Capítulo 22 (Hugo)

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"I wish that I could see, but it's making you feel this should be. My love is like gunshot, all it takes is a shot for me to blow it all away. I don't wanna feel like I'm just wasting time"

Lost (Bruno Mars)

-¿Necesitas ayuda?- pregunta Mya.

Estoy enfrascado en mi pelea con la corbata, y no la oigo.

-Hugo, ¿quieres que te ayude?

Intento hacer el nudo, pero en seguida se deshace. Lanzo un "arg" de pura desesperación.

Una mano me toca el hombro y doy un respingo. Me doy la vuelta y allí está Mya, que me mira con una sonrisa cansada.

-Disculpa, no estaba escuchando, es por esta maldita corbata... ¿Qué decías?

Mya comienza a anudarme la corbata.

-Nada, sólo te he preguntado si necesitabas ayuda- dice con voz tranquila.

Estamos en el palacio Arnik, en mi cuarto, una habitación enorme con muebles de ebanista, una cama de matrimonio para mí solo, y vistas a todo Gernos. Esta tarde, mi padre se ha empeñado en dar una fiesta para anunciar mi regreso a la vida pública (como si hubiera estado en ella en algún momento) y el compromiso entre Mya y yo.

Todo este mes que llevo junto a mi padre, ayudándolo, haciendo papeleo, y formándome sobre política y economía, no he estado en ningún acto oficial, ni nada; mi padre quería esperar a que estuviera listo para "sacarme del agujero", como él dice.

No he dejado de pensar en Ishy ni un solo día, y he recordado a mi padre nuestro trato cada vez que tenía ocasión. A cambio de ayudarlo, le pedí noticias de ella cada mañana. Y cada mañana me decía lo mismo: "no ha dado señales de vida". Estoy seriamente preocupado, el sinvivir me está comiendo por dentro.

Otro asunto es Mya. Mi padre me obliga a casarme con ella. Al principio, pensé que era una bruja sin sentimientos, pero con el tiempo he llegado a aprender que las primeras impresiones no son del todo fiables. Mya tiene diecinueve años, pero, pese a su juventud, está dedicada en cuerpo y alma a continuar el legado que su padre dejó al morir, el país que él amaba, y cuyas riendas ha cogido su hermano Zack. Es inflexible con los que atentan contra el bienestar de los ciudadanos respetables que apoyan al Gobierno (sí, ella piensa eso de verdad) y está completamente insensibilizada contra el sufrimiento de las clases bajas, pero, en realidad, es una buena persona. Simplemente, es la educación que ha recibido. Desde pequeña le han enseñado eso y ahora, no sabe otra cosa. Realmente, Mya y yo hemos llegado a ser buenos amigos.

-Listo- su voz me devuelve a la realidad. Me ha atado la corbata en un santiamén. Me da un golpecito en el pecho-. Deberías aprender a hacerlo tú solo. ¿No te da vergüenza que yo tenga que hacerte el nudo de la corbata? ¿Qué pensaría tu padre si se enterara?

Sonrío.

-Pensaría que al menos hay una persona en el mundo que sabe atar corbatas, y que, para colmo, es su secretaria. Será mejor que no lo sepa o te verás desbordada; todo el mundo querrá que le ates la corbata.

Ella se ríe y se pone a abrir los cajones en busca de algo.

Yo me miro en el espejo. Llevo el pelo rubio perfectamente peinado (pero sin gomina, oh Dios, no soporto la gomina) y un traje de gala con una corbata azul marino perfectamente anudada al cuello.

Suspiro. Me siento como un delfín en un grupo de ballenas. Sé que no me van a hacer daño, pero todos parecen saber mucho más que yo de todo y se empeñan en darme lecciones. Y me siento fuera de lugar. Este no es mi sitio.

Pero lo peor de todo es que creo que mi sitio no está en ningún lado. Me siento como quien regresa a su ciudad tras veinte años fuera. Sigue siendo el mismo sitio, pero todo ha cambiado, y siento que, aunque una vez lo fue, ha dejado de ser mi hogar. Pero no me refiero sólo al palacio Arnik, me refiero al mundo.

Me giro y observo a Mya revolviendo entre mis cajones. Está guapísima. Lleva un vestido blanco de tirantas, largo hasta la pantorrilla, tiene el cabello rubio platino recogido en un moño. Es celestial, casi etérea. Incluso me da miedo mirarla, vaya a ser que se desvanezca.

De pronto, se incorpora con una sonrisa triunfante. Se pone un collar largo de perlas que ha encontrado y me dice:

-Sabía que me lo había dejado en uno de tus cajones, pero no sabía en cual. Estoy perdiendo la cabeza, de verdad- me mira con una sonrisa traviesa- ¿Cómo estoy?

-Pareces un ángel caído del cielo-afirmo con sinceridad- ¿Y yo?

Mya me mira de arriba a abajo con ojo crítico.

-Estás perfecto- dice al fin, sonriendo.

Miro el reloj. Las cinco.

-Es la hora- digo mientras le ofrezco un brazo a Mya, ella lo acepta y salimos de mi habitación cogidos del brazo.

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Siii, este capítulo también es cortito, y yo no hago más que dar escusas... pero es que algunos capítulos tiene que ser más cortos para que la historia funcione. Lo sieento :3

Gracias por molestaros en leer las cosas que salen de mi cabeza.

Hasta el próximo capítulo<33

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