Capítulo 16 - Sara

126 33 248
                                    

Capítulo 16 – Sara

—¡Traidora! —exclamó Minos, poniendo toda la fuerza de su voz en ese grito y golpeando la pared de la habitación con un puño. El Pacto le impedía desobedecer a la mujer, pero había estado maldiciéndola interiormente durante todo el camino de vuelta a la mansión.

—No soy una traidora. Trabajo para el Rey, pero mi lealtad no está de su lado.

—Tu lealtad no está de ningún lado, ¿eh?

Karen mantuvo la cabeza alta y la mirada desafiante, sin responder directamente. El Demonio continuó con hablando con su tono lleno de ira y desprecio, sin la habilidad ni el deseo de contenerse:

—No querías matarlo. Querías llevarme hacia el Rey para que él se encargara de mí, ¿no es así?

Quiero matarlo. No mentí al hacer el Pacto, tampoco ha sido una mentira lo que he hecho hasta ahora para lograrlo. Pero no podía abandonar mi puesto en la corte del Rey. Fue a Él a quien mentía, no a ti.

—¿Qué te impedía dejarlo?

—Mi hermana. Aún si Él me perdonara la vida a mí, mi hermana quedaría bajo su dominio. No deberías olvidar que el Rey también se conduce a través de Pactos muy parecidos al tuyo.

—¿Qué poder puede tener ese Rey sobre tu hermana? —replicó él con desprecio. Sin embargo, la mujer notó que había suavizado aquel acento brusco que parecía salirle naturalmente e incluso había bajado el tono de voz.

Karen miró aquellos ojos castaños que con tanta facilidad se tornaban rojizos. Él creía que eran irresistibles, pero a la Inmortal le resultaban descoloridos y pantanosos, en nada podían compararse a los cálidos ojos de su Sara aun si estos también eran marrones. De todos modos, en momentos como aquel encontraba refugio en los ojos de Minos como nunca lo encontraba en los de su hermana. Estaba segura de que tenía que ver con el rencor que los unía, con el odio inexpresable en palabras que solo comprenden los que lo comparten.

Sujetó al Demonio por los hombros y lo atrajo hacia sí violentamente. Luego enterró el rostro en aquellos hombros anchos y huesudos, llenándose con el olor de él y haciendo que al hablar su voz sonara amortiguada. Ella sintió que él se arqueaba con sorpresa, que sus músculos aún estaban tensos por el enojo, mas no le prestó atención.

—El Rey tiene sobre mi hermana todo el poder que puedes tener sobre una persona. —Así la joven habló, respondiendo a una pregunta que nunca en su vida creyó que iba a responder. Inhaló con fuerza, como si quisiera absorber la fragancia del hombre. No poseía el aroma dulce y encantador de un Demonio, sino que olía a sudor y suciedad, a él mismo y a jabón y a lo que fuera que usaba para lavar la ropa, a café y a tostadas. En resumen, olía a Humano.

Entonces empezó a contar la historia. No era su historia. Sin embargo, era la historia que importaba.

En algún punto lejano en el tiempo, había existido una muchacha Humana. Su nombre era Karen y tenía una hermana. Lo importante no era que vivía en medio del campo con toda su familia, ni que tenía más o menos una veintena de años, sino eso: que tenía una hermana. Se llamaba Sara. Karen hubiera hecho lo que fuera por esta hermana, su niña. Hubiera ido al fin del mundo, hubiera matado por ella. No era lo único que tenía, pero era lo único que necesitaba.

Su pequeña era mucho menor que ella y en vida nunca pasó de sus quince años, recordaba muy bien ese detalle. Entre ellas se quitaban las cosas, discutían y gritaban, pero al final del día, cuando su Sara se acostaba a dormir, la hermana mayor la arropaba y cantaba sus canciones favoritas aun cuando sabía que ambas eran ya mayores para esas cosas.

Pactos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora