No sé si todos tenemos un destino, o si estamos flotando casualmente como en una nube; pero yo creo que pueden ser ambas, puede que ambas estén ocurriendo al mismo tiempo - Forrest Gump.
Todo empezó el 31 de octubre.
Halloween, la Noche de las Bruja...
Miré con aprensión la prominente escayola que portaba desde el sábado pasado y que dificultaba cada mínimo aspecto de mi vida. Quizás no todos, pero ducharme se había convertido en una auténtica Odisea.
De normal no era una persona muy ágil, pero en aquellos momentos verme andar era como contemplar a Bambi dos segundos después de haber nacido.
Farfullé con cansancio una vez que conseguí bajar los escalones, uno a uno, con las correas de la mochila deslizándose por mis hombros añadiendo un grado mayor de dificultad.
—Vamos, Freddie, colabora un poco —musité entre dientes dirigiéndome a mi yeso.
De un último esfuerzo cojeé con ayuda de las muletas en dirección a la cocina donde Robert desayunaba tranquilamente. Mi hermano me lanzó una mirada entre burlesca y preocupada. Una parte de él seguía resentida por mi cobarde huida de la otra noche.
Al parecer tras mi repentina desaparición había movilizado los traseros de todos sus amigos para seguirme la pista. Aunque sospechaba que parte de su malestar residía en el hecho de haber sido interrumpido in fraganti con Rowen.
—¿Freddie? —inquirió alzando una ceja y metiéndose una generosa cucharada de cereales en la boca.
Asentí con toda la dignidad que aún tenía intacta y me dejé caer ruidosamente en una de las sillas.
—Exacto, en honor a Mercury —repuse con simpleza— Si he de compartir las veinticuatro horas con un ente extraño es mejor darle un nombre. Para humanizarlo.
—No tendrías porqué humanizar un trozo de yeso si hubieses mantenido tu promesa.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Chasqueé la lengua como si ese fuese un detalle insignificante y eché una ojeada a mi pierna escayolada. Aún dolía, pero sin una gota de alcohol en mi torrente sanguíneo era libre de tomarme analgésicos para paliar la molestia. Además, en mitad de la serie de garabatos inconexos que decoraban la superficie antaño impoluta estaba el número telefónico del culpable de mi tibia fracturada.
—Eleanor, me voy a saltar la primera hora de clase para llevarte al instituto y por la tarde va a ir Rowen a por ti, ¿de acuerdo? Y en caso de que no pueda no será demasiado difícil convencer a Noah o a Troy para que falten.
Casi me atraganto con el zumo de naranja.
—No necesito ese despliegue de efectivos. Jossie puede llevarme.
Esta vez Rob alzó ambas cejas y sus ojos azules se fijaron en los míos. Leí el mensaje incluso sin que tuviera que pronunciar una mísera palabra.
—Haz lo que te digo y punto, enana.
—Hiz li qii ti digi i pinti, inini.
Robert puso los ojos en blanco y me indicó que se nos estaba haciendo tarde. Exhalé un suspiro lastimero y volví a encaramarme encima de las muletas. Con dificultad fui avanzando tras los pasos resueltos de mi hermano. Este llevaba mi mochila colgada sobre su hombro y cuando llegamos hasta su camioneta se giró hacia mí, inquisitivo.