien sea por lo que abro mi libreta y comienzo hacer algunos apuntes.

—Pasa, toma asiento –le indica el profesor. —Clase, tenemos un nuevo alumno, que es extraño que este aquí por estas fechas. –veo como una sombra grande se acerca a mí y hace que levante la mirada para ver quién es.

Al principio no me interesa pero después, mis ojos parecen huevos fritos y casi dejo caer mi mandíbula.

No-puede-ser.

—¿de dónde eres? –pregunta el maestro mientras se sienta en su escritorio, con su termo de Starbucks y sus piernas cruzadas, viéndolo atravesó de sus anteojos algo Hípster por cierto. El maestro Arnold de Literatura es uno de los más jóvenes de Corwell y uno de los más… apetecibles para el género femenino, y bueno porque no decirlo, también para los muchachos.

—Soy de aquí, solo que me fui hace unos años –explica Dylan, quien se sentó detrás de mí, no me creo que no me haya visto en cuanto entro a este salón.
¡Pero en que estoy pensando, ni que fuera el centro del universo Samantha!

—¿entonces debes de conocer a más de uno? –nos apunta con su termo a los demás.

Yo tan solo me hice tan pequeña como pude en mi puesto, intentando no hacerme presente aquí, ahora. Me sumerjo en mi libreta y sigo escribiendo, hago garabatos y cualquier cosa me distrajera de ese momento incómodo.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora