Regina se miraba al espejo una y otra vez. Toda su vida había coordinado su vestimenta, peinado y maquillaje con Renata. Nunca habían hecho el esfuerzo de verse diferente a la otra, les gustaba ser hermanas, ser gemelas, les gustaba verse casi idénticas, era un lazo que los demás, aunque tuvieran hermanos, no podían entender. Por lo mismo, Regina comprendía a Renata, se daba cuenta de lo mucho que le afectaba que las confundieran en estos momentos. Notaba que Renata sentía que ya no se parecía tanto a su hermana como antes y eso le dolía. Regina tomó aire, cerró los ojos, se agarró del lavabo y agachó la cabeza. ¿Qué podía hacer para ayudar a Renata? Ni siquiera se hablaban, ¿cómo iba a llegar a un acuerdo con ella? Y, ¿cómo iba a marcar una clara diferencia entre las dos? Una vez que obtuviera la solución, iba a ser todo más fácil. No iban a poder confundir a Renata con ella porque sólo una de ellas iba a estar con Manuela. Se mojó la cara para intentar reaccionar y tomó la toalla para secarse, fue cuando se miró una vez más al espejo y se dio cuenta de qué era lo que tenía que hacer. Salió del baño directo a su litera para buscar entre sus cosas lo que estaba buscando.
—¿Qué haces?—Regina reconoció la voz sin voltear a ver quién era, Keiko se había acercado hasta donde estaba.
—Busco algo...—Contestó Regina sin dejar de buscar.—¡Aquí está!
Regina encontró una diadema roja de tela que nunca usaba pero que siempre la llevaba a todos lados "por si las dudas", se acercó a un espejo que tenían sobre uno de los escritorios y se la puso.
—¿Qué tal? ¿Cómo me veo?
Keiko la miró por un momento sin saber qué contestarle, pero después sonrió ampliamente y se acercó a Regina.
—Diferente está bien. Te queda bien el color.
—Keiko... Manuela me dijo que también hablaste con ella.—Le contestó Regina poniéndose enfrente de Keiko.—Gracias. No tenías por qué guardar mi secreto y aún así lo hiciste. Hasta nos ayudaste a las dos.
Regina la abrazó. En estos días de cierta forma había perdido a su hermana y a su mejor amiga, no sentía la confianza de contarles cómo se sentía, y Keiko, que fue alguien que nunca se imaginó que le ayudaría, había estado ahí para ella cuando más asfixiada se sentía.
—Somos amigas, ¿no?—Le dijo Keiko correspondiendo el abrazo.—Estoy contigo.
Regina sonrió sin soltar a Keiko. No podía creer que se estuviera llevando tan bien con ella después de que la había ignorado desde que llegó. Tal vez, así como Manuela dice que conoció a personas que cambiaron su vida, ahora le tocaba a ella conocer a esas personas importantes que le ayudarían a cambiar con su sola presencia.
—Sí, Keiko. Somos amigas.—Regina la soltó y ambas sonrieron.
Regina se fue a sus clases. Vio que algunos la volteaban a ver con curiosidad, no es como que hubiera hecho el cambio radical de look pero aún así se veía diferente. También, al quedar sus orejas al descubierto, había decidido usar aretes más grandes. Se sentía rara, pero sabía que tenía que hacerse a la idea lo más rápido posible. Llegó hasta el pasillo donde se encontraba el salón y vio a Manuela que estaba con los demás, esta vez eran más, estaban ahí Pablo y Jessica, como de costumbre, pero también estaban Romina, Daniel, León y Machu, sólo que el primero en verla fue Pablo que sonrió enseguida e hizo un gesto con la mano para saludarla. Regina no había sido consiente de lo tensa que estaba hasta que relajó los hombros y se acercó con más seguridad hasta donde estaban todos. Manuela volteó a verla, parecía como si la española estuviera aguantando la respiración y sólo atinó a sonreírle. Regina llegó hasta ella y la tomó de la mano, vio el conflicto de Manuela por intentar decirle algo, hasta que por fin pudo hacerlo:
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No contar nuestra historía sería una cobardía.
FanfictionLes traigo hasta ustedes un ejercicio de escritura que me estuvo quitando el sueño. Es la historia de Manuela y Regina (Megina) como creo que debió de haber sido tratada. Esta reescritura es contada desde el punto de vista de Regina, un personaje qu...