Con la lapidaria frase de Nicola en mente, me dirigí hacia la calle. Cruzando el umbral, Mike me detuvo.
-¿Te llevo?-me preguntó, con una voz de medio dormido.
-No hace falta, pensaba ir andando.
-¿Catorce kilómetros y medio? Tardarías dos horas...
-Tres horas y dieciocho minutos, según Google.
-Lo que yo decía. ¿En serio no quieres que te lleve? Yo tengo que salir de todas formas.
-¿Dónde vas a ir a las seis de la mañana?
-Yo sabré-le interrogué con la mirada-. Ay... Voy a ver a... A Pauline.
-¿Tan temprano?
-¿Tan temprano ibas a ir tu a la cárcel?
-Yo tenía que caminar tres horas.
-Tuche... ¿Has desayunado?
-Pues la verdad... No como nada desde ayer al mediodía.
-¿Preparo algo?
-Vale.
Y así eran las conversaciones con Mike. Empezábamos casi para pelearnos y terminábamos tan amigos.
Además de un fanático de los coches, Mike era un excelente cocinero. En apenas un cuarto de hora hizo tortitas, bacón y huevos revueltos. Bastante mejor que las (en teoría) gachas frías que servían en la cárcel. Comimos en silencio. Yo leía el periódico, hasta que Mike empezó una nueva conversación.
-Joel.
-Dime.
-No voy a ver a Pauline.
-Lo intuía.
-Voy a ver a mi novio.
-Ah.
-Joel, en los seis años que tú has estado fuera me he dado cuenta que era gay.
-Ah-dije sin levantar la mirada. Furioso, Mike me arrancó el periódico de las manos.
-¡Joel! ¡Te acabo de decir que soy gay! ¡Reacciona!
-¿Qué quieres que te diga?-dije mientras recogía el periódico-. Si eres gay, pues bien por ti.
-Pero...
-¿Creías que, yo que sé, te iba a montar un numerito? A ver, seré un psicópata, pero el tema de la sexualidad me viene dando un poco igual.
Se volvió a hacer el silencio. Sin embargo me surgió una duda.
-Pero, si eres gay, ¿por qué te casaste y tuviste hijos?
-¿Aquellos que mataste?
-No estamos hablando de eso.
-A ver, supongo que nunca me planteé tener algo con un tío.
-Me vale como respuesta. Y bueno, ¿tú a qué hora has quedado con él?
-A ninguna, voy a darle una sorpresa. Y tú, ¿a qué hora empiezan las visitas?
-A las ocho, hasta las diez.
-¿Nos vamos ya?
Miré el reloj. Eran las siete y poco. El tiempo se pasaba rápido comiendo.
-Vale.
En la calle hacía un frío gélido. De esos que resfrían a los osos polares. Hacía un tiempo maravilloso. Mike iba muy, muy abrigado. Yo llevaba la gabardina. Realmente parecía más cálida de lo que era en realidad. No me extrañaría que más que abrigar, desabrigara. Nos montamos en el coche. Fuimos hasta la prisión en absoluto silencio.
-¿Y qué querrá ese Nicola?-me preguntó Mike una vez que llegamos a la prisión.
-Si te digo la verdad, no lo sé-no le iba a decir "me va a decir a quién tengo que matar"-, pero dudo que sea algo bueno.
-Joel, ten cuidado.
-Estaremos rodeados de guardias, tú no te preocupes. Y pásatelo bien con tu novio-ambos nos sonreímos.
-Descuida-hizo avanzar el coche y se perdió en la lejanía.
Fui avanzando hacia la puerta de la cárcel al tiempo que quería huir de ahí. Dejar de ser Joel. Empezar de cero. Pero sólo podría hacerlo después de cumplir mi trato con Nicola. Hice el camino inverso al del día anterior. Busqué en la ventanilla a alguien que me dijera dónde ir a la sala de visitas. Sí, no lo sabía. En seis años no había venido a verme nadie. Bueno, una vez por Navidad, Mike, y por idea suya. No quería que nadie me viese con la ropa de mierda de la cárcel. O en el ambiente de mierda de la cárcel.
-Hola, ¿en qué...? ¿Joel?-me dijo John, el agente con el que mejor trato había tenido.
-John.
-¿Qué haces aquí? Oh, no me lo digas... ¿Nicola?-John hacía muchas preguntas.
-Ajá-y yo era muy escueto. Nos complementábamos.
-Dios... Espero que te sea leve... Segunda puerta a la izquierda.
Y hacia allí fui, segunda puerta a la izquierda. Con miedo, abrí la puerta.
Una única mesa. Nicola sentado en ella. Dos de sus leales súbditos protegiéndole. Ni federales, ni nada que me protegiera.
Mierda.
Después de que los súbditos de Nicola me cachearan, me dejaron sentarme frente a Nicola.
-Así que has venido, ¿eh?-no, a ver, estaba allí pero no había ido. Y otras frases que piensas pero que no les puedes decir al jefe de la mafia de Denver. Por aquello de que te maten y tal.
-Soy un hombre-eso me haría parecer duro.
-¿El tipo de hombre que cumple sus promesas?
-Por supuesto.
-Bien, eso me gusta-primer paso: estar bien con Nicola.
-Tengo una pregunta.
-Adelante.
-¿Por qué no estamos en la sala de visitas?
-Oh, el bebé tiene miedecito-bien Joel, bien, parecerle débil al jefe de la mafia está bien.
-Era para estar en las mismas condiciones-¿en serio creía que decir eso me haría parecer duro?
-Tú y yo no estaremos jamás en las mismas condiciones. Eres solo un subditillo de mierda que tiene una deuda conmigo, stronzo-se fue acercando de manera amenazadora hacia mí.
-Entendido.
-Bien, pues vamos a lo importante. El favor.
-Me parece bien.
-Supongo que a estas alturas sabrás que por "favor" me refiero a "matar", ¿no?
-Claro-era un poco evidente.
-Desde hace un par de años o así, un policía ha estado... Un poco de nuestro lado. Tú sabes, empujando la balanza hacia nuestro favor, jodiendo a los rivales... Pues bien, ahora cree que esto de la mafia se puede dejar así como así, un día trabajas con nosotros y al siguiente no. Y encima se cree que puede amenazarnos con delatarnos.
-Matar a un antiguo policía corrupto, ¿no?
-Así es.
-¿Cuál es el nombre de mi objetivo?-Nicola pidió a uno de los súbditos que se acercara. Cogió un sobrecito marrón y me lo dio-. Y ya sabes...
-Si hablo, lo hago fuera de tiempo o mal, muero-le interrumpí.
-Bien. Nos vemos en una semana,
Salí de la cárcel con el sobre pegado a mí, con el miedo de abrirlo. Ahí estarían los datos de una persona y su foto. Mi objetivo. Respiré profundamente.
Abrí el sobre, y apenas sacar la foto, se me cayó el sobre, la foto, y el alma.
-Mike...
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Diario De Un (Probable) Psicópata
Gizem / GerilimJoel Hubbard, encarcelado por un crimen que cometió siete años atrás, acaba de salir de prisión. ¿Qué le espera tras la prisión? ¿Podrá llevar una vida normal, y olvidar sus actos? ¿O tendrá que volver a hacer frente a lo que lo encarceló, y evitar...