Un despertar algo inusual

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Me desperté con la luz inundando el entorno, era extraño, en mi habitación nunca entraba tanta luz. Mire a mi alrededor y me di cuenta de que, efectivamente, no estaba en mis aposentos. Intente recordar, y al recuperar algunas imágenes comenzó a dolerme la cabeza.

Intente levantarme, pero las fuerzas me fallaban y todo el cuerpo me dolía horrores: el suelo no era un lugar muy adecuado para dormir.

De la nada un conejo apareció a mi lado. Di un grito ahogado por el susto. El conejo me miraba inocentemente con curiosidad, alargue la mano lentamente hasta acariciarle el sedoso pelaje de su linda cabecita.

Más animales fueron apareciendo a mí alrededor, con caras igual de inocentes y curiosas del primer conejito.

Fueron cogiendo confianza y yo también les acariciaba sin temor.

Dos ciervos comenzaron a tirar de mi ropa, creí que querrían jugar, pero al insistir tanto note que se trataba de algo más serio. Me levante y decidí seguirles.

Fuimos a través del bosque esquivando la maleza del lugar. Los ciervos seguían tirando de mi ropa, fue una hazaña el no chocar o tropezarme con algún objeto.

Finalmente dejaron de aparecer arboles a mi alrededor y vi algo parecido a un claro. Un río, una casita de lo más adorable con una rueda hidráulica llenaba mi visión. Era precioso.

Mi salvación. Fue lo primero que pensé al ver aquello. Si había civilización, tal vez podrían prestarme algo de ayuda.

Más animado, me dirigí a llamar a la puerta. Un toque. Tres segundos. Dos toques. Silencio. O me ignoraban por completo o no se encontraba nadie en casa. La segunda opción era la más creíble.

Gire el pomo de la puerta y esta se abrió lentamente. No había seguro alguno.

Entre en la casa más desordenada jamás vista. Platos por fregar, capas y capas de polvo, un aire denso y cargado por todos lados. Necesitaba limpieza rápidamente e inconscientemente me puse manos a la obra; comencé a fregar, barrer, limpiar y ventilar la casa en su interior.

Fue algo entretenido. Los animales ayudaron como pudieron, entregándome utensilios para el aseo y apartando algunos muebles para facilitar la tarea. Sin darme cuenta, ya había acabado la planta baja y subí al piso superior para continuar sin pensar en las consecuencias de mis actos.

El lugar era una sola habitación. No había escritorios, armarios o sillas, solo siete camas, más bien camitas, las cuales estaban colocadas en fila. Cada una tenía tallada una palabra en la madera: Doc, Feliz, Estornudo, Gruñón, Tímido, Tontín y Dormilón.

Winter - MarkSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora