Capítulo 10.

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A veces los monstruos están muy cerca de ti... lo malo es no darse cuenta antes de que sea tarde.

Fue el 28 de octubre el día que puse un fin forzoso a mi relación con Viktor Cook.

He de admitir que hasta esa noche estaba bastante pillada por sus huesos y suspiraba como una estúpida colegiada cada vez que pensaba en él.

Pero la situación me hizo entrar en razón de forma tan forzosa y abrupta que aún me despierto en mitad de la noche con esa incómoda sensación recorriendo mi cuerpo, como un recordatorio fantasma de lo acontecido durante la velada.

Nunca le he contado la historia al completo a nadie. Literalmente. Ni siquiera mi hermano o mis amigos conocen todos los detalles. Pero es necesario que tú sí los conozcas.

Es preciso para que comprendas la ansiedad que se desató en mi organismo cuando caí de bruces en el lavabo del restaurante y capté como aseguraba la puerta con candado. La adrenalina me zumbó en las venas y el sudor frío cubrió extensas áreas de mi piel mientras me giraba torpemente para encontrarme con el mismo brillo malicioso de ese día en concreto.

No recuerdo con exactitud a que hora exacta me presenté en la puerta de su apartamento, empapada hasta los huesos y convertida en una maraña de emociones conflictivas. Había discutido con mi madre y solo acerté a escaparme y correr en la única dirección que se me ocurrió en ese momento.

Pude redirigir mis pasos a casa de Rowen donde sabía que encontraría mi hermano. Caminar bajo la lluvia a uno de los domicilios de mis amigos e incluso al piso que Noah y Troy compartían. Cualquiera de esas opciones habría sido más sensata y exenta de sobresaltos.

Pero el amor —o lo que en esos momentos yo interpretaba como tal— nos hace seres irracionales e impulsivos. Llovía a cántaros y la humedad se filtraba a través de los tejidos haciéndome tiritar de manera incontrolada. Me temblaba el cuerpo al completo en el momento que Viktor abrió la puerta.

Estaba tan espectacular como siempre. El cabello castaño despeinado y exhibiendo su habitual sonrisa de superioridad. Sonrisa que no decayó cuando se percató de mi aspecto. Sus manos atraparon mis muñecas y tiraron de mí hacia delante, estrechándome entre sus brazos.

—Tranquila —me susurró al oído— tranquila, Eleanor, ya estoy contigo.

Arrugué la nariz, captando el inconfundible olor a cerveza. Me alejé unos centímetros de él para enfocar su rostro. Sus ojos oscuros brillaban más de lo habitual y parecía algo sofocado. Su cuerpo tan solo cubierto por unos pantalones del chándal oscuro estaba sudado y bastante caliente. Ese calor no me desagradó debido al frío húmedo que seguía machacándome los huesos.

Viktor vivía solo. Hacía un par de años que sus padres mantenían aquel apartamento y a su hijo para que este pudiese estudiar en otra ciudad. Nunca me contó el motivo por el cual lo expulsaron de su anterior instituto pero creo que quizás, ahora, podía hacerme una idea bastante certera.

Sus manos sostuvieron mi rostro con delicadeza.

—¿Ella otra vez?

Acerté a asentir con la cabeza y acepté su beso. Como cada vez que me besaba se me aflojaron las rodillas y mis párpados decayeron con sumisión.

—Es una puta, no debería importante su opinión.

Me encogí de hombros liberándome de su abrazo y contemplando el percal que nos rodeaba. El desorden era acusado. Envases de comida rápida se acumulaban en el suelo junto a latas vacías de refrescos y cervezas. Sobre la mesa había una botella empezada de un líquido translúcido y a su alrededor colillas que no pertenecían exactamente a cigarros.

Kavinsky © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora