Capítulo 7 - Visión

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Capítulo 7 - Visión

Minos estaba recostado en el sofá, sintiéndose bastante hambriento y un poco débil. Hacía días que una presa no venía hacia él, y usualmente saldría a buscarlas... no obstante, nunca sabía cuándo podía aparecer la Inmortal que buscaba derrocar al Rey. Y eso era lo que encabezaba la lista de prioridades en ese momento: no la mujer en sí, sino el objetivo que ella le había presentado. Así que había decidido no salir excepto que un cliente apareciera en su puerta e hiciera un Pacto con él.

Sintió una presencia acercándose a su hogar y la identificó al instante. La señorita se había tomado su tiempo para leer, pero al fin lo había hecho. Aunque el Demonio no estaba muy seguro de la utilidad de su visión y los libros, supuso que al menos lo acercaban un paso al trono.

Cuando abrió la puerta, vio que la muchacha llevaba su acostumbrada expresión de indiferencia y una caja que contenía un montón de pequeños libros, seguramente los diarios que el Demonio había leído en su encuentro anterior. Su llegada no le sorprendió, pero sí le asombró encontrarse con que la hermana menor no estaba con ella.

—Vaya, ¿a qué debo el honor de esta visita? —dijo él con la esperanza de que, tras su sonrisa y su tono cordial, ella pudiera ver que no le agradaba nada que lo hubiera hecho esperar.

—Te dije que hablaríamos acerca de estos diarios y eso haremos.

La Inmortal se escurrió dentro de la mansión pasando por un costado de Minos. A él no le molestó particularmente que lo hiciera, pero le irritó recordar cómo ella se había negado a entrar las últimas dos veces que la había visto. Sin duda no parecía tener ninguna queja esta vez.

—Creí que no le gustaba esta mansión, señorita.

—Sigue sin gustarme, pero esta vez no puedo ser quisquillosa. Demonio, llévame a tu dormitorio para que podamos hablar sobre estos.

El hombre la observó con extrañeza y algo de incredulidad: ¿cómo podía bajar tanto la guardia una persona tan precavida, que según lo que parecía llevaba sirviendo a Su Majestad hacía ya un tiempo? Seguramente se creía que podía dominarlo con su actitud arrogante y las habilidades que tuviera como mercenaria del Rey. Estaba seguro de que ella estaba muy equivocada, pero no pensaba perder el tiempo dejándoselo en claro.

—Por supuesto —fue lo único que respondió con una sonrisa. Aquel día llevaba la apariencia de un atractivo treintañero de tez muy oscura, lo que hacía que sus dientes de tiburón se vieran aún más brillantes.

Sin embargo, la tal Karen no reaccionó a esa amenaza camuflada, sino que lo siguió cuando él subió por la escalera de la sala y continuó caminando por un pasillo, sus pasos silenciosos y breves en comparación a las zancadas ruidosas del Demonio.

La casa tenía muchas habitaciones (ninguna en mucho mejor estado que la otra) y el dueño del sitio usaba varias de estas a la vez, sin distinguir demasiado entre estas. Hizo entrar a su acompañante en una de las primeras que encontró y entró detrás de ella, dejando la puerta abierta. No tenía por costumbre cerrarla, después de todo ¿quién ingresaría sin avisar a la morada de un monstruo?

En lo que Minos consideró un nuevo intento de sorprenderlo y hacerlo enfadar, Karen se comportó como si el lugar le fuese familiar. Sin preguntar nada, se quitó los zapatos, se sentó en la cama y desparramó los cuadernos sobre el cobertor, arrojando luego la caja hacia un costado.

Así que a esto se le llama ofrecer la mano y que te tiren del codo, pensó el hombre mientras luchaba por mostrarse relajado y servil. ¿Quién te crees que eres, señorita? Reconfortándose con el pensamiento de que ella no era más que un pequeño pececillo, uno que se devoraría cuando hubiera cumplido su cometido, se sentó en la cabecera de la cama, apoyando la espalda contra la pared.

Pactos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora