Odette.
Mi cabeza estaba a punto de explotar, no podía encontrar una razón para seguir ocultando el secreto que me carcomía el cerebro, no si Kilian ya no quería verme por nada del mundo.
—Pero debes mantener el secreto, no importa si Kilian dejó de estar enamorado o no, eso no importa.
La mamá de Alex intentaba a toda costa de hacerme cambiar de opinión.
—Es que no sé porque debemos ocultarlo; él tiene todo el derecho de saber.
Me había dado cuenta que jurar llevarme aquel secreto a la tumba, era un terrible error, pero era muy tarde. Kilian cada día se alejaba más de mí y era algo que yo no había podido evitar.
—Si, claro que es su derecho. Pero, ¿Crees que él se acercaría a ti, o te perdonaría si sabe lo que has ocultado? ¿No piensas que quizá te alejaría más?— Mi subconsciente me decía que dejara las cosas como estaba y que él pronto se daría cuenta de todo, pero mi corazón me decía que no podía engañarlo más. — Odette. Jura que no dirás nada.
—No es justo.
—El mundo no es justo. Las personas no son justas. La mafia no es justa.—La señora Débora Montiel caminaba por la habitación en círculos, lo que me ponía muy nerviosa— La vida no es justa— Finalizó para después sonreír un poco— Pero eso tú lo sabes. Y lo sabes mejor que nadie.
Mis manos no habían dejado de temblar ni un solo segundo, pero recordé la mirada penetrante de la mamá de Kilian antes de partir, del miedo en sus ojos y de la suplicante oración que se repetía en sus labios "No dejes que lo sepa" ¿Cómo iba a traicionarla?
—Seguirá siendo secreto. Al menos de mi parte.— dije ganándome una mirada de aprobación de la señora Montiel.
Hacía frío en las calles, a pesar de ser una época primaveral, era muy temprano y el sol apenas se asomaba cuando decidí salir de la mansión de los Montiel para volver a mi casa.
Aún podía sentir el aliento cálido de Kilian cuando me besó, o sus ojos suplicándome que intentara algo con él. Podía recordar las suaves caricias de sus manos sobre mis mejillas, y sus murmullos cuando me susurraba que me quería, y que no dejaría que nadie nos separara.
Bueno, pues ya lo habían hecho.
No me di cuenta cuando fue que mis lágrimas habían empezado a caer, y tampoco me di cuenta cuando fue que cambie de dirección contraria a mí casa. Supongo que en ese momento había querido estar sola, y sin nadie que me molestara... Solo había un lugar que era el más cercano a un recuerdo que en mi memoria flotaba con grato placer, entonces fue cuando me dirigí hacia él.
Cuando Killian, Alex y yo éramos niños veníamos a este parque, era un secreto nuestro según nosotros, pero su tío Zack y su esposa a diario nos acompañaban, compraban helados para nosotros y después nos dejaban jugar en los árboles que había cerca.
Me senté cerca del naranjo, el cual seguía con ramas gruesas, tan gruesas para un niño de ocho años, pero demasiado frágiles para uno de dieciocho, y al observar un poco más arriba pude ver una rama grande, llena de hojas, irreconocible para cualquiera, pero yo pude recordar... Era la rama más alta de aquel árbol por la cual competían tres niños para alcanzarla y coronarse los reyes de aquel parque, la misma rama que se rompió aquel día cuando Killian cayó del árbol rompiéndose el brazo, me acerqué para ayudarlo, pero lo único que hice fue empeorar las cosas. Desde ese día, el papá de Killian nos prohibió acercarnos al árbol y al parque en general.
—¿Recordando viejos tiempos?
Limpie mis lágrimas lo más rápido que pude, sin embargo no había estado segura de que funcionara la mentira de que nada pasaba, cuando era obvio que mis ojos hinchados eran producto de un llanto que había estado presente momentos antes de que interrumpieran mis pensamientos.
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Dragoste.
RomanceUna persona con mentalidades distintas. Un chico confundido y con el corazón roto. Una mentira que será la que se encargue de destruir una amistad de años. Una trágica historia que llevará a derramar miles de lágrimas y quizá miles de gotas de sangr...