1. Libertad

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-¿Sabes? Es curioso cómo conocí a Mike. Cuando yo aún trabajaba en la CIA, me mandaron asesinar a una persona. Que si eran terroristas, que si tenían ascendencia cubana... Esas cosas. Lo gracioso es que por error me dieron una dirección en la que vivía gente normal, como tú y como yo... Bueno, como tú. Me habían dicho que matara a todo ser viviente en esa casa, y parece que celebraban el cumpleaños de un abuelo o algo así. Total, como... ¿Diecisiete muertos? Pues nada, me volví a mi casa y listo. Pero a los dos meses, Mike entró a trabajar en mi misma oficina. Era... ¿Limpiador? Sí, creo que entró como limpiador. ¿Pero a que no sabes qué? ¡Todos los que había matado eran de su familia! Me vio y, claro, no pudo retener su ansia. Me dijo de todo menos bonito, me hizo una brecha, me tiró una silla a la cara... A ver, en su lugar hubiera hecho lo mismo, pero en el momento me pareció un tanto... Brusco. A la semana siguiente terminamos siendo amigos, y hasta hoy. ¿Te cuento otra hist...?

-¿Joel?-dijo Sarah, sin dejarme terminar.

-¿Si?-respondí, alargando la última vocal todo lo posible. Eso la molestaba. Eso molestaba a toda persona que conocía. Me gusta molestar a la gente.

-¿Me vas a decir ya dónde vas a vivir ahora o me vas a contar otra de tus historias?

-Te lo diría.

-Pero...

-Pero la idea de contarte otra historia me tienta.

Suspiró. Posiblemente estaría ya harta de mí. Al menos no me volvería a ver. Era la coordinadora de los prisioneros de la cárcel (más bien, el ángel que te decía que habías cumplido tu condena y que podías irte), y también la persona más paciente que he visto en mi vida. Pero incluso a ella se le estaba agotando. Récord personal.

-Joder Joel, ¿tanto te cuesta darme una puta dirección?

-Esa boquita...

-... Lo que estás haciendo puede considerase ocultación de la verdad y te puedo volver a condenar a prisión. Y sin haber salido de ella. Como dirías tú, récord personal.

Sarah era tan paciente como astuta. Efectivamente, llevaba ansiando la libertad mucho tiempo, como todo buen prisionero al que no le gustara sufrir. Que los había.

-2868 de South Cook Street.

-¿Eso es Denver?

-Eso es Denver.

-¿Vas a vivir sólo?

-¿Acaso quieres venirte a vivir conmigo?-Mi humor estaba de vuelta.

-... Creo que ya dejamos claro que no quiero nada contigo.

-¿Qué tienen los otros hombres que no tenga yo?

-¿Cuántas veces te he dicho que no quiero nada con los hombres?

-Veintitrés con ésta-las llevaba contadas.

-Y me lo sigues preguntando porque...

-La otra acera está solo al otro lado de la carretera.

-Es una autopista. Tiene 5 carriles en cada sentido. Y muchos coches.

-Más cansada llegarás a mi acera.- No era la primera vez que Sarah intentaba jugar en mi terreno. Pero no hay quien me gane.

-Venga, volvámoslo a intentar. Tu libertad sigue en juego.

-Vale.

-¿Vas a vivir sólo?

-No, es la casa de Mike. Me mudaré allí hasta que encuentre una casa que me guste. Y no, no hace falta que me digas que aunque tenga la libertad, el primer año te tengo que notificar todo cambio de dirección-Sarah sonrió.

-Chico aplicado. ¿Número de teléfono?

-720 308 7624 831

-Perfecto. Pues nada, ya eres un hombre libre-Se levantó y me dio un abrazo- Se te va a echar de menos por aquí.

-Pues yo a vosotros no-respondí, en un tono en el que parecía decirlo en serio, aunque en realidad les iba a echar de menos. No al lugar, aunque sí a las personas. Y no a todas. Bueno, ya me entendéis.

-¡Uy que no!- respondió burlona.

Nos encaminamos hacia el pasillo de salida. Mi libertad estaba a diez pasos. Pero nos paramos en el noveno. Sarah me dio otro abrazo.

-No la cagues. No quiero volver a verte aquí.

-Descuida. Si vuelvo te pondré una venda en los ojos.

Sarah rio. Creo que era la primera vez que se reía de una de mis bromas. Me dio una bolsa con las pertenencias que llevaba cuando entré. Un reloj y la ropa que llevaba aquel día, que habían tenido la decencia de lavar.

Por fin, sin más impedimentos, me dirigí a la salida. Antes de abrir la puerta suspiré. "Libre. Al fin" fue lo único que fui capaz de pensar. Crucé el umbral.

Diario De Un (Probable) PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora