Parte VI: de cómo crearon un lazo.

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—Entonces estás peleada con tu hermana y con Kathy, y por eso me mandaste mensaje para verte de madrugada en la biblioteca. Qué intenso... Disculpa si me quedo dormido.—Le dijo Sebastián cerrando los ojos y fingiendo roncar.

—¡Despierta! Sólo hice que te levantaras una hora antes para ponernos al corriente, no exageres... y no quería encontrarme ni a Kathy, ni a Renata.

Okay, aquí estoy para ti. Sólo que creo que no te has dado cuenta de que tienes todas tus clases con ellas, duermes en la misma habitación que ellas y, de hecho, el pequeño detalle de que una de ellas es físicamente casi idéntica a ti. No es como que las puedas evitar por mucho tiempo.—Dijo Sebastián en tono de burla.

—Obvio me doy cuenta, menso.—Le contestó Regina golpeando su brazo.—Pero creo que estoy lista para separarme un poco de ellas, ¿sabes? Tal vez aún tengo la adrenalina de lo de ayer. No lo sé...—Dijo Regina recargándose en el respaldo del sillón y mirando hacia el techo.

—Pues me da mucho gusto por ti. Como que traes otra vibra, me gusta verte así. O sea, estás toda nerviosa y así, pero como que hay más decisión en ti y, si no me equivoco... a ver, acércate.—Dijo Sebastián acercando su cara a la de Regina—Sí, ahí está. Te brillan los ojos, pero siento que esa parte aún no me la has explicado.

Regina bajó la mirada.

—Ya sabes, si no quieres contarme, puedes no hacerlo. Sólo quiero que sepas que no estás sola.—Le dijo Sebastián tomando su mano.

—Es que... no sé... ni yo entiendo qué está pasando, sólo quisiera entender...

—Tal vez no es tan difícil, Regina. Tal vez sólo tengas que poner un poco más de atención, pero no te compliques. Prométeme que vas a dejar de analizar todo una y otra vez, intenta sólo sentir, verás cómo eso te ayuda a entender.

Regina lo abrazó. No se explicaba por qué siempre las palabras de su amigo le afectaban tanto, no en mal sentido, pero se quedaban resonando en su cabeza y le ayudaban a continuar. Regina iba a sentir más y a pensar menos. Estaba decidido. Esta vez no lloraba, sólo abrazaba con fuerza a su amigo, y podía sentir cómo su corazón no enloquecía, cómo su respiración era normal y cómo sus manos ya no temblaban.

—Está bien, te lo prometo. Pero ya, cuéntame lo que me ibas a decir el otro día, que se nos va acabar el tiempo y van a empezar las clases.— Le dijo Regina separándose de Sebastián para poder verlo a la cara.

—No quiero, vuelve a abrazarme. Tu vida es más interesante.—Le contestó Sebastián estirando sus brazos para volver a abrazar a Regina.

—Sebastián... No te hagas.

—Ay, qué pesada. Pues nada... Sigo esperando a que se anime a salir del clóset. O sea, no es que quiera que le diga a toda su familia o que se lo diga a sus amigos. Sólo quiero que él lo acepte consigo mismo. Puedo ver cómo le duele y cómo sigue sin disfrutar del todo el pasar tiempo conmigo. Siempre está asustado de que nos vean. Es un poco... desalentador. Lo voy a esperar porque sé que vale la pena, pero no sé cuánto es saludable para mí.

Ahora Regina fue quien lo abrazó para que Sebastián encontrara refugio entre su cuello y su hombro.

—Tienes razón: mi vida es más interesante.—Dijo Regina y comenzó a reír.

—Te odio. Te cuento mis traumas y tú te burlas siempre.—Le contestó Sebastián fingiendo estar ofendido.

—No, perdón. Es que está en mi naturaleza reír cuando me cuentan algo serio. Pero no, Sebas, todo va estar bien. Dale tiempo. No todos podemos ir tan rápido. Mira yo cuánto tardé en ponerle un alto a Kathy. Tal vez deberíamos hacer esa promesa de que si llegamos a cierta edad y los dos seguimos solteros, entonces nos casamos para no vivir solos.—Comentó Regina intentando alegrar a Sebastián.

No contar nuestra historía sería una cobardía.Where stories live. Discover now