Parte XIV: de cómo había esperanza.

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Regina se despertó al sentir la luz del sol en la cara. Ni siquiera recordaba cuándo se había quedado dormida. Lo único que se le venía a la mente era estar abrazada a su hermana mientras lloraba intermitentemente. Se talló los ojos. Renata ya no estaba con ella. Regina se enderezó para poder ver las otras camas: Kathy, Renata y Keiko dormían tranquilamente. Era viernes, se suponía que hoy iban a hacer una fiesta en la escuela, de alguna manera habían logrado que no hubiera clases y que los maestros no estuvieran. No los dejaron irse a sus casas y por eso es que decidieron hacer la fiesta ahí. Le dolía la cabeza y le ardían los ojos, de sólo pensar en la fiesta y en todo el ruido que eso significaba sintió un fastidio inmediato. Buscó su celular entre las sábanas pero no lo encontró; levantó la almohada, ahí estaba. Lo había dejado en silencio porque no tenía energía para saber de otras cosas. Al desbloquearlo vio que tenía varios mensajes, pero en seguida notó uno y lo abrió, era de Manuela.

Regina, por favor, deja que te explique. Habla conmigo, al menos una vez más y después... te juro que te dejo en paz.

Regina sintió una presión en el pecho. Se dejó caer una vez más en la cama y miró el techo fijamente por un rato. Se concentró en el color blanco, en cómo el aire llenaba sus pulmones al máximo y luego los dejaba con lo mínimo para repetir el proceso una y otra vez. Como el mensaje de Manuela había sido ayer, se cuestionó si debería contestarle, ¿de verdad era capaz de verla otra vez? Recordó lo que Renata le había dicho, que se veía mal, que deberían hablar. Abrió la conversación una vez más y releyó el mensaje un par de veces. Comenzó a escribir, puso un "Hola", lo eliminó. Revisó todos los emojis para ver si encontraba uno ideal para enviarle, pero después de un rato de indecisión, se dio cuenta de que no tenía sentido lo que estaba haciendo. Escribió lo primero que se le ocurrió y lo envió.

¿Estás despierta?

Se arrepintió después de mandar el mensaje pero ya no había nada que pudiera hacer. Ya lo había hecho, ahora sólo quedaba esperar. Bloqueó su celular y lo aventó al otro lado de la cama. Intentó no pensar en la posible respuesta. Se tapó la cabeza con la almohada, pero no duró ni cinco segundos y volvió a tomar su celular para revisarlo. Manuela no había visto el mensaje aún. Tuvo la intención de revisar sus otros mensajes, pero de verdad no quería hacerlo. Suspiró con fastidio y cuando iba a volver a bloquear su celular, vio que el mensaje ya se marcaba como leído y que Manuela estaba contestando:

¡Ey!, sí, estoy despierta.

No pensó llegar tan lejos, pero ahora tenía que reaccionar. Supuso que, la mayoría sí estaba durmiendo, que podían hablar, aunque fuera una última vez, con tranquilidad. En el único lugar en el que pensó fue en los lockers, así la biblioteca no le traía recuerdos, así no tenían que estar en alguna de las habitaciones, así no tenía que ver a Matilde en la cafetería.

¿Te veo en los lockers? ¿En media hora?

Fue obvio que Manuela tenía la conversación abierta porque en seguida le contestó:

Te veo ahí.

Regina ya no respondió, sólo se preparó para ver a Manuela. No es como si se estuviera preparando para una cita, simplemente para disimular lo mejor que se pudiera que el día anterior lo había pasado llorando. Salió con cuidado para no despertar a las demás. Aún tenía que hablar con Kathy, tenía que hacerlo porque no entendía ni una sola cosa. Era consciente de que se habían peleado, pero era incapaz de procesar el hecho de que Kathy se olvidara de todos los años de amistad que tenían. Salió de la habitación. Caminaba lento. No sabía qué esperar, podía ser una reconciliación en el mejor de los casos, pero también podía empeorar todo. Miraba sus pies. Uno detrás del otro. De la nada sintió una presión en el pecho, ¿cómo iba a poder hablar con Manuela sin llorar? Mentiría si dijera que ya está mejor, que no quería llorar a cada cinco segundos cuando recordaba todo. Dio la vuelta al pasillo donde se encontraban los lockers y enseguida reconoció la silueta de Manuela que estaba de espaldas. Regina tomó aire y se acercó lentamente, cuando estuvo a unos dos pasos de llegar, se detuvo, miró al suelo y guardó silencio. Quería abrazarla. Quería aferrarse a ella. Quería cubrirle los ojos y que adivinara quién era. Quería refugiarse en su cuello. Quería creer que todo iba a estar bien. De verdad quería. Y fue como si Manuela escuchara lo estaba pensando porque justo en ese momento volteó a verla. Tenía los ojos rojos y se notaba nerviosa.

No contar nuestra historía sería una cobardía.Where stories live. Discover now