Realmente el tiempo no era tan bueno. No, al menos para la concepción de una persona... Vamos a decir normal. Aunque, desde hace mucho, la normalidad es un concepto algo abstracto para mí.
La lluvia golpeaba el capó del coche patrulla. Dos agentes iban delante, hablando de sus cosas. Por lo visto, el hijo de uno de ellos se había roto una pierna jugando al béisbol. Traté de imaginarme el cómo.
Junto a mí, tras las rejas, había otro agente. Según sabía por mi padre, eso sólo pasaba cuando el arrestado era considerado peligroso. Ya de por sí, mi padre les habría advertido, pero el verme pegándole una paliza a un agente fuera de servicio no habría ayudado mucho a que pensaran otra cosa de mí. De hecho, el policía que me acompañaba me miraba fijamente, como esperando a que le matara o algo. Pero no tenía ánimos para matar a nadie.
A mi alrededor, veía a mi mundo desmoronarse. Primero, Mike. Luego, mi madre. Al rato, Pauline. Todos los que habían sido algo para mí, salían de mi vida. Y también estaba mi padre.
Maldito sea mi padre.
Esa única frase se repetía en mi cabeza. Sí, todo había sido culpa mía. Pero en aquel momento, mi cabeza necesitaba buscar a un cabeza de turco que cargara con las culpas.
Y mi padre cumplía todas las condiciones.
El coche se detuvo. Los tres agentes salieron del coche. Hice un intento de abrir la puerta de mi lado, como una persona normal. Pero estaba bloqueada por dentro. Me abrieron y pude salir.
Vi que detrás nuestra venía otro coche. Era un Mercedes, a saber el modelo. Parecía como de la policía secreta. Y, en efecto, llevaba una sirena de esas que se guardan en la guantera. Con rapidez, me empujaron hacia la puerta de la prisión, así que no pude ver quien iba en el coche.
Pero lo imaginé.
Mi maldito padre.
-Ingreso urgente. Joel Hubbard-dijo uno de los agentes al pasar por el mostrador de recepción. La puerta se abrió, y los cuatro pasamos.
Miré atrás y vi a Sarah, que me miraba con una mezcla de sorpresa, odio y repulsión hacia mi persona. Anotó mi nombre en el ordenador, y pude verla hablar con otro agente. Vi a otra persona detrás, y supuse que era mi padre, pero un recodo me impidió confirmarlo.
Una vez en la prisión, todo fue bastante normal. Como mi primer ingreso. Te obligan a desnudarte, te cachean por si tienes armas, drogas, o cualquier cosa que no puedas meter en la cárcel, y te dan un uniforme provisional, que hace ver que eres nuevo. Ya más adelante te dan tu uniforme de verdad. Solo cambió una cosa.
No fui a una celda normal.
Veréis, normalmente en una cárcel, cuando te meten en ella, pasas alrededor de una semana con los nuevos ingresados, hasta que te dan tu “habitación” final.
Pero a mí me metieron directamente en la zona de prisioneros peligrosos.
Como no hacía ni cuarenta y ocho horas desde que salí, todavía no habían tirado mi chapa de identificación. Así que ni siquiera tuve que hacerme una foto.
-Prisionero Hubbard, tienes una visita-me sobresalté. Hacía ya dos horas desde que me habían metido en la celda. Pronto para una visita.
Salimos, y por el corredor llegamos a la zona de visitas. Otra vez, estábamos en la zona… Vamos a llamarla individual. Donde me había entrevistado con Nicola. Donde había empezado mi infierno.
Al otro lado de la mesa estaba sentado mi padre, con una sonrisa en la cara incluso mayor que cuando me detuvieron.
-Dejadnos solos, yo me ocupo.
Los cuatro agentes que ocupaban la habitación salieron. Empezaba el espectáculo.
-¿Por qué?-fue lo primero que salió de mi boca.
-¿Preguntas que por qué? ¿Tal vez porque pretendías matarme?
-Te lo ha contado mamá-dudaba que ella me hubiese delatado, pero quién sabía.
-Mamá… No, ella es demasiado leal como para delatarte. Pero no su móvil.
-¿Cómo que su móvil?-vale, desde que había salido la tecnología había avanzado mucho y tal, pero, ¿su móvil?
-Joder, eres cortito, ¿eh?-empezó a reírse. Pero a mí no me hacía ninguna gracia. Al rato, siguió hablando-. Como sabía que iba a reunirse contigo, le puse un micrófono en el móvil. Escuché la conversación.
-¿Espías a mamá? ¿Tan desesperado estás?-hizo una mueca de enfado.
-¿Tan desesperado estabas tú para hacer tratos con la mafia? ¿No podías pasar veinte años en la cárcel y listo? ¿Volver a la normalidad?-aquello me pudo.
-Claro. La normalidad. Contigo espiándome a cada paso que diera. ¿O no? ¿Volveríamos a estar juntos en acción de gracias?
-Tienes que ganarte que te perdone-se levantó. Pero yo no iba a dejar esto ahí.
-¿Cuándo te vas a enterar que tengo un problema? ¿Que la culpa no fue solo mía? ¿Cuándo?
-Si fueras un hombre hecho y derecho, no tendrías que excusarte en… Tonterías.
-¿Tonterías que dijo el médico? ¿O las que dijo el psicólogo? ¿Eh?
En ese momento, mi padre se giró y me dio una guantada. Hubiese reaccionado, pero no podía. Mi cuerpo no quería moverse.
Vi a mi padre cogiendo la tarjeta de identificación. Arrancó una parte de la tarjeta con bastante trabajo, pues estaba plastificada.
-¡Tú no mereces llevar este apellido!-me gritó, y acto seguido me tiró la tarjeta, y se guardó lo que había arrancado.
Ahora simplemente ponía Joel.
Mi padre salió de la habitación, y me dejó tirado en el suelo. Mientras me incorporaba, la puerta volvió a abrirse. Era John.
-Oh, había escuchado unos gritos y… ¿Joel?-le miré, y en sus ojos había una expresión de miedo. Tristemente no era por mí-. Joel… Creo que tienes un problema.
-¿Por?
-Nicola.
John llevaba razón. Si Nicola me veía allí me mataría. Aunque iba a morir de todas formas, así que, ¿qué más daba?
La puerta se abrió más. Ví a Nicola. No sabía ni qué hacía allí ni quién le había dicho que estaba allí. Pero, la verdad, en ese momento me daba un poco igual.
-Hum… Te quedan seis días. Aprovéchalos bien-fue lo único que me dijo. Y fue incluso peor que una paliza.
El infierno parecía un paraíso con respecto a lo que me quedaba por vivir.
Seis días en el infierno.
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Diario De Un (Probable) Psicópata
Mystery / ThrillerJoel Hubbard, encarcelado por un crimen que cometió siete años atrás, acaba de salir de prisión. ¿Qué le espera tras la prisión? ¿Podrá llevar una vida normal, y olvidar sus actos? ¿O tendrá que volver a hacer frente a lo que lo encarceló, y evitar...