4. Pauline

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No me parecía bien coger el coche de Mike, en parte porque seguramente tendría que usarlo antes de que yo volviera, en parte porque, después de seis años, apenas me acordaba de conducir. Así que tras un largo paseo, llegué a la que, antes de que me metieran en la cárcel, era su casa. Esperaba que no se hubiera mudado. Era un edificio de apartamentos bastante lujoso, en pleno centro de Denver, y su hogar se encontraba en la penúltima planta. Si no recordaba mal, el número de su apartamento era el cuarenta y dos.

Llamé al timbre un par de veces, pero no escuché nada tras la puerta, así que imaginé que se había mudado. Cuando ya había desesperado, y me encaminaba al ascensor, la puerta se abrió. Me encontré con una Pauline demacrada, con los ojos vidriosos de llorar, y en albornoz, algo extraño en ella, que se arreglaba incluso para tumbarse en el sofá.

-Jo... ¿Joel? ¿Eres tú?-dijo, con un hilo de voz.

-Hola Pauline.

Al principio puso una cara sorpresa, que cambió a una amplia sonrisa y, de repente, se puso a llorar a lágrima viva. Reprimí mis ganas de darle un abrazo, pero sí me acerqué a ella.

-Pauline, ¿estás bien?

-Sí, sí, es solo que...-estuvo a nada de contarme lo que había hecho, pero prefirió mentirme-. Es que hace mucho que no te veía y... ¿Quieres pasar?

-Sería un placer.

Entramos en su apartamento que, desde luego, se había visto mejor que aquel día. Todo estaba desordenado, el suelo bastante sucio... Todo muy impropio de doña orden. Nos sentamos en su sofá, después de que ella lo despejara de mantas de multitud de colores.

-Bueno, Joel... ¿Qué tal?

-Pues nada, estupendamente después de mis seis años en ese resort llamado cárcel-en otro tiempo se hubiera reído por mi broma, pero parecía absorta en sus pensamientos-. Y tú, ¿qué tal?

-Bien... Bien.

-¿Por qué llamaste a Mike esta mañana?-no quería sacarle el tema directamente, así que intentaba que ella lo sacara.

-Ah... Pues verás...-me imaginé a su mente trabajando a toda velocidad para diseñar una mentira que yo me tragase-. Lo que me pasó es que... Salí a comprar y se me olvidaron las llaves, y como Mike tiene una copia de mis llaves...

-... le interrumpiste mientras me recogía en vez de ir al piso de tu vecina, Carol, que también tiene las llaves de tu apartamento. Pauline, si me vas a mentir, cuéntame algo que pueda creerme.

-Mike te lo ha contado, ¿no?

-Sí.

Se derrumbó. Ni siquiera trató de ocultar su llanto, como habría hecho la Pauline que yo conocía.

-Me... Me pegaba... Me insultaba... No... No me quería... Eugene... Me quería matar-me fue contando Pauline entre sollozos-. Escondía una... Pistola y empezó a pegarme y yo... Yo me... Me dejé llevar y le... Le... Le disparé-de nuevo se derrumbó.

-Pero... Pauline, ¿no le denunciaste?

-Sí... Pero era... Era hijo del senador y... Tenía mano para... Las denuncias nunca llegaron a buen puerto... ¡Pasaban de mí, Joel!

-Pauline, tranquila... Todo saldrá bien, Mike te ayudará...

-No... He matado... Y al hijo de un senador... He... Acabado con mi carrera... ¡Joel, he acabado con mi vida!... Solo espero a que esa puerta se abra y la policía me detenga...

-¿Quieres que...? ¿Puedo hacer algo por ti?

-No, Joel... Ahora... Ahora solo necesito soledad. Gracias por haber venido a verme.

Sabía que ya no iba a poder hacer nada más por Pauline, así que la dejé sola, como me pidió, reprimiendo las ganas de abrazarla, de besarla, de recordarle que la quería...

La oscuridad se cernía ya sobre Denver. Las nubes auguraban tormenta y, tan pronto como doblé la esquina, empezó a llover. Estaba tan preocupado por Pauline que ni vi el coche de Mike.

-¿Te llevo, guapo?-la voz de Mike me sacó de mis pensamientos.

-Mike...-de mi boca no salió nada más.

-Móntate, anda.

Hicimos parte del viaje en coche, hasta que Mike empezó a hablar. Siempre era él el que empezaba.

-¿Cómo has visto a Pauline?

-Mal, fatal... No parecía su casa, estaba totalmente desordenada...

-Lleva así casi desde que conoció a Eugene.

-Maldito hijo de puta... Como es hijo de un senador, claro, lo tiene todo permitido.

-Es como el padre... También se vio envuelto en un escándalo de maltrato y eso.

-¿Qué le pasó?

-Repartió unos cuantos maletines y asunto arreglado.

-Hijo de puta.

Llegamos a la casa de Mike, y abrimos la puerta justo a tiempo para escuchar el final del mensaje que estaban dejando en el contestador.

-...lo oigas, llama Joel, es importante. Hasta ahora.

Reconocí la voz de Sarah, así que corrí hacia el teléfono.

-¿Quién es?-preguntó Joel.

-Sarah, de la cárcel. Solo llaman para asuntos importantes.

Le di a la tecla de rellamada, y casi al instante Sarah cogió el teléfono.

-Prisión estatal de Colorado, le atiende Sarah Schell. ¿En qué puedo ayudarle?

-Sarah, soy Joel.

-¡Joel! Acababa de dejarte un mensaje.

-Sí, había ido a ver a una amiga... ¿Qué pasa?

-Es Nicola... Quiere una cita contigo mañana, a las 8-eso no podía ser bueno. Pero no podías decirle que no a uno de los jefes de la mafia de Denver. Suspiré.

-Dile que allí estaré.

Diario De Un (Probable) PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora