No contar nuestra historía sería una cobardía.

Parte XIII: de cómo todo estaba roto.

—¿De qué sirve estar en una relación si vas a pelear por culpa de unos estúpidos condones? No entiendo nada.

—Pues... Sí, lamento informarte que así de estúpidas son las relaciones. Siempre hay peleas por las cosas más insignificantes, pero vale la pena.—Le contestó Sebastián sin mirarla.

—Lo dices porque estás como pavo real presumiendo a Pablo.—Bromeó Regina haciéndole una mueca a Sebastián.

—O sea... Sí, pero no. A lo que me refiero es que la reconciliación,—Sebastián hizo una pausa para acercarse a ella y que lo viera bien.—LA RECONCILIACIÓN siempre es lo que vale la pena. Créeme. Ya me darás la razón.

—Pues Manuela ni siquiera me habla, no sé cómo podría haber "la reconciliación".

—Dale tiempo, se le va a pasar y se va a dar cuenta de que exageró. Digo, ¿cómo dice mi mamá?—Sebastián hizo una pausa para poder recordar lo que quería decir.—Ah, sí: "Mujer precavida vale por dos". A mí me parece perfecto que tengas condones, de todas formas lo tuyo con Manuela no es como que llevara años. Entiendo que los tuvieras por si algo pasaba antes y... Bueno... Ya sabes.

—De verdad sonaste como una señora... Vaya...—Contestó Regina riendo un poco—Como sea, es en serio lo de que no sé de dónde salieron. Tal vez sean de Renata y los metió por equivocación en mi bolsa. Yo qué sé...

—¿Qué? O sea que se pelearon por unos condones que ni siquiera son tuyos... Bueno, eso no lo vi venir.

—Hay tantas cosas por las que pudimos pelear y no lo hicimos, es que... ¡Argh! ¿Por qué son así las mujeres? Tal vez es una señal de que sí soy hetero.—Dijo Regina con entusiasmo como si de verdad hubiera encontrado la respuesta.

Sebastián rio.

—Creo que ésa es la señal más clara de que no lo eres. Es una característica del "drama gay", decir que ya no quieres saber nada de, en este caso, las mujeres, pero aún así no se puede evitar.

—Bueno... Bueno... A ver, piensa en esto: ¿Qué tal que soy bisexual y tan sólo me enfoco en los hombres?—Dijo Regina con cierta desesperación y hartazgo.

—Lo divertido de ver tu conflicto existencial es el hecho de que crees que saliendo sólo con hombres no vas a tener drama. Te iría igual o peor, no tienes escapatoria.

—Ya está. No se diga más... Asexual, eso existe, ¿no?, no quiero saber nada de las personas.—Regina se tapó la cara con las manos por la frustración de no entender lo que estaba pasando.

—Sí sabes que así no es como funciona, ¿cierto?—Le contestó Sebastián burlándose de ella.

—Es que... No quiero sentirme así...

—Yo sé, bonita, y sé que parece que no va a pasar, pero de verdad todo se va a calmar.—Sebastián la abrazó y le dio un beso en la cabeza.—¿Y qué vas a hacer? ¿Que Manuela se acerque a ti o tú la vas a buscar?

—Primero quiero saber de quién eran los condones y, después, quiero evitar a Machu porque si ya habló con Manuela...—Regina suspiró.—Voy a hablar con Renata.

Sebastián sonrió.

—¿O sea que no te das por vencida?

—No, todavía no. No...—Regina sintió cómo se nublaban sus ojos con unas cuantas lágrimas, pero se talló los ojos y siguió hablando.—A menos de que... Ella... Ya sabes... Bueno, voy a buscar a Renata, te mando mensaje cuando sepa algo.

Regina abrazó a Sebastián antes de irse, pero no dijo nada más, sólo se aferró por un momento al apoyo incondicional de su amigo. No entendía cómo todo había cambiado de un momento a otro. Parecía que todo estaba bien, pero un pequeño fallo en el plan había cambiado todo lo que tanto estaba disfrutando. Justo cuando sentía que estaba siendo ella, que era feliz, que tenía esperanza de que todo estuviera bien, justo en ese momento todo se volvió frágil a su alrededor. Sentía que tenía que cuidar sus pasos o podría causar más rupturas en su vida. Era un sentimiento asfixiante y quería salir lo más pronto de eso. Caminó hasta la biblioteca, sabía que Renata iba a estar ahí, por lo menos eso esperaba. No era como que fuera a estar estudiando, se veía ahí con Alan todo el tiempo porque los sillones son cómodos.