Mi pequeño (Thor x Peter)

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Les contaré una historia pequeña, así como lo era él, pequeño.

Siempre tenia la costumbre de observar a los mortales con ayuda de Heimdall, me reía por sus tonterías, de lo rápido que se enamoraban y lo fácil que se les podía romper el corazon, de sus desgracias. Me reía de ellos, eran divertidos. O así era hasta el momento en que lo vi, un pequeño adolescente que corría para alejarse de otros chicos que querían golpearlo.

Pequeño, castaño, adorable, delgado, lindo. Hubiera sido la reina perfecta para cuando yo gobernara, pero había un problema, él no era de Asgard y su vida no era ni un cuarto de la mía. En un respiro se iría.

Sin darme cuenta lo observé día y noche. Lo vi dormir, comer, hacer deporte, estudiar, hasta lo vi bañarse una vez antes de que Heimdall me lo prohibiera.
Al poco tiempo ya me había aprendido su rutina, también fui el primero en descubrir su identidad secreta, no tan secreta, como Spiderman. Mientras el luchaba contra los ladrones, villanos o cualquier maleante, yo mordía mis uñas para esconder la ansiedad. Sin querer admitirlo comencé a preocuparme por él, por su salud y su bienestar.

Al año descubrí lo que más me aterraba, me había enamorado se él. Amé su gran corazón, su risa, su rostro hermoso, hasta su nombre 'Peter', cortito y perfecto. Y haberme enamorado fue mi peor error.

Padre de todo se enteró, dándome el peor de los castigos. Me desterró en lo que dura la vida de mi pequeño. Condenado a amarlo, estar cerca suyo, pero no tenerlo. Fui convertido en una mascota con la que él se quedó después de rogarle todo un día a su tía. Ahora lo tenia a mi lado, recibía sus mimos en mi lomo o bajo el cuello, me alimentaba y bañaba, también me vacunó. Pero a pesar de parecer el paraíso para algunos, para mi era la peor de las torturas, lo escuchaba contarme sobre las personas que le interesaban, sobre sus parejas, dichas parejas que traía a su casa cuando su tía se iba y por lo que me sacaba de su habitación. Odiaba mi audición, porque podía escucharlo gemir un nombre que no era el mio.

Y así pasaron los años. Nos mudamos a un departamento, no tan lejos de su tía y su trabajo, donde un nombre con un raro acento lo molestaba cada mes diciendo "La renta", su hija me dababa galletas y leche cuando Peter se olvidaba de alimentarme por llegar cansado de su trabajo como fotógrafo de un diario, vendía sus fotos siendo heroico. En ese momento de su vida apareció Mary Jane, una pelirroja gritona que necesitaba ser rescatada todo el tiempo. Como odié a esa mujer. 

La única que me cayó bien había sido Gwen Stacy, una compañera suya en ciencias. Esa mujer fue la mejor que pudo tener, y habría estado totalmente de acuerdo si querían tener una vida juntos, pero por desgracia fue asesinada por el mejor amigo de Peter. A ambos nos dolió perderla, le tomé cariño y sé cuanto él la amaba.

Los años seguían pasando, la apariencia de mi pequeño ya era mucho más madura, pero seguía siendo el mismo del que me enamoré. Su carácter inocente se volvió deprimente, aburrido, algo oscuro, pero me sonreía siempre que me sentaba en sus piernas pidiendo mimos. Era lo único que podía hacer, no tendría nada más de él, más que un lugar en su cama cerca de los pies, una jaula y una caja de arena que no cambió en tres días.

En menos de un parpadeo lo vi entrando con esa pelirroja a nuestro nuevo departamento, ambos vestidos como novios, después de su boda.

No me acerqué a él en días, pero me alegraba verlo feliz, aunque de vez en cuando subía al ático que teníamos a escondidas y lo observaba, él se escondía allí para ver fotos de Gwen, algo de ella quedó en su corazón.

Otro parpadeo y ellos se divorciaron, dividieron objetos y cada uno se quedó con su parte. El triste hombre había vuelto, ya nadie pedía por el hombre araña, no era necesario, no cuando los vengadores se hicieron públicos. Aún escuchaba por la radio las noticias en vivo sobre algunos robos o crímenes para ver si llegaba primero que ellos. Jamás pudo, era como si los malditos se teletransportaran.

Otros años más. Él ya comenzaba a tener arrugas, ya no se molestaba en fingir su descontento. Su hermoso pelo castaño se había vuelto canozo, su espalda se encorvó y con cada paso daba una queja por sus rodillas. Él me preguntaba en broma, y alvunas veces con mucha seriedad, ¿Cómo era que yo seguía igual a como me encontró?

Ver su desgaste fue doloroso, mi corazón envejecía con él. Podía sentir el dolor que Peter sentía en mi pecho, unas dolorosas punzadas.

Y no pararon hasta su último respiro. Ese último día no me separé de él, en un maldito hospital público, ni los médicos tuvieron el corazón de alejarme de él, al menos no cuando él se los pidió como última voluntad.
Me recoste sobre su pecho y allí me quedé, sintiendo su mano apariciarme muy lentamente mi rubio pelaje, yo le regalaba suave ronroneos, también estaba llorando sin que él lo sepa. Destinado a amarte, pero no a tenerte.
Y así, con ese último pensamiento dejé de sentir su mano moverse, al mismo tiempo que aquella maquina emitió un pitido largo y vacío que se coló en mi odio, destrozando mi corazón.

Fue en aquel momento donde volví a mi antiguo cuerpo que estaba en una cama en mi habitación, me bajé de allí para llorar para descargar entre sollozos todo el dolor que sentía, pero así me la pase toda mi vida llorando el dolor no se irían, me acompañaría hasta mi muerte.

— Éste es el castigo por enamorarte de un mortal. Espero que hayas aprendido la lección, y no lo vuelvas a repetir.

Él estaba sentado en una silla cerca de mi cama, viendo algún punto lejos para no dirigirme la mirada, yo solo giré unos centímetros mi rostro para poder observarlo mejor, aunque las lágrimas nublaran mi vista. Apreté los dientes para no dejar escapar ningún ruido.

— Durante 1.260 años me molesté en recordarte que había una razón por la que está prohibido enamorarse de mortales. Su vida se va en un suspiro mientras que tú después cargarás con el dolor de la perdida por años — se paró de aquella silla para dar un par de pasos lentos y con eco, antes de seguir hablando —. Tu hermano, ¿Lo recuerdas?

Regresé mi mirada a mis manos que apretaban las prendas que vestía en aquel momento. Claro que recordaba a mi hermano.
Loki, otro que se enamoró de un humano y al morir este se fue con él, se entregó a Helheim, donde su hija lo ayudó a reunirse con su amado James Barnes. Es soldado que murió en combate, cometió suicidio por un mortal. Esa fue la razón por la que Odin había prohibido enamorarse de uno, el que lo hiciera obtendría uno de los peores castigos.

— Tienes prohibido observar a otro mortal, de otro modo me veré obligado a arrestarte. O peor, condenarte a muerte.

<< Ahora sé que mi palabra será respetada.

Y se fue de mi habitación, dejándome con insultos estancados en mi garganta ya que él me lo había advertido. Era, es y será mi culpa por enamorarte de mi pequeño.



(Juro que quería que fuera corto, menos de 200 palabras, pero me pasé.

Quería que fuera tierna, adorable, pero no sé que muerda escribí ahí).

Todos Aman A Peter ParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora