✞ ✰» Capítulo 11.

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A mis quince años, me desenvolvía cada vez mejor en mis entrenamientos. Manejaba muy bien la espada, aunque las dagas eran mi fuerte. En un combate cuerpo a cuerpo, también había mejorado notoriamente, tanto que había superado a Balder en varias ocasiones.
Desgraciadamente mi mente se había concentrado en una verdadera estupidez. Era la primera vez en mi vida que me interesaba una acción que todos hacían; ¿Y qué era eso? Besar. Después del beso que Fandral me había dado, mi mente no había dejado de darle vueltas al tema. Es que no lograba entender el porqué era tan placentero para las parejas el tener sus bocas pegadas todo el tiempo y compartir fluidos bucales. ¡Por Odín!¡Que cosa tan más nauseabunda!

Pero mi increíble e insaciable curiosidad me había exigido averiguar sobre el tema. Consideraba el pedirle información a Thor, ya que se le daba muy bien el asunto, gracias a su amplio catálogo de asgardianas a las cuales ya había besado. Pero como el gran troglodita que es, le descarté de inmediato. El recordar el beso que Fandral me había dado, me había obligado a darme cuenta en lo atractivo que era, con brazos fuertes, su pecho y torso bien definidos, su cabellera rubia, sus zafiros, su facciones varoniles y esos labios que había posado sobre los míos... ¿¡Pero en qué mierda estoy pensando!? Se supone que mis pensamientos eran sobre la acción de besar, no en una clara inspección al cuerpo de Fandral. ¡Qué vergüenza! No podía ser posible que tuviera ideas tan inmorales sobre el mejor amigo de Thor. Pero... ¿para qué negarlo más? Debía admitir que llevaba un par de años teniendo pensamientos similares a esos.
Sí, no podía negarlo más, quería a Fandral de una manera indebida. Ambos somos hombres, no es algo bien visto. Por Odín, tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas.

Dispuesto a despejar mi mente, me dirigí hacia la biblioteca. Una vez allí, tomé un grueso y pesado libro sobre hechizos que estaba escondido entre otros. Al fin había logrado encontrar la paz, pero mi lectura se vio interrumpida cuando la voz de mi hermano inundó la biblioteca.

"― ¡Hermano! Vamos afuera. El día es maravilloso como para perderlo en la biblioteca.
― ¿Maravilloso? Pero si el día está más que caluroso que el mismísimo Hell. Además, en todo caso, prefiero quedarme en la biblioteca.
― ¿Más caluroso que el Hell? Vamos hermano, creo que estás divagando, muy apenas hace algo de calor.
― Pues yo tengo demasiado calor.
― Bueno, olvidemos eso. ¿Qué es lo que lees ahora, hermano?
― Un libro sobre hechizos.
― ¿Qué no madre te enseña?
― Ya me enseñó todo lo que sabía, ahora todo depende de mí.
― Pues estoy seguro de que serás un gran hechicero.
― ¿Enserio?
― ¡Pero claro que sí! Solo imagínatelo, seremos una dupla invencible, el mejor guerrero y el mejor hechicero de Asgard, no, no solo de Asgard, de los Nueve Reinos.
― Creo que la biblioteca es demasiado pequeña para tu enorme ego."

Habíamos pasado un grato momento. Y aunque había dejado mi lectura para después, me había ayudado para poder distraerme aún más del tema que me tenía intranquilo, raro, nervioso. Si alguien pudiera entenderme. Me sentía patético, ridículo, no, me sentía...¿enamorado?

𝑳𝒂 𝑽𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝑴𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓𝒐𝒔𝒐.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora