12. Disculpas

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Había matado a mi madre. A mi padre.

Pauline y Mike estaban muertos.

¿Venganza?

Si, había matado al que había destruido mi vida. Pero...

¿Estaba satisfecho? ¿Era lo que quería?

No. Pero, a lo hecho, pecho.

Ya no tenía un deseo de venganza. No sentía rabia. Ni miedo. Ni arrepentimiento...

No sentía.

Asustada, Disa entró en el comedor. Intentó gritar, pero creo que estaba demasiado asustada incluso para gritar. Fui consciente de su visión. El comedor estaba lleno de sangre, y dos cadáveres la miraban asustados. Yo, en su lugar, también habría tenido miedo.

-¿Por qué?-me preguntó.

-¿Por qué no?-fue lo único que pude responder.

Lo que ocurrió a continuación fue muy patético. En un intento de alcanzar el teléfono, que estaba a un lado del comedor, Disa resbaló en un charco de sangre y se dio en la nuca con una silla. Dejó de respirar.

Asquerosamente patético.

Cogí el móvil y le hice una foto al cadáver de mi padre.

El cadáver de mi padre… En aquel momento no era consciente de lo que acababa de hacer. Bueno, en realidad sí, pero desde que lo haces hasta que asumes lo que has hecho hay un tiempo.

Mandé la foto al móvil de Nicola, y salí a la calle. El coche seguía arrancado justo donde lo dejé. ¿Qué podía hacer ahora?

Miré el reloj del móvil. Marcaba las tres menos dieciocho minutos.

¿Qué podía hacer un hombre que acababa de matar a sus padres a las tres de la mañana?

“Ir a casa”, pensé. La verdad, no pensaba con mucha claridad. En ese momento, lo único que hacía era deslizarme entre las calles de Denver. A ver qué pasaba.

Llegué a casa de Mike, y me senté en el sofá. Esperaba la respuesta de Nicola, que llegó a las tres y media. Pero en vez de mandarme un mensaje, un “OK” o algo así, prefirió llamarme.

-Supongo que está es la parte en la que te felicito por el trabajo bien hecho-me dijo nada más descolgar el teléfono.

-Supongo.

-Si algo me duele, es mentir a las personas, y creo que este es el momento de decirte la verdad. Tu padre no mató a Mike. Fui yo. Bueno, fue John. Cortó los frenos del coche de Mike. Así intentarías vengarte y matarías a tu padre.

-¿Qué importa eso ahora? He matado a mis padres, y mis dos únicos amigos están muertos. Pero, ¿qué importa eso ahora?-y era cierto. Ya lo había hecho. No había vuelta atrás.

-Sólo quería que lo supieras. Disfruta de tu libertad.

Colgó el teléfono, y yo hice lo propio con el mío. Puse la televisión, y me quedé en el sofá con la mente en blanco. Tenía tanto en qué pensar que no podía pensar en nada.

Cuando la televisión me anunció que eran las nueve de la mañana, decidí darme un último festín. Figuradamente, sin comida de por medio. Por internet, busqué un piso en Nueva York, cerca de Central Park. Ahora que tenía todo mi dinero, y el de Mike, me lo podía permitir.

Al menos la entrada. No lo iba a usar mucho más.

Lo encontré, llamé al vendedor, le pagué la entrada… Todo lo que uno hace al mudarse. El piso era perfecto. El piso en el que yo siempre había querido vivir.

Y que vería el colofón de mi vida.

Compré un billete de avión con la identificación de Mike. A mí me habrían detenido. Llegué a Nueva York sin equipaje, cosa que extrañó mucho al vendedor del piso. Le dije que se había perdido en el vuelo. Quería parecer normal.

El piso era perfecto, y tenía un perfecto balcón que daba a Central Park.

Me las había ingeniado para meter la pistola en el avión. En la CIA también me enseñaron cómo eludir los escáneres de metales. Cosas útiles.

Antes del colofón, tenía que hacer una cosa. Esto. No sé si es una especie de confesión, un diario, o qué. Pero creo que tenía que hacerlo. Explicar qué ha pasado.

Si, supongo que confieso que he matado a mi padre, a Joseph Hubbard. A mi madre, Rachel Hubbard. Que por mi culpa han muerto Pauline Jones, Mike Sherrod y Sarah Schell.

Lo confieso todo.

Después de lo de mis padres, en la pistola sobra una bala. La bala que me matará, espero. Suicidarse es de cobardes, lo sé. Un héroe miraría a la vida de frente.

No soy un héroe.

Envío esto a The Denver Post. Haced lo que queráis. Tal vez aclare algo de la oleada de muertes que se han dado en los últimos días.

No sé muy bien como cerrar este diario. No sé, una última frase. Algo.

Sólo diré esto. Al fin y al cabo, la finalidad del diario esta. Disculparse ante… Ante mi conciencia.

Lo siento.

Diario De Un (Probable) PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora