CAPÍTULO VI: AYUDA

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—Tal vez se desmayó producto de la debilidad de no haber comido apropiadamente —escuché la ronca voz del señor Boraska.

—O se quedó dormida—habló Bastian, su voz delataba su preocupación y que había llorado tiempo atrás.

—Disculpe la molestia, señor Boraska, la verdad es que Nora nos ha provocado muchas angustias últimamente —se escuchó la voz de padre. Sabía que estaba enojado conmigo por lo que había pasado. Pero no había sido mi culpa.

—A las cuatro costillas que tenía rotas, se les suman tres mas. El cuello, de milagro no se rompió, porque entonces Nora tal vez no estaría viva. Se volvió a golpear la cabeza lo que provocó que la herida anterior se abriera, y su brazo derecho, que les digo, está roto, deberá ser entablillado y no moverlo en lo absoluto. Le doy cuatro días de reposo, sólo se va levantar para hacer sus necesidades y bañarse. Debemos evitar más fracturas que podrían dejarla con secuelas de por vida—. Concluyó el doctor Boraska, se notaba preocupado en su voz.

El señor Boraska ha sido nuestro doctor desde que tengo memoria. Gran amigo de padre. Un señor alto y delgado, con barba apenas recortadas, y con ojos y cabellos del mismo color: amarillo.

—Le prometo que la vamos a cuidar—sonrió Bastian tratando de ocultar su voz temblorosa y sus ojos rojos.

—Eso es lo que espero—el señor Boraska le dio unas palmaditas en la espalda a Bastian—. Y también espero no venir aquí pronto—bromeó para salir de la habitación, gesto que copió padre.

—B-Bastian—hablé con la voz débil tratando de ponerme en pie.

—¡Nora no!—dijo corriendo hasta mi para impedir que me levantara—¡no debes hacer mas esfuerzo que el de descansar!

—Me siento mal—dije tocando mi cuello.

—¿Y qué esperabas?, ¿sentir bien luego de tremendas caídas?—dijo Bastian que estaba triste y enojado—Me voy por un tiempo y te encuentro muy mal, y ahora esto. ¡Es increíble! Por eso te traje esto—sacó un crucifijo de madera de uno de sus bolsillos —lo compré en una iglesia y está bendecido. Toma, será de mucha protección mi querida.

—Gracias Bastian—sonreí tomando el crucifijo.

La verdad es que estaba muy bonito, parecía plata fina y tenía inscrito "Gott mit uns" el lema de Prusia, que significa "Dios con nosotros", y el rostro de la Virgen Maria.

—De nada. Espero que cuando yo no pueda ayudarte, esto sí pueda—sonrió.

—Pues esperemos que siempre estés conmigo—sonreí.

—El señor Piszczek ha sido tu salvador nuevamente —me sonrió—la verdad es que se ha portado muy bien con nosotros y se ha preocupado por ti.—¡Ese maldito!— Él te trajo ayer en la noche, y vino hoy en la mañana a dejarte estas lavandas. Todavía no sé como pudo saber que eran tus favoritas, pero las trajo. Y tampoco son fáciles de conseguir aquí en Pomerania.

—No se hubiera molestado —dije con desprecio.

Si no fuese porque las lavandas son mis flores favoritas, en este preciso instante las estaría arrojando por la ventana.

—¿No te agrada?—preguntó al notar mi expresión.

—¿No te parece que es demasiado extraño la forma en que llegó aquí?, ¿qué sabemos de él, de su vida, de su pasado...? ¿Tiene esposa? ¿Hijos quizá? ¿Es un asesino o un ladrón?

—Pues al parecer ya le explicó todo eso a tu padre—habló serio—. Si tu padre le ha recibido aquí, es porque ha de tener muchas riquezas y es de buen proceder.

REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora