Capítulo 19 – Casi
El despertar de Karen fue más bien brusco. No fue una pesadilla o un ruido lo que interrumpió su descanso, sino una sensación que solo el sirviente de un Demonio podría conocer: fue un breve momento de comprensión, un destello en su mente. La Inmortal despertó y sabía, simplemente sabía, que el Rey la estaba llamando.
Se sentó en la cama rápidamente, ella no era una persona que desperdiciara el tiempo. La lentitud y la ceremonia eran para quienes podían permitírselas, idiotas que de un modo u otro tenían tanta ventaja por sobre el resto que no debían obedecer a nadie. Un sirviente (una pobre campesina) debía asentir y hacer caso al instante... así, las sospechas serían menos cuando clavara el puñal a su patrón.
Mientras se vestía, le echó una mirada a Minos. Aún dormía, acurrucado en medio de la cama con la cara hundida en la almohada. Había estado abrazando a la mujer antes de que ella se levantara, y al retirarse ella el brazo había quedado extendido como si buscara algo. Llevaba la misma apariencia que había adoptado desde que Karen le pidió que dejara de cambiar de forma cada vez que ella lo veía: él había optado por la misma versión de sí mismo que había mostrado en su primer encuentro. A diferencia de aquel entonces, ahora estaba lleno de cicatrices y moretones, todos recuerdos de la visita que el Rey le había hecho el día anterior.
Pese a lo que pudiera creer él, no se veía nada atractivo. Tenía un buen cuerpo, pero su palidez lo hacía ver enfermo y su rostro tenía una cosa (o varias) que lo hacían desagradable a la vista, quizá fuera la nariz torcida o la manera en que se le marcaban los huesos de los pómulos. Sin embargo, algo en esos rasgos feos, esa mirada boba y ese cabello revuelto, le hacía recordar a los muchachitos que la cortejaban cuando era mortal. Claro está, también tenía algo de importancia que Minos fuera igual de idiota que ellos. Igual de humano. Incluso le caía la baba por la boca abierta como a uno cuando dormía, tal como sucedía en ese momento.
Antes de salir de la habitación, la mujer le cerró la boca y le colocó una almohada limpia al muy baboso. Luego le retrajo el brazo estirado para que no se lo torciera si giraba dormido, como antaño lo había hecho con Sara y como había deseado hacerlo con los niños que nunca nacieron.
Karen no se sorprendió al descubrir que no tendría que ir muy lejos para encontrarse con el Rey: se topó con él en cuanto salió del dormitorio y bajó las escaleras.
El soberano estaba sentado frente a la mesa de la sala de estar como si se tratara de su propia casa. Y con razón, según lo que había oído de parte de su Demonio más cercano. Minos le había contado a ella acerca de su encuentro con el Rey con mucho detalle, algo gracioso considerando que el tipo se creía a sí mismo un maestro de la actuación y la veía a Karen como una casi traidora.
—Gran Rey —lo saludó la Inmortal, acercándose al sillón que Él había ocupado.
—Buenos días, señorita Karen. De algún modo supuse que se encontraría usted aquí.
—Minos aún duerme. Iré a despertarlo si así usted lo requiere.
—Oh, no hace falta —respondió el amo haciendo un gesto—. Es a usted a quien buscaba. Aunque sí le agradecería que me trajera un té, si fuera acaso posible.
A la mujer le pareció un pedido tonto, pero obedeció. Después de todo, si había algo que lo hacía ver humano a Minos era que, por más Demonio que fuera, tenía la alacena tan llena como un mortal. Comía tanto como uno, de hecho, a pesar de que él mismo no parecía en lo más mínimo enterado de lo humano que esto lo volvía. Incluso sentaba a Karen a comer junto a él.
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Pactos Oscuros
FantasyEl Demonio Minos consigue su alimento a través de un pacto: a cambio de eliminar a una persona odiada, quien acepta el contrato debe entregarle su alma. No obstante, puede deshacerse de su hambre pero no del sentimiento incómodo que se revuelve en s...