¿Estás segura?
Me encontraba sentada en los escalones de piedra cuando la puerta se cerró a mis espaldas. No me dio tiempo a girarme cuando una mano cayó sobre mi cabeza y me revolvió el cabello. Farfullé una protesta apartando los dedos de mi hermano de entre mis mechones y lo miré con el ceño fruncido.
Él me sonrió con naturalidad.
—Que guapa te has puesto hoy —comentó deslizando los ojos por mi rostro— supongo que no puedo convencerte y que me abandonarás para irte con esos dos extraños, ¿al menos podré ir a por ti?
Moví la cabeza con lentitud.
—No son extraños, ¿vendrás esta tarde?¿O mandarás a Noah para hacerte el trabajo sucio? —inquirí con cierta malicia, deteniéndome especialmente en este punto.
Robert se rascó la nuca.
—De acuerdo. Me has pillado, pero esta vez si iré a buscarte, enana —flexionó las rodillas para sostenerse a mi altura— Mándame un mensaje si al final no debo ir. Hasta luego.
Dicho esto depositó un casto beso en mi sien derecha y se incorporó de nuevo sobre su metro ochenta largo. La fresca brisa de la mañana revolucionó su cabello castaño e hizo que se refugiase aún más en la calidez de su abrigo.
Contemplé como se marchaba unos metros hasta la camioneta aparcada frente a la casa. Subió con agilidad y un ánimo impropio de tan temprana hora. Una vez que estuvo en el asiento del conductor me dedicó un último gesto de despedida antes de desaparecer calle arriba.
Me quedé entonces sola con mis pensamientos de nuevo.
La superficie sobre la que me encontraba sentada estaba congelada y el frío comenzaba a traspasar la delgada capa de tela vaquera que separaba mis nalgas desnudas. Aspiré una tanda de aquel aire tan gélido y luché por calmar el nerviosismo que se incrementaba entre mis frenéticos pensamientos.
Esperé durante un par de minutos hasta que reconocí el Jeep que me arrolló la noche de Halloween. No tardó en estacionarse en el lugar donde minutos atrás había estado el vehículo de mi hermano.
Me incorporé con algo de torpeza, sosteniéndome sobre las muletas de las que seguía dependiendo para expandir mi reducida movilidad. Freddie rozó durante un agónico segundo la acera pero conseguí estabilizarme y caminé con un pie hacia el coche.
La puerta del copiloto se abrió y Derek saltó fuera. Estaba igual de atractivo que siempre, con una perfección casi irreal. El cabello pelirrojo parecía tan reluciente y sedoso que mis dedos hormiguearon ante la perspectiva de poder tocarlo. Llevaba unos vaqueros claros que se ajustaban demasiado bien a sus glúteos esculpidos. Sonrió en cuanto me acerqué y sentí que en cualquier momento babearía por el despliegue de masculinidad y hermosura.
—Eleanor —sus ojos chispearon en el momento que mi nombre abandonó sus labios— estás muy guapa.
Lo cierto es que aquella mañana me había levantado una hora antes para poder mostrar el aspecto más acicalado del que fui capaz. Mi pelo caía en una ordenada y perfectamente lisa cascada sobre mis hombros y me había esmerado en el maquillaje sin llegar a destacar demasiado. Una combinación sencilla de máscara de pestañas, corrector y un pintalabios marrón sutil.
—Gracias —respondí y me mordí el labio inferior cuando se aproximó. Al igual que hizo el día anterior me besó en la mejilla con una pequeña diferencia. Esta vez se tomó más tiempo—. Yo...
Iba a explotar y ni siquiera llevaba un minuto en su presencia.
—Vamos, te ayudo —animó y me abrió la puerta de atrás con una inclinación de cabeza. Se hizo con mis muletas y esperó hasta que me arrastré al interior para pasármelas de nuevo. Iba cogiendo práctica y cada vez me resultaba menos complicado moverme— ¿Cómo estás?
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Kavinsky © [✓]
Teen FictionNo sé si todos tenemos un destino, o si estamos flotando casualmente como en una nube; pero yo creo que pueden ser ambas, puede que ambas estén ocurriendo al mismo tiempo - Forrest Gump. Todo empezó el 31 de octubre. Halloween, la Noche de las Bruja...