Capítulo 30 – Última noche
¿Eres feliz, Sara?
Sara dudó antes de responder. En un sentido, sentía que todo estaba marchando viento en popa: con la compañía y ayuda de Catos, había cumplido un objetivo muy importante, el de asegurarse la vida de Karen. Por otro lado, la reacción neutral (y hasta un poco negativa) que su hermana había tenido al respecto la había dejado perpleja. ¿Podía ser acaso que Karen hubiera deseado morir?
Antes de la propuesta de Catos, Sara había tolerado la idea de que su hermana muriera porque ella le aseguraba que no le quedaba otra opción, que si hubiera podido elegir, nunca hubiera elegido dejarla sola. Que Karen deseara abandonarla por iniciativa propia... lo cambiaba todo.
No eres feliz. La Bestia seguía el hilo de pensamiento de la chica como si fuera él mismo quien lo estaba pensando. A ella eso le gustaba, nunca antes le había resultado tan fácil comunicarse con alguien.
Eran puras mentiras.
Hmm, ella es muy cruel. Muy cruel, sí.
¡No me creyó cuando le dije que Madre nos contó acerca de la habitación!
Ohh, eso no está bien.
Aunque era consciente de que ella también había cometido un acto de desconfianza al mentirle a su hermana mayor, no podía evitar sentirse ofendida. En la época en que Sara estaba realmente viva, Karen le había creído con gusto incluso las mentiras más falsas y tontas que la niña soltaba.
No puedo creer que nos haya echado así.
Como a un perro.
Cubriéndose el rostro en un intento de no romper en llanto, la joven se dejó caer sobre la hierba. La tierra era lo único fresco que había en aquel agobiante lugar de un verano eterno, y por más que esperaba la llegada de la noche y el frío, el sol estaba tomando su tiempo en ocultarse. Al comienzo, por su hermana Sara había sido capaz de soportar el calor, esa mansión espantosa y aquel hombre de dientes de tiburón. Ahora que actuaba de manera tan distante, el odio que sentía por todo aquello incrementaba con cada segundo que pasaba en ese infierno.
¿Estás llorando, Sara?
Catos se acurrucó junto a ella y le pasó los brazos por el cuello. La muchacha, para quien esa criatura era como una extremidad más, se sintió aliviada por el contacto y le devolvió el abrazo.
Estoy cansada de esto. Lo odio. Yo... solo quiero que todo termine.
Falta poco, Sara. Muy muy poco.
Reconfortada por el aroma tan particular y la voz infantil del extraño ser, Sara decidió dejarse llevar por la profunda tristeza que sentía. Con la cabeza enterrada en el deforme pecho de la criatura, mojó con sus lágrimas la túnica negra de Catos.
Karen es una idiota. Se sintió culpable por pensar esas palabras, pero le gustó tanto hacerlo que continuaron brotando de su mente. ¡No puedo creer que haga esas... esas cosas con el Demonio! ¡Es un hombre horrible, y un... un imbécil! ¡Eso es, un maldito imbécil desgraciado y asqueroso!
—¡Y Karen es peor! —gritó sin darse cuenta, esta vez en voz alta—. Ella dijo que nunca nunca nunca volvería a estar con nadie, que todas las personas no son más que cerdos como los que solíamos tener en casa. ¿Te das cuenta lo que ha hecho? ¡Se ha traicionado! ¡Me ha traicionado! Me prometió que nunca habría nadie más que nosotras dos, mírala ahora... haciéndole ojitos a ese tipo... No sé qué se le ha metido en la cabeza, pero esa no es mi Karen. —Se detuvo a respirar, pensando que quizá ya era suficiente. Sin embargo, antes de quedarse callada sintió la necesidad de decir una última cosa:—. Esa no es mi hermana.
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Pactos Oscuros
FantasyEl Demonio Minos consigue su alimento a través de un pacto: a cambio de eliminar a una persona odiada, quien acepta el contrato debe entregarle su alma. No obstante, puede deshacerse de su hambre pero no del sentimiento incómodo que se revuelve en s...