⋆.✿NINE✿°

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 Esa noche, Finn sintió algo tibio trepar a su cama con él. Con sus ojos medio abiertos, vio la silueta del cuerpo de Adrien parada contra la luz de la luna. Luego, en voz baja, le preguntó:

–¿Puedo dormir contigo esta noche?

Finn debió haber dudado, pero no lo hizo. Apartó su cobertor.

–Ven, métete...

Lentamente, Adrien se recostó. Mantuvo distancia, mirando hacia otro lado, pero fue Finn quien inesperadamente se acercó a ella. No era necesario. No había nada en su trato sobre contacto físico, pero Finn envolvió la cintura de Adrien con sus brazos. Ella se sorprendió por un segundo, pero luego se acomodó en los fuertes brazos de su esposo, conteniendo las lágrimas mientras intentaba volverse a dormir.

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Pasaron el segundo día cantando. Finn no había tocado la guitarra en mucho tiempo; se sorprendió haciéndolo bastante bien. Falló en un par de notas y no pudo mantener ciertos tempos, pero dentro de todo, Adrien aplaudió y le sonrió, elogiándolo por recordar tanto a pesar de haber estado años sin practicar.

Mientras Finn tocaba la guitarra, también cantaba, pero era Adrien quien lo hacía la mayor parte del tiempo; o al menos lo intentaba. Su voz se quebraba y no podía llegar tan alto como recordaba Finn. Se veía molesta, pero Finn le daba un golpecito con la rodilla y le sonreía. Continuaban entonces, él cantando la voz principal y Adrien volviendo a acompañarlo. A ninguno le molestó el cambio en los roles. Sus voces armonizaban de todas formas.

Cuando el sol se puso y las estrellas aparecieron, Adrien llevó una manta afuera e invitó a Finn. En el jardín detrás de la casa, Adrien posó la manta en el suelo y, con la ayuda de Finn, la estiraron.

Recostados sobre sus espaldas, yacían en un silencio confortable mientras miraban a las estrellas resplandecer. Cuando Finn comentó cuán raro era ver las estrellas en la ciudad, Ádrien le mencionó la contaminación lumínica.

–Te impide ver el cielo. Te distrae.

–Me impide ver esto en las noches.

–Sí –respondió Adrien suavemente–. Eso hace.

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Finn no sabía si Adrien siempre había sido torpe. La primera vez que Adrien tumbó un vaso de agua había parecido un accidente, pero cuando entrecerró sus ojos tratando de encontrar otro vaso veinte minutos después, sólo para volverlo a tirar, Finn pudo ver que algo andaba mal.

Cuando se acomodaron en el piso de la sala, preparándose para jugar una serie de juegos de mesa que Jack había traído desde el ático, Finn no pudo evitar preguntar:

–¿Estás bien, Adrien?

Levantando una ceja ligeramente interesada, mientras desempolvaba los juegos, Adrien musitó:

–Sí, estoy bien.

–Me refiero a tu salud –aclaró–. ¿Estás Segura de que es solamente un resfrío?

–¿Qué más podría ser? –Adrien se encogió de hombros. –Estoy cansada todo el tiempo por su culpa.

Finn sentía que había algo más allí, pero no insistió.

–Veo que a veces tomas remedios –murmuró–. ¿Son para el resfrío también?

Adrien se detuvo después de quitarle la tapa al juego de Monopoly.

–Sí... Son para mi resfrío. A veces me dan migrañas.

Frunciendo sus labios, Finn dijo:

–Tal vez deberías ir a ver a un doctor otra vez.

–Tal vez debería.

La atmósfera estaba tensa, pero en cuanto el juego comenzó, se alivianó. No hicieron apuestas. Ninguno prometió quitarse la ropa por cada propiedad perdida, pero las risas y los insultos en broma fueron todos reales, no pretendidos.

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La cuarta noche, se acurrucaron juntos bajo una manta en el sofá de la sala. Los dos (junto con Jack, quien se sentaba en el suelo) vieron Titanic, una de las películas favoritas de Adrien. Finn sabía que Adrien estaría llorando efusivamente al final pero, para su sorpresa, La cautelosa chica, quien estaba demasiado cansada para siquiera mantenerse despierta después de las diez, se durmió apoyada sobre su hombro.

Lucía en paz incluso en la oscuridad con sólo la luz de la televisión iluminándole el rostro. Finn se fijó en eso. Decidiendo que no valía la pena despertar a Adrien solamente por estar durmiendo de esa forma, Finn se levantó del sofá y alzó a Adrien en sus brazos.

Jack se puso de pie tratando de ayudar, caminando justo detrás de Finn hasta que acostó a Adrien en su cama. Tras quitarle los zapatos y envolverla en las mantas hasta cubrir el cuerpo fatigado de la  muchacha, Finn se volteó y encaró a Jack, quien estaba viendo todo lo que hacía.

–¿Siempre está así de cansada?

Hubo un silencio.

–No siempre –respondió.

Volviendo a mirar a la durmiente Adrien, Finn suspiró.

–Me dijo que ha estado con un resfrío...

–Un resfrío... –murmuró Jack.

–Dile que busque atención médica si empeora.

Jack intentó empezar a hablar, pero no pudo encontrar las palabras. Bajó sus hombros y asintió.

–Le diré.

Permaneció allí unos minutos más antes de darse cuenta de que Finn quería estar solo con Adrien. Retirándose, dejó la habitación.

Cuando Jack se había ido, la mirada de Finn se dirigió completamente hacia su esposa. Moviendo su mano, apartó el cabello del rostro de Adrien. Mientras tocaba los mechones, notó cómo se sentían. No estaban tan sedosos o brillantes como solían estar, o al menos como él los recordaba. Finn no sabía qué pensar. En su mente, imaginó que tal vez fuera estrés. Cuando miró por sobre su hombro, vio la portátil que Adrien había abierto y enchufado.

Terminó razonando que era estrés por trabajar tan duro en otro libro. Inclinándose, Finn titubeó al comienzo, pero se entregó a su deseo. Besó la frente de Adrien y permitió que sus labios permanecieran un momento por encima de la frágil Muchacha antes de retroceder y salir de la habitación.  

❁✎100/80♡➫FINN WOLFHARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora